domingo, 17 de abril de 2016

17 de Abril, día internacional: Campesin@s se movilizan para conmemorar dos décadas de lucha en defensa de la tierra y la vida. Dossier

DOSSIER:
- 17 de Abril 2016: Campesinas y campesinos se movilizan para conmemorar dos décadas de lucha en defensa de la tierra y la vida. La Vía Campesina
- 17 de abril, día internacional de la Lucha campesina. Mari García, de Podemos Andalucía y activista campesina
- El medio rural andaluz como modelo de resistencia. Teresa Rodríguez y Rocío Van der Heide


Campesinas y campesinos se movilizan para conmemorar dos décadas de lucha en defensa de la tierra y la vida

El 17 de abril, Día Internacional de la Lucha Campesina, millones de campesinas y campesinos, y aliadas/os  de todo el mundo se unen en acción para conmemorar la masacre de 19 campesinos sin tierra que tuvo lugar en 1996(1) en Brasil y para dar continuidad a la lucha por la tierra y la vida. 

Comunicado de Prensa de La Vía Campesina

(Harare, 15 de abril 2016). Dos décadas después de que se produjera este repudiable acto en Eldorado dos Carajás, las/os campesinas/os y las/os dirigentes del movimiento continúan siendo asaltadas/os y asesinadas/os por defender sus derechos. Asimismo siguen teniendo lugar muchas otras formas de violación de los derechos humanos, como el asesinato de la activista de Honduras, Berta Cáceres, y de otras campesinas y campesinos en Colombia, Filipinas y Brasil en las últimas semanas, además de la criminalización de la protesta social.  
La Vía Campesina denuncia todas las formas de injusticia que afectan a la vida campesina, la cual constituye una importante herencia de las personas al servicio de la humanidad.
Hay intentos constantes para sacar adelante el modelo de agronegocio que impone la práctica de los monocultivos, que privatiza la tierra y los bienes naturales por aumentar sus lucros, negando la apropiación social para el beneficio de la sociedad. Este sistema destruye la biodiversidad, emplea cada vez más insumos tóxicos, expulsa a las/os campesinas/os de su tierra y fuerza a los gobiernos y estados nacionales a acatar sus órdenes.
A diferencia de muchos gobiernos que siguen construyendo alianzas represivas con las grandes empresas para promover la maximización de los beneficios, La Vía Campesina considera que ha llegado el momento de construir una economía que se base en la igualdad y que restaure el equilibrio entre la humanidad y la naturaleza, basándose en los principios de la soberanía alimentaria.
En palabras de Elizabeth Mpofu, Coordinadora General de La Vía Campesina «Resulta inaceptable que en 2016 aún haya campesinas y campesinos que son asesinados por defender el principio básico de la vida: la naturaleza y el derecho a cultivar alimentos saludables».
A través de cientos de acciones en todos los continentes las/os campesinas/os y sus aliadas/os se unen en solidaridad para defender su tierra y frenar el ataque frontal a las/os compañeras/os de todos los lugares del mundo. Las acciones, que han sido convocadas de manera local por las organizaciones campesinas que pertenecen a La Vía Campesina y por muchos otros grupos, colectivos y organizaciones, van desde reclamar las tierras que han sido usurpadas a manifestaciones contra el modelo del agronegocio, ferias de soberanía alimentaria, intercambios de semillas, proyecciones de vídeos y conferencias, entre otros. 
Contacto de prensa: Viviana Rojas Flores: (55) 6199299536Portavoces: Marina Dos Santos (español, portugués), Federico Pacheco (francés), Elizabeth Mpofu (inglés): +263 772 443 716
Registra tus acciones y envíanos información sobre los eventos organizados al correo:  lvcweb@viacampesina.orgTambién puedes enviar fotos, vídeos, carteles, panfletos, etc. Los publicaremos con un mapa de todas las acciones en www.viacampesina.org
NOTA:
(1) El 17 de abril de 1996, en el estado amazónico de Pará, en Eldorado dos Carajás, la policía militar de Brasil masacró a los campesinos organizados en el Movimiento de los trabajadores rurales sin tierra (MST), asesinando a 19 personas e hiriendo a 69.  Ese día, 1500 mujeres y hombres se organizaron en el MST y ocuparon y bloquearon la autovía BR -150 en Eldorado dos Carajás, con el objetivo de presionar al gobierno estatal y federal para llevar a cabo una reforma agraria.  Las autoridades estatales, la policía, el ejército y grandes terratenientes estaban implicados en la planificación y ejecución de la masacre.


17 de abril, día internacional de la Lucha campesina

Veinte años han pasado desde que, en el Dorado dos Carajas, en Brasil, 19 campesinos y campesinas organizados por el MST, movimiento de campesinos sin tierra, fueran asesinados por defender y luchar por el derecho a la tierra, la soberanía alimentaria y en definitiva, la defensa del territorio y la vida frente a los intereses de los gobiernos y las grandes transnacionales.

Mari García, parlamentaria de Podemos Andalucía y activista campesina. En Andaluces.es

Al igual que aquel 17 de abril de 1996 asesinaran a 19 hombres y mujeres, hace tan sólo unos meses, la compañera Berta Cáceres, perdía la vida a balazos por atreverse a denunciar y defender los derechos de la comunidad lenca y los movimientos campesinos, la soberanía alimentaria o el respeto por la tierra y los ríos. También hace unos días, en Paraná (Brasil), la guardia privada y la policía tendían una emboscada contra una ocupación de tierras del Movimento dos Trabalhadores Sem Terra (MST) que dejaban 2 muertos y decenas de heridos. Del mismo modo, aunque salvando las diferencias, el SOC en sus inicios y el SAT ahora viene soportando en Andalucía la persecución y el acoso y derribo en forma de multas, denuncias continuadas, juicios y peticiones de cárcel, que suponen una nueva forma sutil y casi invisible de minar y acabar con una trayectoria de luchas históricas pacífica pero continuada de denuncias sobre la desigual distribución de la tierra en Andalucía, el reparto de subvenciones y una política agraria comunitaria en favor de grandes terratenientes y la situación de explotación y sometimiento de los y las trabajadores sin tierra.

Lejos quedan en la memoria Emiliano Zapata pidiendo Tierra y Libertad, o, más cercano en el territorio Pérez del Álamo, quien encabezó la “Revolución del Pan y el Queso” en Loja, o la huelga de Jerez por la eliminación del trabajo a destajo, o los sucesos de Casas Viejas, o más reciente en el tiempo las numerosas marchas, ocupaciones de tierra, cortes de carreteras y huelgas de hambre protagonizadas por los jornaleros y jornaleras del SOC reclamando el derecho a la tierra para quien la trabaja, la eliminación del requisito de las peonadas y la reforma agraria en Andalucía, todos tratados de sofocar y silenciar con represión en un modo u otro.

Así pues, parece innegable que existe una pretensión a nivel mundial de perseguir y criminalizar a todos los movimientos campesinos y jornaleros que se atreven a denunciar los intereses que subyacen bajo los modelos de “desarrollo” que acaban siendo devastadores con la naturaleza y otras vidas. Tanto gobiernos como grandes empresas transnacionales tienen grandes intereses en poseer y controlar los recursos naturales, conocedores de la imposibilidad de renuncia ante lo único que resulta imprescindible para la vida y que por tanto ofrece garantías de grandes beneficios. Para quienes ofrecemos alternativas más respetuosas, contrarias a un modelo desarrollista sin fin y depredador que está acabando con el planeta y el futuro de las próximas generaciones, quienes hoy día planteamos el derecho a la tierra como fuente de vida, la soberanía alimentaria como garante de igualdad, el acceso al agua como derecho humano fundamental, el respeto y cuidado de las semillas como legado milenario de nuestros ancestros, quienes nos sabemos interdependientes y ecodependientes de un planeta con recursos limitados y finitos que grita desesperado y sangra por salvar su vida y de quienes lo habitan, el 17 de abril representa un hito en el calendario en la voluntad de unirnos por el compromiso y el deber de la lucha campesina, y en ese compromiso ponemos la vida.

El medio rural andaluz como modelo de resistencia

Se suele contar la anécdota de que en una escuela urbana algún docente pidió a los niños y niñas que pintaran una vaca y un pollo y que algunos niños y niñas colorearon la vaca de morado, como la de la conocida marca de chocolates, y el pollo lo dibujaron ya asado. Es posible que esta anécdota sea algo exagerada pero sí refleja el profundo desarraigo y desconocimiento que existe, y que además se fomenta, del campo.

Teresa Rodríguez y Rocío Van der Heide, de Podemos. En ElDiario.es
La falta de contacto con la tierra, máxime en estos tiempos en los que la vida se observa desde detrás de algún tipo de pantalla de diverso tamaño, nos hace tener un conocimiento sin experiencia que poco o nada tienen que ver con lo vivencial y por tanto nos dan una visión muy parcial y sesgada de la misma, entre otras cosas además, porque generalmente esos relatos vienen construidos desde el poder con una voluntad clara de transmitir una idea y no otra.
Según el Instituto Nacional de Estadística, sólo 29 municipios andaluces de los 770 totales superan los 50.000 habitantes. Trasladar la imagen de que Andalucía es ya una sociedad urbana, despojada de las huellas del sol en el rostro y el trabajo en las manos, presentar el medio rural andaluz como un reducto o una subcultura es no ajustarse a una realidad palmaria. Andalucía es eminentemente rural aunque haya evolucionado su estructura productiva y sea mayor la simbiosis entre población rural y urbana como consecuencia del desarrollo de los medios de comunicación y transporte.
Sacudidos los prejuicios y también los complejos, quienes habitan los pueblos saben de la importancia que estos juegan en la realidad social, económica, política y cultural de las 55 comarcas de Andalucía. En un contexto de crisis como el que vivimos, mucho se han nombrado las dificultades recientes del modelo económico para salir de su propio barrizal. Sin embargo, y aunque esto no ha salido tanto en los medios, ya desde mucho antes se señalaba la profunda crisis ecológica, social, política, civilizatoria y también humanitaria que venimos padeciendo (claro ejemplo de ello son el desplazamiento masivo de personas buscando un lugar que garantice unas mínimas condiciones de vida). El papel que el medio rural juega en el sostenimiento de unos valores democráticos de ecología, de igualdad, de apoyo mutuo y de sostenibilidad de la vida ha sido poco puesto en valor por la clase política en este país, más bien al contrario. Aún así, la solidaridad sobre la que se construye la vida en los pueblos del medio rural de Andalucía se convierten en ese sentido en un muro de contención que evita la absoluta indefensión del individuo frente a las agresiones del mercado y las finanzas y evita, en un ejercicio de resistencia cotidiano, el éxodo masivo de población rural en nuestra comunidad en comparación con otras zonas de la península.
La agricultura tiene un peso específico en Andalucía que sigue estando por encima de la media estatal. Grandes extensiones de tierra rodean los pueblos con cultivos varios. Durante años vimos lomas llenas de olivares que ofrecían trabajo a los hombres y mujeres por largas temporadas, primero en el verdeo y luego en la recolección de la negra para el aceite. Ahora muchos de esos olivos centenarios han desaparecido con la única esperanza de ser trasplantados como árbol ornamental a las puertas de una mansión o chalet y se nos ofrecen campos de olivar en intensivo que pueden recolectarse a máquina con poco más de dos o tres personas que sustituyen a las antiguas cuadrillas de más de 20 personas. Por supuesto que también hay otros cultivos como el melocotón, la vid, las hortalizas o los cítricos, cuya recolección ha saltado tristemente a la prensa por las condiciones de semiesclavitud en la que viven quienes recogen nuestros alimentos, y sabemos que no es privativo de la campaña de los cítricos. Lo que nos falta, además de condiciones laborales dignas, porque nunca se apostó por ello y lo poco que había se ha desmantelado poco a poco, es industria de transformación para esos productos. En otras zonas, como la sierra sur sevillana y otras, las grandes extensiones y latifundios se conjugan con pequeños propietarios y campesinos. Sin duda el mapa es plural y diverso en una comunidad autónoma con una extensión de 87.268 kilómetros cuadrados.
No obstante, como ya señalábamos nunca hubo una puesta en valor del medio rural, de la tierra no sólo entendida como algo físico y tangible, sino como una manera de estar en el mundo que genera identidad propia, que permite sentirse parte de un todo y no un ente aislado en mitad de la nada. La tierra generadora de vida, la tierra nutricia. Muy por el contrario se ha hecho una construcción negativa de la misma como algo de lo que huir. Esa construcción no es baladí y ha permitido un abandono por parte del campesinado y la gente jornalera de la tierra dejándola libre para que la concentración en manos de unos cuantos sean cada vez mayor.
A día de hoy el 66% de las tierras cultivables se encuentran en manos de menos del 6% de los propietarios, muchas de ellas procedentes de regalos a la nobleza ya como pago por la participación en la llamada "reconquista", si viajamos por los siglos, como por concesiones tras la ocupación y la dictadura franquista, si nos retrotraemos a algunas décadas. Hoy día existen nuevas formas en la acumulación y acaparamiento de tierras sobre las que casi podemos establecer una similitud con lo que ocurre con las viviendas y los desahucios. Los pequeños campesinos, las pequeñas cooperativas agrarias piden créditos agrarios que les llevan a la quiebra y a la venta de las tierras que acaban en manos de los bancos con el añadido de recibir las subvenciones de la PAC que no están sujetas ni a la producción ni a la generación de empleo y que van a parar a las grandes fortunas. El pequeño campesinado y los jornaleros y jornaleras del campo se ven expulsados de su propia tierra por las políticas que se implementan desde Europa y también por la falta de iniciativa y alternativa de las distintas administraciones estatal y autonómica. No existen políticas públicas de distribución para repartir la tierra ni se fomentan e incentivan los canales comerciales cortos para mejorar la vida de los pequeños campesinos y cooperativas frente a la gran distribución. La competencia entre pequeños y grandes campesinos se hace imposible, lo que lleva en la mayoría de los casos a la quiebra y venta de tierras, entrando en una espiral perversa que deja la tierra en cada vez menos manos y cada vez más paro, pobreza e inmigración en los pueblos de Andalucía.
No existe una política pública en materia laboral que reconozca y mejore la vida de jornaleros y jornaleras que siguen dependiendo de las peonadas y de un campo que no ofrece jornales. Muy por el contrario, ponen su contratación en manos de empresas de servicios y Empresas de Trabajo Temporal que subcontratan y bajan aún más los salarios, incumplen convenios laborales y les someten a la voluntad y humillación del patrón. Por otra parte, la política agraria comunitaria ofrece subvenciones a las grandes superficies sin exigencias de producción, ni de generación de empleo, ni siquiera de cumplimiento de los convenios y la legislación en materia laboral. Ante este panorama la situación se vuelve insostenible para los hombres y mujeres del campo que no encuentran alternativas en un modelo diseñado para servirse a sí mismo y retroalimentarse en la espiral de acumulación.
Cuando a inicios de los 80, incluso antes, las y los jornaleros se empezaron a organizar y movilizar, ante la presión popular el Gobierno de la UCD se vio obligado a ampliar el empleo comunitario ofreciendo 4 días a la semana a los parados. Posteriormente, la movilización y la lucha de las mujeres jornaleras logró su derecho a trabajar también en el empleo comunitario y a poder tener cartilla agrícola. Las mujeres y hombres del medio rural protagonizaron encierros, huelgas de hambre, manifestaciones y marchas que contribuyeron a la desestabilización del Gobierno y la dimisión de Suárez y la llegada de  Calvo Sotelo. En esa coyuntura de provisionalidad, la burguesía preparaba el cambio con Felipe González a la cabeza. En el 1982, el PSOE gana las elecciones generales obteniendo 202 diputados, una mayoría amplia que le permitía hacer todas las reformas en favor del pueblo que hubiera querido. Pero no fue así y optó por hacerlas  contra el pueblo y las reivindicaciones históricas de Andalucía fueron ignoradas (Reforma Agraria, Industrias de transformación, y Banco Público Agrícola). Así, en Andalucía con la Ley de 1984 se crea el IARA que compró tierras a un precio elevado, no expropiando nada, y que posteriormente ha ido vendiendo a precios simbólicos acabando finalmente en las mismas manos, quedando en la actualidad muy pocas y sin estar a disposición de cooperativas de jornaleros.
Así, en el contexto social y político actual el futuro del medio rural y de sus hombres y mujeres pasa por un cambio estructural y de modelo productivo.  Ahora bien, y en consonancia con lo expuesto anteriormente, para que esto sea posible, los colectivos agrarios, las organizaciones de campesinos y jornaleros deben estar en el centro del debate y generar propuestas y  medidas, presionar como antaño se hiciera en un grito desesperado por la puesta en valor y el reconocimiento del medio rural andaluz, ser sujetos activos en la reivindicación de derechos y la consecución de mejores condiciones para el mantenimiento de los pueblos. Frente a un modelo insostenible medioambientalmente, socialmente inhumano y explotador, y económicamente desigual, hay que corregir urgentemente la destrucción del tejido productivo y del empleo y el empeoramiento de las condiciones de trabajo y de vida de las comunidades rurales. Urge terminar con la dependencia del requisito de las peonadas y lo que ello supone en cuanto a las construcción de una  red de clientelismo y dependencia para su consecución, afectando de manera acuciada a jóvenes y mujeres. Hay que apostar de manera decidida por una agricultura ecológica, menos intensiva y agresiva con el medio ambiente y en definitiva con la vida puesto que esos son los alimentos que ingerimos, acortar los circuitos de distribución, favorecer la economía local, garantizar derechos laborales, hacer una apuesta por la soberanía alimentaria, los cuidados desde una perspectiva amplia entendiendo la inter y la ecodependencia que nos define.
Quienes viven el campo, quienes habitan los pueblos, quienes arrastran la experiencia acumulada de denunciar la situación que vive la gente y de ofrecer alternativas al modelo actual no esperan mandatos capitalinos y quieren ser, como ya fueron, protagonistas de la historia. 

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