miércoles, 13 de abril de 2016

En defensa de l@s Refugiad@s. Algunos argumentos son mejores que otros

Los gobiernos y los partidos del orden europeos no buscan soluciones al drama de la población civil siria (afgana, iraquí ...) y de sus refugiados, sino que se preocupan sobre todo de mantenerlos a raya, traspasando buena parte del trabajo sucio a otros. Y encima, se aprovechan de este drama para legitimar su intervención, hacer tragar la represión y el control, desviar el descontento con sus políticas antipopulares o esconder su responsabilidad en la gestión –y la gestación– de esta misma situación.

Brian Anglo, en Viento Sur


Los gobiernos y los partidos del orden europeos no buscan soluciones al drama de la población civil siria (afgana, iraquí...) y de sus refugiados, sino que se preocupan sobre todo de mantenerlos a raya, traspasando buena parte del trabajo sucio a otros. Y encima, se aprovechan de este drama para legitimar su intervención, hacer tragar la represión y el control, desviar el descontento con sus políticas antipopulares o esconder su responsabilidad en la gestión –y la gestación– de esta misma situación.

Por el contrario, hay mucha gente que sí desea de verdad ayudar a estas personas. Se nota una gran empatía espontánea y ganas de "hacer algo", aunque estos sentimientos positivos todavía no han cuajado en un movimiento estructurado y coordinado con objetivos prácticos y políticos claros, cuya necesidad es tan crucial como urgente.

También existe una cierta confusión en cuanto a la justificación política o moral que podría fundamentar este movimiento y en ocasiones se utilizan argumentos o enfoques aparentemente válidos, pero que tienen algunos aspectos problemáticos. Veamos unos cuantos.

• Parece bastante probable que la intervención de gobiernos extranjeros en Siria y otros países incrementa aún más el flujo de refugiados hacia Europa. Ahora bien, esto no es el principal motivo por el que hay que oponerse a esta intervención, que persigue objetivos ajenos e indiferentes a los intereses de la mayoría del pueblo sirio, sino la solidaridad con las personas que sufren las consecuencias directas de tal intervención, se conviertan en refugiados o no.

• Apoyar a las personas definidas como refugiadas, cuya desesperación queda palmaria en imágenes sobrecogedoras, no debería hacer olvidar o relegar a un rango inferior todas las demás personas que migran, a menudo por razones similares, aunque menos mediáticas. Muchas de estas personas han muerto y siguen muriendo a causa de las políticas y las prácticas excluyentes de la Unión Europea y de los gobiernos de países, como el del Estado español, que hace tiempo que implementan el rechazo físico, la devolución sin miramientos y la externalización de fronteras. En todo caso, hay que defender la migración –la libertad de circulación y de establecimiento de las personas– como un derecho universal, sin jerarquías.

• Tampoco debemos olvidar las personas, por ejemplo en Siria, que no pueden huir... o que deciden quedarse porque no quieren abandonar su casa, su familia, su vecindario o su resistencia.

• Hay que superar la visión de las personas refugiadas como víctimas pasivas. Dentro de los márgenes estrechos de sus circunstancias, son agentes activos, comportándose a menudo con una gran determinación ante los múltiples obstáculos que encuentran en su camino. En algunos momentos incluso pueden obrar de forma colectiva, como cuando han forzado la apertura de fronteras cerradas a su paso o se han negado a ser devueltos desde Grecia a Turquía. Es importante reconocer esta actividad.

• A la hora de criticar la mezquindad, el cálculo electoralista y el egoísmo que limitan las plazas ofertadas para refugiados y que caracterizan el mercadeo en torno a la distribución de las exiguas cuotas finalmente acordadas (pero no aplicadas) entre los diferentes países de la Unión Europea, hay que condenar también cómo, en todo este proceso, se obvia la voluntad de las personas directamente afectadas y que son tratadas como meras cifras a regatear, desprovistas de toda humanidad.

• Para contrarrestar la representación de los refugiados y refugiadas como una "carga", hay quien argumenta (como hacen algunos también respecto a otros migrantes) que pueden ser útiles para una población autóctona que se envejece, mientras que ellos suelen ser jóvenes y emprendedores o tienen una buena formación. ¿Qué pasa, sin embargo, si no resultan ser tan útiles, o con los y las que no son tan rentables? Apoyarse en razones utilitaristas no proporciona una base sólida para la convivencia.

• Ciertamente el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía para la devolución de nuevos demandantes de asilo (así como el almacenamiento y contención de más de dos millones de personas) es de dudosa legalidad. Y es importante, por supuesto, desenmascarar los subterfugios e interpretaciones interesadas empleadas por los representantes de la UE para ocultar el incumplimiento de la legislación internacional y de la suya propia. Sin embargo, ante la posibilidad de que las instituciones consigan presentar determinadas medidas inaceptables como plenamente legales –algo poco sorprendente teniendo en cuenta quién hace las leyes y a favor de quién– es aún más importante insistir sobre la legitimidad y la justicia como normas superiores a la ley, de una manera similar a como se llama a la desobediencia cuando la Ley de Extranjería criminaliza la solidaridad con las personas sin papeles.

• Esto no quiere decir que no valga la pena utilizar vías jurídicas para cuestionar las actuaciones de los gobiernos y de las instancias comunitarias; al contrario. Ahora bien, hay que tener presente que un eventual recurso legal –de resultado incierto y en todo caso de eficacia limitada y tardía– por sí solo no frenará estas medidas y no puede sustituir una movilización masiva y sostenida.

• Pretender que "Europa" o, más precisamente, la Unión Europea, debiera tener vergüenza por su actitud puede ayudar a resaltar la hipocresía de sus dirigentes, el doble rasero que utilizan y el abismo que separa su práctica de los valores que dicen mantener. Sin embargo, corre el riesgo de crear confusión en la medida que concede credibilidad a estas instituciones y a la posibilidad de que esta supuesta "vergüenza" les obligue a cambiar su actitud. Esto requeriría, más bien, que la repulsión ética sentida por sectores amplios de la población vaya más allá de condenas morales y que se traduzca en presión directa y política sobre estas instituciones y sus líderes.

En un mundo interconectado de mil maneras, donde cualquier política o acontecimiento tiene repercusiones por todas partes, la única forma de abordar las cuestiones de cierta envergadura como la de los refugiados y las refugiadas desde una posición de izquierda consecuente es a través de la solidaridad y la cooperación internacionales con todas las personas oprimidas y explotadas, estén donde estén, sean de donde sean.

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