domingo, 1 de marzo de 2015

Nigeria: una política que sume al país en la barbarie

INTRODUCCIÓN
Tino Brugos, de Viento Sur

Con casi un millón de kilómetros cuadrados y 175 millones de habitantes, Nigeria es la gran potencia africana junto con Sudáfrica. Al igual que el resto de los países africanos es el resultado de la colonización, británica en este caso. En su intento por lograr el control de las rutas comerciales, sobre todo tráfico de esclavos, que surcaban los ríos Níger y Benoué, los ingleses fueron ocupando territorios hasta formar la inmensa colonia que se corresponde con la actual Nigeria.

En su avance hacia el interior y, para evitar conflictos mayores, los colonizadores dejaron amplias zonas del interior del país bajo la fórmula del Dominio indirecto que permitía una amplia autonomía en los asuntos interiores a las jefaturas y las élites tradicionales. Este sistema, útil en aquel momento, se ha revelado como una fuente de conflictos tras la independencia. En lugares como Sudán del Sur o Nagalandia, en la India, el Dominio indirecto permitió la aparición de conflictos que llegan hasta nuestros días.

En el caso de Nigeria, la región del Norte se mantuvo bajo el control de los gobernantes tradicionales, refractarios a cualquier símbolo de modernidad introducido por la colonización que procediera de las áreas costeras. Estos gobernantes, vinculados a una interpretación rígida del Islam cultivan una recreación histórica que les vincula con el Califato de Sokoto y su Yihad en el Sahel durante el siglo XIX y un rechazo hacia elementos disgregadores como el sistema educativo tanto de la época de la colonia como el surgido tras la independencia. No es casualidad que la insurgencia yihadista actual haya tomado el nombre de Boko Haram (La educación occidental es pecado) manteniendo un sistema dogmático e irracional basado en los valores religiosos.

A pesar de esto Nigeria se ha mantenido como un país singular en el contexto africano. Se ha dotado de un modelo federal (sistema poco frecuente en el continente) para suavizar las tensiones centrífugas con resultados reseñables si se exceptúa el conflicto de Biafra a finales de los años sesenta del pasado siglo. Como en otros países ha conocido varios golpes de estado protagonizados por el ejército aunque ha logrado restablecer siempre el sistema parlamentario. Esta relativa solidez ha permitido a Nigeria convertirse en un aliado clave para los países occidentales en la región participando en diversos operativos pacificadores (desde Liberia hasta el más reciente de Mali)

La aparición de Boko Haram se está convirtiendo en un peligroso elemento de desestabilización. Sus actividades ya han causado varios miles de víctimas y un número mayor de desplazados internos y refugiados en los países vecinos. Hasta el momento las condenas de los países occidentales no han pasado del umbral de la retórica, priorizando su preocupación por lo que viene ocurriendo en el contexto de Oriente Medio. Sin embargo, la configuración fronteriza artificial surgida de la colonización está jugando un papel importante puesto que Boko Haram cuenta con buena implantación en el vértice fronterizo donde confluyen Camerún, Chad y Níger, una región donde se encuentran varias etnias trasfronterizas, lo cual comienza a repercutir entre los vecinos de Nigeria. Paul Martial analiza la situación creada en las últimas semanas señalando los graves riesgos de fractura interior en Nigeria si continúan las actividades de Boko Haram sin que ninguna otra fuerza sea capaz de oponerse a su avance. 

Una política que sume al país en la barbarie


Paul Martial, en Pambazuka News
Boko Haram, atacando simultáneamente tres ciudades importantes: Maiduguri, Konduga y Monguno, acaba de demostrar su capacidad de hacer daño y al mismo tiempo, pone de relieve la debilidad del ejército nigeriano; sobre todo, porque el grupo islamista se ha adueñado de Monguno, considerado el último bastión delante de la capital regional Maiduguri. Estos éxitos militares representan una amenaza real para Nigeria, pero también para los países vecinos.

Hace ya varios meses que Boko Haram lleva a a cabo incursiones mortales en el extremo norte de Camerún, ese territorio formado por una estrecha franja encajada entre Nigeria y Chad que ha sido abandonado desde hace tiempo por las autoridades camerunesas. Para la secta islamista, este territorio desempeña el papel de zona de repliegue y de escondite de armas; no duda en reclutar jóvenes sin recursos, reclutamiento facilitado por la misma comunidad de los Kanuri que viven a ambos lados de la frontera, justamente la etnia del dirigente de la secta Aboubakar Shekau.

Si durante mucho tiempo el poder camerunés ha cerrado los ojos a las acciones de Boko Haram, los diversos secuestros de extranjeros en su territorio han obligado al poder y a las fuerzas armadas a intervenir. Desde entonces, los ataques en territorio camerunés son frecuentes. Si las fuerzas armadas camerunesas han logrado por ahora rechazar todas estas ofensivas, el coste humano y financiero es elevado. Por lo demás, ese es el sentido de la petición de ayuda de Paul Biya, el presidente camerunés, que al mismo tiempo, critica la deserción del ejército nigeriano.

Una de las consecuencias es que la región sufre una importante crisis alimentaria. Los campesinos no pueden trabajar en el campo sin correr el riesgo de ser raptados o asesinados. Se estima que se han perdido más de la mitad de las cosechas.

Níger también está muy inquieto por el avance de las tropas de Boko Haram. En efecto, desde la ciudad fronteriza de Diffa, los nigerinos pueden observar las banderas negras izadas por la secta islamista. Los yihadistas aprovechan las fronteras porosas para aprovisionarse y reclutar.

Por algunos cientos de dólares, los jóvenes se unen a la secta, luchan en Nigeria y regularmente vuelven a su país para ver a su familia. Además, entre el importante número de refugiados nigerinos que atraviesan la frontera, se han infiltrado combatientes de Boko Haram para mantener una presencia física en Níger y eventualmente proseguir el reclutamiento en los campos de refugiados.

Chad es con mucho, el país que tiene un ejército más fiable y el más eficaz. En efecto, muchas de las divisas conseguidas de la renta petrolífera han sido invertidas en la compra de armas y de material militar. La opción de tener un ejército sólido viene de la historia del país, que no dejó de tener conflictos con Libia o Sudán. Además, para poder desempeñar un rol en la región, el presidente chadiano, Idriss Déby, se tuvo que dotar de un ejército sólido. Por eso, Francia en el norte de Mali se apoya en Chad, contra los yihadistas. Los chadianos también juegan un papel de primer orden en la crisis de República Centroafricana donde ya se ha identificado un campamento de Boko Haram. La decisión de enviar una ayuda militar sustantiva al ejército camerunés se explica especialmente, porque la capital N’Djamena se encuentra a 100 Km de las zonas de conflicto en el extremo norte de Camerún.

Además, la amenaza de Boko Haram sobre la ciudad de Kousseri le habría permitido controlar la ruta transnacional Maroua-Kousseri-N’Djamena, eje de carreteras considerado con razón como estratégico para Chad, país en el que está enclavada.

Sin embargo, varios observadores señalaron el doble juego de Déby respecto a Boko Haram. Algunos opositores, como el Movimiento 3 de febrero (M3F), acusaron a Idriss Déby, si no de haber apoyado a la secta, al menos de mantener una actitud de lo más condescendiente durante muchos años.

No sería la primera vez que el mantenimiento y la protección de grupos armados en otro país formarían parte de la diplomacia de Chad; ese fue el caso de Sudán, especialmente con el apoyo al Movimiento para la Justicia y la Igualdad (en inglés, JEM) y es actualmente el apoyo a una parte de las milicias Seleka en la República Centroafricana.

Lo que es cierto es que Boko Haram es una bendición para los poderes locales en activo. A partir de ahora, el conjunto de las cancillerías occidentales consideran que los dictadores como Biya, Déby representan garantías de estabilidad para la región Hace todavía algunos años, la dictadura chadiana era señalada con el dedo por la comunidad internacional, ahora en N’Djamena está instalado el estado mayor de la operación militar francesa Barkhane.

Algunos han destacado, con razón, la velocidad a la que Goodluck Jonathan condenó y expresó la solidaridad con las víctimas de los atentados de Charlie Hebdo y el supermercado Casher en Francia, mientras que para las víctimas de la ciudad nigeriana de Baga, cuyo número se elevaba a varios centenares de muertos con ciudades y pueblos de alrededor completamente arrasados, no hubo ninguna declaración, ya fuera para ocultar la verdad o minimizar el número de víctimas.

Igualmente reveladora del desinterés del gobierno es la reunión del 20 enero en Niamey, en la que el conjunto de los países africanos estaba representado por sus ministros de defensa con la llamativa excepción de Nigeria, pese a ser el principal afectado, únicamente representado por su embajador.

La progresión de Boko Haram es fruto de la ligereza de los gobernantes, que solo ven un problema interno en el norte del país, región tradicionalmente pobre y ampliamente ignorada en la capital federal. La prueba es que el comunicado de Amnistía Internacional en el que anunciaba que las autoridades nigerianas estaban al corriente de la fecha del ataque contra Monguno y no tomaron ninguna de las medidas necesarias para proteger a los civiles.

Esto se destacó varias veces, pero desde la creación de Boko Haram hasta el último año, las organizaciones de defensa de los derechos humanos han estimado que el número de muertos causados por el ejército es idéntico a los de Boko Haram. En efecto, el modus operandi del ejército es solo intervenir después de los ataques de Boko Haram, efectuar ejecuciones sumarias entre los jóvenes de las ciudades y pueblos atacados y, a continuación, declarar estos muertos como militantes de Boko Haram.

Después de que Shekau decidió conquistar territorios y permanecer en ellos para construir el califato, la debilidad del ejército nigeriano es más manifiesta. A pesar de que se beneficia del 20% del presupuesto nacional, el ejército es ante todo una gigantesca máquina de corrupción en la que los generales y los dirigentes se enriquecen sin vergüenza, dejando a los soldados rasos sin munición frente a Boko Haram y sin apoyo logístico. Por eso la izquierda radical está contra la pena de muerte pedida para 26 soldados acusados de amotinamiento, cuando se escaparon totalmente desprovistos de municiones ante del avance de Boko Haram.

Boko Haram se nutre de la crisis económica y social, fruto de decenios de política ultraliberal. Las elecciones presidenciales que deberían haberse celebrado a mediados de febrero, corren el riesgo de quedar comprometidas por el avance de Boko Haram; la toma de Monguno es un punto de apoyo para intentar tomar la gran capital de Borno, el Estado del norte, e impedir de hecho que voten más de cuatro millones de personas.

El rival de Jonathan Goodluck, el antiguo dictador, Muhammadu Buhari, originario del norte, tiene opciones. Conocido como una persona de mano dura, ha prometido arreglar el problema de la seguridad. Si los resultados son ajustados, la mala organización de las elecciones permitirá a los dos candidatos presentarse como ganadores de la consulta, con el riesgo de sumir al país en una crisis general. Ya en 2011, la violencia poselectoral había provocado un millar de muertos.

Las elecciones de febrero, que algunos partidarios de Goodluck querrían que fueran retrasadas tres meses, cosa que autoriza la constitución nigeriana, serán la oportunidad de hacer un balance sobre las cuestiones de seguridad pero también un balance social del país. Goodluck Jonathan ha sido un perfecto servidor de las órdenes de las instituciones financieras. Así, el FMI había exigido el fin de las subvenciones a los productos petrolíferos, provocando de facto un importante aumento del precio de la energía y los transportes. Una huelga general paralizó el país durante varios días obligando al poder a recular parcialmente.

El duelo entre Muhammadu Buhari y Goodluck Jonathan solo es una competición entre dos fracciones de las clases pudientes por la captación de los beneficios del petróleo. Por lo demás, están de acuerdo al menos en un punto: seguir llevando una política ultraliberal contra la población. Los trabajadores de Nigeria tienen sindicatos fuertes, pero la representación política, si existe, es débil y dividida y, por ahora, no permite que se le oiga mucho. Así pues, el futuro de Nigeria dependerá del surgimiento de luchas para contener la miseria, la corrupción de las clases dirigentes, la economía rentista y la violencia de los matones de Boko Haram.

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