Michael Warschawski, activista anti-sionista y fundador de Alternative Information Center. Publicado en NPA. Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR. Foto: Representantes de la Lista Común
Con una mayoría confortable, incluso tras la salida de su aliado del centro-derecha Yesh Atid, Netanyahu podía llegar tranquilamente al final de su mandato y proseguir su política extremista y suicida que le lleva incluso a provocar una crisis importante con su aliado estadounidense.
Un Likud sin oposición
Todo invita a pensar que estas elecciones van a ser algo inútil, y que tras el 17 de marzo estaremos en las mismas. Sin embargo, Netanyahu no es apreciado, es lo menos que se puede decir. Ni su política interna ni la internacional son un éxito: el crecimiento económico se agota, el nivel de pobreza ha seguido aumentando y el aislamiento de Israel en la escena internacional no tiene precedentes. Sin olvidar la agresión militar contra Gaza que, para el Estado hebreo, ha sido un fracaso.
Añadamos que incluso si lograra un mejor resultado que el Likud, el tándem Herzog-Livni no tiene los medios necesarios para formar una coalición mayoritaria de centro izquierda. Por tanto, no hay nada que esperar de las próximas elecciones… salvo del lado del electorado árabe. Y precisamente en este sector somos testigos de una verdadera revolución.
Dinámica unitaria alrededor de la “Lista común”
En efecto, la enmienda a la ley electoral preparada por el Ministro de Asuntos Exteriores de extrema derecha, Avigdor Lieberman, que ha aumentado el mínimo necesario para tener electos, ha obligado a todos los partidos árabes a unirse en un único bloque electoral: comunistas, nacionalistas e islamistas se han unido en la “Lista Común” y, si logran movilizar el electorado palestino de Israel, pueden obtener 14 electos, algunos sueñan con 15, convirtiéndose así en la tercera formación en el Knesset. Esta dinámica unitaria ha permitido a algunos centenares de militantes judíos de la izquierda no sionista reagruparse para apoyar una lista que es la única que se posiciona en contra del discurso dominante y consensual en la población judía.
La prioridad es hoy convencer al electorado árabe de Israel de que vaya a votar, ya que durante las dos últimas décadas la abstención ha sido de cerca del 50 %. Si se materializa una dinámica de apoyo a la “Lista Común”, se puede esperar, legítimamente, que prosiga después de las elecciones y ponga fin, de ese modo, a una quincena de años de retroceso en la movilización popular de la minoría palestina de Israel. En este sentido, la constitución de una lista árabe unificada cambia la situación, y no solo en el plano electoral.
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