sábado, 27 de abril de 2013

Diez años después de la invasión de Iraq, las mujeres tienen que valerse por sí mismas

 LOS DERECHOS DE LAS MUJERES Y LA GUERRA

Zillah Eisenstein, escritora de renombre internacional sobre teoría feminista en USA desde hace 30 años. Es además activista feminista y antirracista. En AlJazeera. Traducido por VIENTO SUR

Las guerras de EE UU contra Irak comenzaron con Bush padre en 1991. Embargos, sanciones y bombardeos han marcado décadas de brutalidad militarizada contra este país. Las repetidas mentiras sobre armas de destrucción masiva y los arsenales de Sadam Husein dieron pie a la invasión ilegal de 2003. Cientos de miles de personas perdieron la vida en aquel periodo y varios millones fueron desplazadas a raíz de la ocupación estadounidense. Gran parte de esas personas son mujeres, esas mismas mujeres que Laura Bush prometió “proteger”.

En las semanas previas al 10º aniversario de la invasión de 2003 no se ha hablado casi nada de los derechos reales de las mujeres en Irak. En vez de ello, medios de comunicación y pantallas de toda clase se dedican de lleno a comentar dilemas feministas en EE UU, desde la necesidad proclamada por Sheryl Sandberg de contar con mujeres poderosas para involucrarse, hasta la discusión de si las mujeres –esa fantasmagórica categoría no especificada– pueden “tenerlo todo” o “no”.

Son tiempos malos los que nos ha tocado vivir. Se dice que las guerras terminan (y de hecho no lo hacen), y las que se lidian contra las mujeres en todo el mundo –desde Congo hasta Egipto, desde Afganistán hasta el partido Republicano de EE UU– ni siquiera se cuentan entre aquellas. Hay mucho ruido en torno a Sandberg en Facebook, llamando a las mujeres a involucrarse –es decir, permanecer sentadas a la mesa y perseverar– para obtener cargos de alta dirección, mientras la mayoría de mujeres de aquí y de todas partes no tienen posibilidad alguna de acceder a los niveles superiores del poder. No dejemos confundirnos por el hecho de que las secretarias de Estado Madeleine Albright, Condoleezza Rice e Hillary Clinton supervisaran las guerras en Irak y Afganistán. Hillary –siempre dispuesta a involucrarse– habló en nombre de los derechos de las mujeres sin conseguir gran cosa a cambio.

Es problemático y penoso que Sandberg se declare feminista sin especificar que el feminismo que preconiza es corporativista y demasiado excluyente. Su noción de “verdadera igualdad” implica que más mujeres accedan a las altas esferas, a puestos de mando en las estructuras estatales y empresariales. Parece creer que estas mujeres cambiarán el mundo para todas las demás, y para los hombres. Sin embargo, hasta la fecha no lo han hecho de alguna manera significativa. ¿He de recordar la famosa declaración de Madeleine Albright cuando le preguntaron por las sanciones de EE UU contra Irak que ponían en peligro la vida de cientos de miles de niños? Dijo esto: “Pensamos que vale la pena”.

Por tanto, ¿qué debe pensar una niña o una mujer? Hillary concluye su mandato como secretaria de Estado y la ensalzan como una de las mejores. La aclaman por su política exterior de defensa de los “derechos de la mujer” y la gratitud de mujeres de todo el mundo. Poco se habla de la postura imperial de la que parte, ni de la violencia de género que ha desatado y sigue desatando la política de EE UU con respecto a mujeres de todo el mundo bajo su supervisión. Las mujeres de Irak, Afganistán y Egipto se alzan, lo que Sandberg podría llamar se involucran, pero contra las prácticas patriarcales en que está implicada la política estadounidense.

Estas complejas relaciones y sus silencios excluyentes asociados parecen producirse por todas partes. Saludan al nuevo papa Francisco como amigo de los pobres; lo alaban por su estilo de vida sencillo y su preocupación por la pobreza, pero él mantiene tensas relaciones con la presidenta argentina, Cristina Fernández, en torno al derecho de las mujeres a la libre contracepción y la legalización del matrimonio homosexual. Parece que el papa no es amigo de las mujeres y/o personas homo o transexuales, sean pobres o no. Poca cosa se dice de su doctrina excluyente, de manera que esta queda fuera de la vista, del mismo modo que tanta violencia de género y tanta desigualdad que amparan las guerras “por los derechos de las mujeres”.

¿Feminismo de quién?

Una primera pregunta es: ¿a qué intereses responde el feminismo imperial cuando genera ventajas para las mujeres? ¿A qué intereses responde la noción de involucrarse de Sandberg? Está claro que son los intereses de las empresas estadounidenses, pues de lo contrario no le darían tanto bombo y platillo. Pero la cosa también es un poco más complicada que esto, porque muchas mujeres de distintas procedencias de clase, raciales o geográficas pueden identificarse con buena parte de lo que escribe Sandberg en Vayamos adelante. Mujeres, trabajo y el deseo de liderar. Sus historias tal vez recuerden a la gente sus propias inseguridades, su falta de confianza en sí misma y sus personalidades autocontroladas. Sin embargo, la mayoría de mujeres en nuestros lugares de trabajo y nuestras vidas no podemos hacer lo que tenemos que hacer para vivir y cuidar a nuestros seres queridos sin trabajar más allá de nuestros límites, manteniéndonos firmes y llevando las cosas adelante. Muchas mujeres, especialmente las que viven en países devastados por la guerra, ya “se involucran” en sus vidas sin tener ninguna otra opción.

Sandberg dice que la revolución feminista se ha atascado; que las mujeres necesitan más ambición para escalar a lo más alto y cambiar las cosas desde allí. ¿De veras? La explotación por la empresas del 99 % de la población permanece intacta. La rígida estructuración del trabajo y el hogar sigue estando vigente, por mucho que ella quiera que los hombres y las mujeres crucen la divisoria en igualdad. Que haya mujeres en puestos de dirección significará que habrá mujeres que dirijan esta pesadilla estructural de imperio y explotación. No necesitamos a más mujeres en los puestos del poder que las que ya existen. 

Necesitamos una formulación distinta, no jerárquica, del poder, que no esté enraizada en la violencia de género en todo el planeta, y entonces las feministas de cualquier sexo y raza podrán ocupar puestos de poder.

Pocas personas criticarán el deseo feminista de Sandberg de que sus/nuestros hijos e hijas hallen la felicidad y la pasión en cualquier aspiración que pretendan. Permítanme entonces que amplíe este punto de vista más allá de sus “puntos ciegos” y dialogue a partir de ahí. Ella nos invita a “seguir hablando” y no poner fin a la conversación demasiado pronto. De modo que continuaré, pero de un modo distinto.

Guerras y mujeres en Irak

Las guerras se ponen en marcha y a menudo continúan sin hacer ruido. Continúan incluso cuando se supone que han terminado. Están produciéndose nuevas formas de guerra y es posible que pocas de nosotras estemos buscando en los lugares adecuados. Y la guerra más antigua –la que se produce contra los cuerpos de las mujeres– se invisibiliza demasiado a menudo cuando es terriblemente real. Las guerras locales –así llamadas por razones geográficas–, como las de Irak o Afganistán, falsean la guerra de género, pero solo nominalmente. El hecho es que la violencia de género es sistemática: secuestros, castigos públicos, amenazas de muerte, agresiones sexuales y asesinatos tienen por objetivo particular a mujeres. La organización One Billion Rising sacó a la luz pública una guerra global de violencia sexual.

MADRE, un grupo internacional de derechos humanos de las mujeres con sede en EE UU, ha estado presente en Irak sobre el terreno durante toda la década pasada. Se dedica a combatir la violencia de género en situaciones de conflicto y en estos momentos colabora con un grupo asociado, la Organización por la Libertad de las Mujeres en Irak (OLMI), para hacer frente a la creciente ola de violencia contra las mujeres en el país. Resulta difícil decir qué es peor: un Estado casi laico con un dirigente totalitario llamado Sadam Husein, o extremistas religiosos de derechas que pretenden imponer su visión patriarcal de la vida. El caso es que la guerra de Irak ha dejado a las mujeres de este país con menos derechos y más violencia.

La guerra estadounidense en Irak hizo uso de la tortura sexualizada. MADRE ha llamado la atención en especial sobre el uso extendido de la violación y otras formas de tortura contra mujeres detenidas por fuerzas estadounidenses e iraquíes. La OLMI documenta además estas atrocidades en su proyecto Vigilancia de Cárceles de Mujeres. Milicias de derechas aprovecharon el vacío de poder tras la caída de Husein y continúan con sus ataques (secuestros, asesinatos y violaciones) contra mujeres con la esperanza de establecer la teocracia extremista que preconizan.

MADRE ha revelado que EE UU ha armado y entrenado a milicias islamistas de derechas que emplean la tortura y la violencia de género en Irak, pero aun así los activistas contra la guerra han tardado mucho en destacar el aspecto de género de la violencia que asuela a Irak. Los medios de comunicación de EE UU han hecho caso omiso en gran parte de las miles de mujeres iraquíes que han sido detenidas y torturadas durante la ocupación estadounidense. En vez de denunciar abiertamente el “feminicidio” en Irak, pretenden estar preocupados por los derechos de las mujeres. Algo parecido ocurre en Afganistán.

Según Yifat Susskind, directora ejecutiva de MADRE, han creado junto con la OLMI una red de refugios para mujeres en la zona no kurda de Irak para hacer frente a la violencia contra todas las personas que no se ajustan a las pautas de género establecidas. Estas casas seguras ofrecen protección a gays y lesbianas y otras potenciales víctimas de la violencia de género, unificando por primera vez la lucha por los derechos de las mujeres y de las LGBT. Esta acción dio lugar a una especie de Primavera Árabe iraquí particular en la plaza Tahrir de Bagdad en 2011.

Contrariamente a lo que se cree en general en EE UU, ni el gobierno de Bush ni el de Obama han priorizado la protección de los derechos de las mujeres en Irak (o Afganistán). En vez de ello han renunciado a los derechos de las mujeres a cambio de una frágil cooperación en grave detrimento de la igualdad de las mujeres. Cualquier clase de guerra no trae nada bueno para nosotras, en cualquier parte del mundo. Crean desastres humanos y ambientales aparte de todo lo demás. Estos desastres afectan en particular a los niños, así como a las mujeres que cuidan de ellos. Según Yanar Mohammed, directora de la OLMI, en este décimo aniversario se observa un aumento alarmante de las malformaciones congénitas y de tumores cancerosos en niños pequeños. Esto se da especialmente en lugares como Hauiya, una ciudad situada a dos horas en coche desde Bagdad donde el ejército estadounidense instaló un vertedero de munición. Esta secuela de la guerra no cesará dentro de un futuro previsible.

Más allá del feminismo imperial

Bueno, me he explayado bastante, o tal vez no. La guerra de Irak con sus muchas articulaciones sangra desde hace 22 años. Nunca ha habido una guerra en que tan pocos en el país imperial se han preocupado tan poco por ella. Se le ha prestado muy poca atención, y ha habido demasiado pocas quejas. Todavía hace falta estar al tanto y actuar. Quienes viven con las secuelas de la guerra, especialmente la violencia de género de países militarizados en casa y en el extranjero, necesitan que nos involucremos –que defendamos, que nos solidaricemos y que estimulemos la resistencia–con ellos. Mientras la guerra en Irak se transforma y la guerra en Afganistán se rebaja, la violencia de género contra las mujeres continúa. También hay que apoyar la resistencia a esta última.

El feminismo imperial no servirá de nada a la mayoría de las mujeres de EE UU o de otros países, de modo que no tiene sentido apoyarlo. El feminismo prometido a las muchas por unas pocas no funciona. El feminismo a cuentagotas no sirve. Me acuerdo de la respuesta de mi amiga Nawal el Saadaui, feminista egipcia, a una pregunta que le formularon en una conferencia en Nueva York, justo después de la revolución de la plaza Tahrir.

Cuando le pidieron que dijera qué podía hacer la gente de EE UU para apoyar la revolución en Egipto, ella contestó: “Haced vuestra propia revolución y cambiad vuestro gobierno para nosotros.” Suena bien.

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