martes, 9 de abril de 2013

Murió Thatcher la mano de hierro del ultracapitalismo. Los trabajadores británicos lo celebran

DOSSIER:

Murió la mano de hierro del ul
tracapitalismo. (Marcelo Justo)
Trabajadores de todo el Reino Unido celebran la muerte de Thatcher.  (Agencias/ Kaosenlared)
Lo que Thatcher aprendió de Pinochet. (Luis Fajardo)

Resumen: "Paro masivo, cierre de fábricas, comunidades destruidas. Ella era una luchadora y su enemigo eran las clases trabajadoras. Es por culpa de las políticas que ella inició que tenemos el desastre de hoy. ¿Cómo deberíamos honrarla?: Privaticemos su funeral, vendámoslo y aceptemos la oferta más barata. Esto es lo que le hubiera gustado" (Ken Loach)
 
Murió la mano de hierro del ultracapitalismo

La Dama de Hierro que gobernó el Reino Unido entre 1979 y 1990 aplicó durísimos recortes y desarticuló el movimiento obrero.

Marcelo Justo, desde Londres. En Página/12

En el plano internacional era la “Dama de Hierro”. Entre los británicos se añadía otro apodo más emblemático: “Ladrona del vaso de leche”. Dos hechos definieron su vida política: la guerra de Malvinas y el radical programa de privatización económica. Ambos marcan la particular contribución del general Leopoldo Fortunato Galtieri a la historia universal del siglo XX: sin Malvinas, Thatcher no se habría convertido en la heroína de la economía de mercado que comenzó a expandirse por todo el planeta desde mediados de los ’80. La ex primera ministra británica murió ayer, a los 87 años, a causa de un derrame cerebral.

Nacida Margaret Roberts el 13 de octubre de 1925 en Grantham (norte de Inglaterra), hija de un verdulero y pastor laico metodista, de quien diría en su autobiografía que había aprendido “todo lo que sabía de política”, Thatcher llegó al Parlamento en 1959 y a los primeros escalones del gobierno, dos años más tarde. El gran espaldarazo político lo obtuvo de la mano del conservador Edward Heath, quien le agradeció su apoyo en su elección como líder partidario, nombrándola ministra de Educación en 1970 con la misión de reducir el gasto estatal. Convencida de que la presencia del Estado en la economía y la vida individual era una de las grandes maldiciones del Reino Unido, Thatcher agradeció la oportunidad que le dio Heath y eliminó el vaso de leche para los niños de entre 7 y 11 años, episodio que le valió el apodo de “Ladrona”. “Aprendí una lección muy importante –diría en su autobiografía. Me había ocasionado el máximo nivel de odio colectivo con el mínimo nivel de beneficio político.”

El gobierno de Edward Heath cayó en 1974 arrastrado por una crisis petrolera internacional y –hecho que la “Dama de Hierro” jamás olvidaría– la huelga de mineros y la semana laboral de tres días a causa de los cortes en el suministro eléctrico. En 1975 fue a la oficina de su mentor político, el mismo Heath, para informarle que intentaría disputarle el liderazgo del Partido Conservador. “Nunca ganarás. Buenos días”, fue la respuesta de Heath. Convertida en líder de la oposición, un diario soviético la calificó de “Dama de Hierro” luego de un virulento discurso contra la política de derechos humanos de la Unión Soviética, ayudándola como nadie a forjar con ese apodo su imagen pública. La crisis económica del gobierno laborista de James Callaghan y el famoso “Invierno del descontento”, con huelgas de recolectores de basura y enterradores que dejaron una imagen de parálisis absoluta de un país en la que ni los muertos podían descansar en paz, allanaron su victoria en las elecciones de 1979. Su primer encuentro con la prensa se recuerda por una cita que hizo de San Francisco de Asís y un inusual tono pacificador: “Donde haya desacuerdo, espero que traigamos armonía. Donde haya error, espero que aportemos verdad. Y donde haya desesperación, espero que demos esperanza”. San Francisco de Asís no volvió a figurar en sus discursos.

Con un durísimo programa de austeridad, con cortes del gasto público y aumentos impositivos, la economía se hundió en una recesión y, para diciembre de 1980, sólo el 23 por ciento de los británicos la apoyaba, el nivel más bajo desde que existían sondeos para un primer ministro. Los violentos disturbios sociales en las principales ciudades británicas en 1981 y un desempleo que superó las tres millones de personas –el triple del que había con el gobierno laborista– golpearon aún más la escasa popularidad de su gobierno. Todo siguió así hasta que apareció la Junta Militar argentina. La guerra de Malvinas le permitió reafirmar como nunca antes su imagen de “Dama de Hierro”, por más que documentos desclasificados el año pasado mostraran que durante el conflicto su posición fue más fluctuante de lo que dio a conocer con la victoria militar. Esta victoria le allanó el camino para el triunfo electoral en 1983 con una mayoría absoluta que le permitió avanzar con un radical programa de privatización y desregulación financiera que cambiarían el Reino Unido de la posguerra.

La fuerte presencia estatal en la economía fue drásticamente reducida (venta de la automotriz Jaguar, de la telefónica British Telecom, de British Aerospace, de British Gas, etc.) y prácticamente aniquilada con la segunda ola de privatizaciones que siguió a la victoria electoral de 1987 (acero, petróleo, la British Airways, la Rolls-Royce, agua y electricidad). Apenas el Servicio Nacional de Salud y el sistema ferroviario se salvaron de la poda que incluyó al poderoso sector de viviendas municipales construido en la posguerra. A esta revolución neoliberal se añadió la desregulación del sector financiero con las nuevas reglas que rigieron a la Bolsa de Londres en 1986, el célebre Big Bang que muchos analistas sitúan como el origen de la turbulencia financiera mundial que azota al mundo desde 2007-2008. Al mismo tiempo, su imagen de dama implacable se consolidó con el atentado que sufrió a manos del IRA en 1984 y con su victoria sobre la huelga de mineros que terminó de desarticular el poderoso movimiento obrero británico de la posguerra. Esa imagen, tan importante en su carrera política, terminó convirtiéndose en la trampa que precipitaría su caída.

Enamorada de su propia intransigencia principista, asumiendo aires de reina con el electorado y su propio gabinete, Thatcher impulsó un impuesto a los servicios municipales que se basaba en el número de individuos que vivía en una casa y no en el valor de la vivienda. En marzo de 1990, una manifestación de cientos de miles de personas en el centro de Londres abrió el telón a la primera escena del último acto. A pesar de que sólo el 12 por ciento de los británicos apoyaba la medida, Thatcher apeló a ese escudo público que había forjado durante los años más exitosos de su carrera. “Ustedes cambien, esta dama jamás lo hará”, había dicho una vez, y se negó a dar marcha atrás. Fue un error garrafal. La gota que colmó el vaso fueron sus eternas peleas con Europa y el desdén público con que trató a su entonces viceprimer ministro Geoffrey Howe –uno de los cerebros económicos del thatcherismo–, forzando su renuncia.

En noviembre de 2011, un ex ministro, Michael Heseltine, forzó una votación sobre el liderazgo del Partido Conservador y, aunque Thatcher ganó la primera ronda, sus propios ministros y asesores le dejaron en claro que perdería en la segunda. “Fue la típica traición con una sonrisa en los labios”, le diría Thatcher a la BBC. Desconsolada, la “Dama de Hierro” renunció a su cargo. Una foto de la época la muestra con los ojos llorosos, mirando desde la ventana de su limusina la puerta de 10 Downing Street, residencia oficial que acababa de dejar después de 11 años en el poder. Era una imagen inusual, feroz, que muchos británicos celebraron en los pubs. Nada había conmovido a la “Dama de Hierro” en todos esos años. Nada salvo ese sueño, ahora roto, de eterno poder.

Trabajadores de todo el Reino Unido celebran la muerte de Thatcher

Al caer la noche, a una cifra en rápido ascenso de 220 mil personas le "gustaba" el sitio web isthatcherdeadyet.co.uk (¿Thatcher está muerta ya?), que había sido actualizado con un gran "SÍ" en letras mayúsculas...

Agencias/ Kaosenlared

Gran Bretaña se vio sorprendida por la noticia de la muerte de la ‘Dama de Hierro’, pero no todos lo lamentaron. Al revés, cómo era de esperar, y como no podía ser de otra manera, millones lo han celebrado, en Reino Unido y en el mundo entero. 

En Brixton, en el sur de Londres -escenario de feroces disturbios en la década de 1980 y donde se produjeron profundas divisiones sociales y tensiones raciales- se empezaba a gestar una fiesta rápidamente organizada.

"La propia Thatcher representa mucho de lo que la gente odia respecto a lo que pasó en Gran Bretaña en los últimos 20, 30 años", dijo el diseñador gráfico Ben Windsor, parado junto a un hombre que sostenía un cartel con una caricatura de Thatcher con las palabras: "regocíjate, regocíjate".

Un policía observaba la escena mientras varias personas bebían cervezas en lata y botellas de vino coreando: "¡Está muerta!".

Al caer la noche, a una cifra en rápido ascenso de 199 mil personas le "gustaba" el sitio web isthatcherdeadyet.co.uk (¿Thatcher está muerta ya?), que había sido actualizado con un gran "SÍ" en letras mayúsculas.

El sitio alentaba a los visitantes a celebrar y brindaba un tema musical.

"Margaret Thatcher está muerta. Esta señora no va a regresar", indicaba la web.

La frase es un juego de palabras con la famosa declaración de Thatcher "Esta mujer no va a cambiar", que pronunció en un discurso en 1980 en una conferencia política para miembros de su propio Partido Conservador que le estaban pidiendo que modere sus políticas radicales de extrema derecha.

"¿Dónde está la fiesta?"

Una botella de leche fue colocada en el umbral de la puerta de la casa de Thatcher en Belgravia, una referencia a su política de terminar con la entrega de leche gratuita a los niños en escuela primaria mientras lideraba el área educativa en la década de 1970, medida que le valió el mote de "Thatcher la robaleche".

Una saga de Twitter con la temática #nowthatchersdead (ahora que Thatcher está muerta) arrastraba un variado hilo de chistes pesados, celebraciones y recriminaciones, además de a algunos fans confundidos de la cantante estadounidense Cher que malinterpretaron la frase.

Algunos sindicalistas tuitearon que se dirigían al pub a celebrar, mientras otros dijeron que estaban descorchando champaña y preguntaban "¿Dónde es la fiesta?".

En los últimos días han aparecido alrededor de Londres folletos que anunciaban que habría una fiesta en Trafalgar Square, un tradicional centro de celebración y manifestación de la capital británica, el sábado siguiente a la muerte de Thatcher.

Un intento por llevar a las listas de éxitos una nueva versión de la canción "The Witch is Dead" (la bruja ha muerto) de Ella Fitzgerald era objeto de otra campaña de Facebook el lunes.

Otro anti tributo se enfocaba en el popular musical Billy Elliot, que tiene como trasfondo una huelga de mineros en la década de 1980. La canción aludida dice: "Feliz cumpleaños Maggie Thatcher, todos lo celebramos porque significa que estás un día más cerca de tu muerte".

El musical se presenta actualmente en Londres.

"Quería terminar con los sindicatos, con el movimiento de la clase obrera; no acabó con nosotros pero esa era su meta", dijo Judith Orr, editora del diario de izquierda Socialist Worker. "Me alegra perderla de vista", agregó.

Lo que Thatcher aprendió de Pinochet

Si bien el gobierno de Margaret Thatcher, la ex primera ministra de Reino Unido fallecida el lunes, es reconocido como uno de los pioneros mundiales en la política de privatizaciones, un país latinoamericano se le adelantó en varios años en la aplicación de esa polémica estrategia económica.

Luis Fajardo, en BBC Mundo

Se trata del gobierno militar chileno de Augusto Pinochet, que de algún modo sirvió de modelo para lo que ocurrió después en el Reino Unido.

Pinochet, que llegó al poder tras un golpe de Estado en 1973, adoptó casi desde sus inicios una política económica de desmonte de la influencia del Estado.

Bajo la batuta de tecnócratas educados en Estados Unidos, los llamados "Chicago Boys", Chile inició su experimento con la economía de mercado seis años antes de que Thatcher se convirtiera en primera ministra británica en 1979.

Más aún, el economista austriaco Fredrich Hayek, considerado como el mentor intelectual de Thatcher, visitó Chile para conocer el experimento económico de Pinochet.

Hayek llegó a recomendarlo a la mandataria como un modelo de lo que podrían lograr sus políticas privatizadoras en el Reino Unido, según señala el académico de la Universidad de Nueva York Greg Grandin en su libro "Empire's Workshop: Latin America, the United States, and the Rise of the New Imperialism".

Dudas

Grandin reconoce que, sin embargo, Thatcher dudó que pudiera replicar el modelo chileno en su país, ya que las instituciones democráticas de Reino Unido y la necesidad de "un alto grado de consentimiento" volvían "inaceptables" para los británicos algunas de las medidas económicas que Pinochet ensayó en su país.

Ambos casos económicos han sido objeto de vehementes valoraciones por parte de los analistas, tanto a favor como en contra.

En todo caso, la relación entre Thatcher y Pinochet se evidenció en octubre de 1998, cuando el general chileno fue arrestado en Londres tras una orden de captura internacional emitida por el juez español Baltasar Garzón.

El magistrado español pretendía extraditar a Pinochet para juzgarlo en España por crímenes de lesa humanidad. Durante el arresto domiciliario de Pinochet, Thatcher expresó abiertamente su apoyo al militar chileno.

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