El inodoro de porcelana se ha convertido en un signo de la ciudadanía moderna, al menos en la Sudáfrica post-apartheid, en la que millones de personas carecen de ellos en los barrios de chabolas llamados “asentamientos informales”.
Steven Robins, profesor en el Depto. de Sociología y Antropología Social de la Universidad de Stellenbosch, Sudáfrica. En Sin Permiso
Pero, ¿qué tienen estas nuevas tecnologías de retretes ecológicos que han despertado tanto interés entre los activistas?, y ¿por qué están siendo promocionados como una alternativa a los retretes portátiles ya instalados?
Steven Robins, profesor en el Depto. de Sociología y Antropología Social de la Universidad de Stellenbosch, Sudáfrica. En Sin Permiso
Ciudad del Cabo- El último par de semanas han sido testigos en Ciudad del Cabo de algunos giros sorprendentes en la historia de la saga de la Guerra de los Retretes en la provincia del Cabo Occidental. Los activistas que vertieron desechos humanos recientemente en el aeropuerto, por la autopista N2, y en las escaleras del parlamento provincial, como señal de su rechazo de los retretes portátiles, exigen ahora sanitarios eco-solares alternativos.
Tres de estos inodoros, que cuestan unos R20.000 (1.800 euros) cada uno, al parecer fueron puestos a prueba en el asentamiento informal BM de Khayelitsha. Sin embargo, el concejal de servicios públicos en Ciudad del Cabo, Ernest Sonnenberg, insiste en que estos retretes eco-solares no funcionan adecuadamente debido a la falta de sol en invierno. Sonnenberg sospecha que los activistas podrían estar buscando ofertas para la implantación de estos retretes eco-solares, e insiste en que "deben dejar a los expertos hacer su trabajo y de poner la política por encima de las necesidades de las comunidades" (Cape Times, 6 de septiembre “City nixes solar loo tested in township”).
Para comprender estas cuestiones es necesario distanciarse un poco de las Guerras de Retretes en el Cabo Occidental y tomar en consideración preocupaciones más generales relacionadas con la historia de los desechos humanos y su eliminación. El trabajo de la antropóloga Mary Douglas ofrece un punto de partida útil para entender la reciente contienda sobre los diferentes tipos de inodoros.
La frase de Douglas, "la mierda es materia en lugar equivocado", de su libro Purity and Danger, que es ya un clásico, quizás sea una de las frases más populares en antropología.
El antropólogo británico Richard Fardon ha rastreado los orígenes de esta frase hasta encontrarla en la revista Punch de 30 de enero de 1858, "el año de la Gran Hedor" de Londres, cuando el tufo del río Támesis obligo a cerrar el Parlamento británico.
En aquella edición de Punch se hacía referencia a la innovadora contribución de Lord Palmerston al "debate sobre el alcantarillado del gran rio Támesis”, en el que afirmó que "la mierda sólo era materia en el lugar equivocado" (Fardon, 2013: 25). Lord Palmerston, quien más tarde se convertiría en primer ministro, a continuación sugirió que los desechos humanos producidos en las ciudades de Gran Bretaña deberían ser utilizados de manera productiva para abonar el campo. Como él mismo dijo, los excrementos de las ciudades simplemente eran materia en el lugar equivocado, porque debían estar en el campo. Aunque Lord Palmerston era en este sentido un adelantado a su tiempo, no fue capaz de comprender que los desechos humanos no son solo materia en el lugar equivocado, sino también mierda a la espera de ser "políticamente correcta".
Lord Palmerston no fue el único en pedir que los desechos humanos fuesen acarreados fuera de las ciudades a los campos. En sus escritos en la década de 1850, Pierre Leroux, uno de los fundadores del socialismo francés, reconoció el valor productivo y ecológico de convertir los excrementos humanos en abono.
Como él mismo escribió: "Todos y cada uno de nosotros debería recoger religiosamente sus propios excrementos y entregárselos al Estado, es decir, a la inspección de tributos, en lugar de pagar sus impuestos. La producción agrícola se duplicaría de inmediato, y la indigencia desaparecería de la faz de la Tierra" (citado en Leporte, 1993: 127).
En este sentido, tanto Lord Palmerston como Leroux anticiparon el programa de la Fundación Bill y Melinda Gates "Reinventar el inodoro", que fue lanzado oficialmente en 2011 con un presupuesto de 3 millones de dólares.
La Fundación Gates ha financiado equipos de investigación de ocho universidades, incluyendo la Universidad de KwaZulu-Natal, para desarrollar nuevos diseños sanitarios adecuados para los países en desarrollo.
La población objetivo de la fundación son los 2.600 millones de personas en el mundo en desarrollo - aproximadamente el 40 por ciento de la población del planeta - que no tienen acceso a inodoros. La gente del Tercer Mundo que no tienen acceso a agua corriente y red de alcantarillado deben poder disfrutar de retretes sin agua, que puedan convertir los residuos humanos en agua limpia y fertilizantes.
Los retretes de Gates tienen que ser diseñados para satisfacer dos necesidades: en primer lugar, hacer frente a las necesidades sanitarias de millones de personas "sin red de servicios sociales" -sin acceso a la infraestructura estatal convencional (por ejemplo, sistemas de saneamiento, electricidad, etc) que en general se asocian con los estados modernos-, y en segundo lugar, estos inodoros tienen que cumplir con el imperativo medio-ambiental de transformar los desechos humanos en subproductos agrícolas eficientes, es decir, estiércol y fertilizantes.
Esta visión de la Fundación Gates fue articulada por primera vez en un discurso pronunciado en 2011 por Sylvia Mathews Burwell, presidenta del Programa de Desarrollo Global de la Fundación Gates. Comenzó su discurso con un relato de la invención del moderno retrete de agua corriente en 1775 por el matemático y relojero escocés, Alexander Cummings, para a continuación hacer un llamamiento a "la reinvención del retrete" para hacer frente a los problemas de saneamiento y a las enfermedades causadas por las aguas sucias en el mundo en desarrollo.
El "retrete dignidad" es un diseño canadiense que requiere que los usuarios separen la orina de las heces y luego lleven la materia fecal seca en un recipiente inodoro portátil y la viertan en el campo para ser utilizada como abono. Sin embargo, la recepción de estos inodoros secos capaces de separar la orina no ha sido muy positiva y numerosos estudios revelan que las personas son a menudo reacias a acercarse a y ensuciarse con los excrementos humanos.
Un estudio realizado por Matsebe y Osman concluye que la tibia respuesta a los inodoros secos separadores de orina en Kimberley puede deberse a la difícil aceptación por parte de políticos y funcionarios; es evidente que la clase política no muestra gran entusiasmo sobre el uso de estas tecnologías alternativas. Iniciativas similares en la Universidad de Stellenbosch también han puesto de manifiesto la escasa aceptación entre los estudiantes.
Los retretes secos separadores de orina han sido rechazado decididamente por los residentes de los asentamientos informales en Durban que simplemente quieren inodoros modernos, iguales que los de los hogares de clase media. Para ellos no se trata simplemente de un asunto de "materia en el lugar equivocado", sino también de una aspiración modernista a que esa “materia” sea inmediatamente arrastrada fuera de la vista por las alcantarillas. Del mismo modo, para quienes no tienen más remedio que usarlos en Ciudad del Cabo, los nuevos inodoros portátiles conocidos por las siglas FFT son simplemente los viejos cubos en nuevas casetas.
Simplemente, no ofrecen privacidad y no impiden que el olor a mierda impregne sus chabolas en las que cocinan, comen y duermen. También se asocian con humillaciones del viejo apartheid que gracias a la nueva constitución democrática deberían estar superadas.
El inodoro de porcelana se ha convertido en un símbolo de ciudadanía moderna en una democracia en la que el tratamiento de los desechos humanos se convierte en un problema de los sistemas de infraestructura del estado, en el momento del lavado: materia que, cuando se tira de la cadena, sale de la vista y de la mente.
Esto podría explicar por qué los activistas desplazan contenedores de desechos humanos a través de las viejas divisiones del apartheid en la ciudad hasta los nuevos centros de poder económico y político urbanos.
Mientras tanto, los ingenieros y funcionarios afirman que, por una serie de razones técnicas y sanitarias, no se puede dotar de agua corriente y red de alcantarillado a algunos de los asentamientos informales en Ciudad del Cabo.
Esta fue supuestamente la razón para instalar allí los aseos portátiles. Pero estos "inodoros portátiles" han sido rechazados sin contemplaciones por muchos residentes a causa de su olor y falta de privacidad.
Queda por ver si los diseños de inodoros alternativos, como los que la Fundación Gates está financiando, serán una solución efectiva para aquellos asentamientos donde la infraestructura de saneamiento convencional no está disponible.
Lo que es evidente es que los diseñadores y fabricantes de estas soluciones de saneamiento tendrán que tomar nota de las experiencias y sensibilidades locales con las tecnologías del pasado.
En una reciente carta al editor, Andile Ndlovu, el secretario provincial del Consejo de la Juventud de Sudáfrica en el Cabo Occidental (la organización juvenil del ANC), comparaba los retretes portátiles de la Alianza Democrática (DA, el partido de centro-derecha que gobierna la provincia y la ciudad del Cabo) con los indignos retretes "tshemba" del apartheid, despectivamente recordados como aquel "sistema de cubos" (“DA’s disrespect has been repaid in kind by poo-flingers”, Cape Times, 4 de septiembre).
Según Ndlovu, estos porta-inodoros son "una afrenta a la dignidad humana" de los negros, que les obliga a cocinar y comer oliendo el tufo del retrete. Y añade: "Como africanos, sabemos que no se defeca donde se vive ... El último gobierno que intentó burlarse de los negros ha acabado en el basurero de la historia."
Es evidente que los retretes secos separadores de orina, porta-inodoros, y el sistema de cubos no son tecnologías neutras, apolíticas, sino que a menudo están imbuidos de significados políticos muy fuertes, producidos por una larga historia de desigualdades y humillaciones raciales.
La Fundación Gates y el gobierno de la DA deberían tener en cuenta esta historia si quieren que sus contribuciones tecnológicas en materia de saneamiento tengan alguna legitimidad política y atractivo.
Una cosa es usar un retrete portátil para acampar al aire libre, donde se puede colocar lejos de la tienda, y otra completamente distinta cuando esos mismos retretes están pegados a pequeñas chabolas en las que la gente tiene que vivir cerca unos de otros, sin privacidad cuando tienen que aliviarse.
En un comunicado de prensa, Sithembele Majova, presidente de una de las agrupaciones locales del ANC y uno de los líderes de las protestas de los retretes, se queja del olor de los inodoros portátiles e insiste en que "no es higiénico vivir con caca dentro de la casa". Agrega que "queremos que las personas que viven en esas zonas tan agradables como Constantia puedan sentir cómo la caca puede afectar a su vida cuando está cerca" (Sunday Times, 18 de agosto).
Desechar estos comentarios como puro oportunismo populista es perder de vista que los desechos humanos pueden llegar a ser algo altamente politizado cuando se percibe que es materia en el lugar equivocado.
Los pobres también quieren inodoros que, al tirar de la cadena, arrastren dicha materia fuera de la vista y de la mente. Cualquier otra cosa será interpretado por los activistas de los retretes como un ataque a la dignidad de las personas negras.
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