sábado, 22 de abril de 2017

El rompecabezas electoral y la lucha de clases en Francia

En vísperas de las elecciones francesas, dialogamos desde el Enredando las Mañanas con Franck Gaudichaud, doctor en Ciencia Política y profesor de la Universidad de Grenoble, miembro del comité de redacción de las revistas Dissidences y ContreTemps, e investigador de la realidad latinoamericana. La irrupción de Jean-Luc Mélenchon y de Francia Insumisa y los debates estratégicos en torno a la coyuntura de Europa y de América Latina.


¿Cuál es el escenario de estas elecciones que se avecinan en términos de fuerzas políticas?
F.G.- Estas elecciones presidenciales han sido bastante convulsionadas, en realidad es incierto el resultado de este domingo. Lo que sí es seguro es que estamos frente a un paisaje de derrumbe de los partidos tradicionales. El Partido Socialista, que está actualmente en el poder con el gobierno de François Hollande, está casi destruido, dividido con el candidato actual que no sacaría más del 8%, lo que sería histórico desde la segunda guerra mundial. Aparecen fuerzas “nuevas”, con Emmanuel Macron, que no se dice de izquierda ni de derecha, pero que fue ministro de este gobierno socialista, y pretende unir la derecha del PS y sectores de la derecha liberal, que tiene toda la posibilidad de llegar a segunda vuelta y según sondeos ganar la presidencial. Pero frente a él tenemos a una extrema derecha muy agresiva y muy capaz de catalizar y reconectar, en términos de voto-protestas, con parte de los sectores populares y de la juventud, con un discurso que sigue siendo totalmente racista y xenófobo, pero a la vez social. Es decir, Marine Le Pen dio un giro social hacia el Estado protector para intentar capitalizar el descontento social. La tercer fuerza, tal vez más llamativa, es Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, quien se reivindica a sí mismo como “populista de izquierda”, es decir, intentar en torno a su persona reconstruir al pueblo francés, pero con una orientación claramente anti-neoliberal.

Queríamos preguntarte también por el reciente atentado en los Campos Elíseos que dejó un policía muerto. ¿En qué medida puede afectar esto al resultado de las elecciones de este domingo y hasta qué punto el Frente Nacional de Marine Le Pen podría verse beneficiado por este suceso?
F.G.- Hay mucho debate desde ayer frente a este acontecimiento del asesinato de un policía. Primero porque habría que saber más en detalle qué pasó, porque finalmente parece que fue un tipo desequilibrado el que realizó ese atentado. Pero obviamente que los partidos de derecha, François Fillon, que es la derecha tradicional, Le Pen e incluso Macron, están intentando capitalizar el atentado para su propio beneficio electoral. No sabemos si Le Pen lo va a lograr, desde ya que su obsesión es seguridad, fronteras e inmigración y para ella es realmente beneficioso este tipo de atentado. Pero los franceses de manera general están viviendo ya hace meses en un contexto de atentados, entonces no es muy seguro que este atentado vaya a cambiar la coyuntura electoral.


Hablabas antes del Partido Socialista y de su derrumbe histórico, ya que ha sido uno de los ejes del sistema de partidos francés desde la segunda guerra mundial. ¿Podrías explicarnos las causas de esta decadencia y derrumbe? ¿Hasta qué punto hay un paralelismo o puede pensarse una correspondencia con la crisis de la socialdemocracia europea en general?
F.G.- Creo que tienes toda la razón, lo que pasa en Francia no es algo aislado o solamente nacional: hay que mirar hacia Grecia y España, es decir, el derrumbe histórico de lo que fue el Pasok, la socialdemocracia en Grecia, la situación del PSOE en España y el surgimiento de Podemos, de Syriza en Grecia y de Mélenchon en Francia. Son fenómenos paralelos y con muchos puntos en común. El trasfondo de todo eso es un capitalismo neoliberal, que socavó totalmente las bases sociales y populares de la socialdemocracia europea, que fueron partidos ligados al movimiento obrero, con pretensiones de reforma, de reconstrucción de un Estado neo-keynesiano, y que finalmente, una vez en el gobierno, aplicaron todas las medidas más neoliberales y de austeridad de la Unión Europea. Estas prácticas de la socialdemocracia europea, hace que esté en una situación de descomposición total, y que sea a la vez de parcial recomposición, lo que esta ocurriendo con Macron acá, lo que ocurrió con el Partido Demócrata en Italia, pero estos partidos ya perdieron todo el lazo con lo que fue el movimiento obrero a nivel histórico. Y a la par, otro aspecto de eso es la dificultad que tenemos como movimiento social y popular, para presionar y romper esa dominación. Entonces, tanto nuestras limitaciones como la transformación neoliberal de estos partidos, explica que hoy día el escenario este totalmente trastocado y el derrumbe de estos partidos históricos.
En ese sentido, resulta llamativo que se esté viviendo en Europa un ciclo que no diríamos que es de ascenso, pero sí de derrumbe, en términos gramscianos más de lo viejo que no termina de morir, que de lo nuevo que esta naciendo, donde las referencias a América Latina son muy recurrentes. Esto es muy claro en el caso de Podemos, que alude a ciertos proyectos, como los de Venezuela, Bolivia, Ecuador, e incluso Brasil. Aparecen estas alusiones también en el caso de Mélenchon, y en otros candidatos, como Philippe Poutou, que tiene menos caudal de votos, pero que se inscribe dentro de la emergencia de estos proyectos, en su caso con contenido no sólo anti-neoliberal sino también anticapitalista. ¿Cómo ves esa lectura de los procesos latinoamericanos, y qué nivel de crítica hay, para pensar en alternativas que no repliquen las debilidades de estos mismos proyectos progresistas o de izquierda anti-neoliberal?
F.G.- Podemos decir que América Latina y Hugo Chavez se metieron en la campaña electoral en Francia, en particular en las ultimas dos semanas, cuando las encuestas mostraron que Mélenchon estaba subiendo. Los periódicos, las televisiones, y los periodistas en general, intentaron atacar a Mélenchon por este lado, diciendo que reivindica a Hugo Chavez y que quiere acercarse con el ALBA -algo que aparece en su programa-, e intentaron denigrarlo a través de una visión muy caricaturesca de América Latina. De hecho ahora circulan textos en Francia para decir “basta de instrumentalización de América Latina en la campaña electoral acá”. Entonces sí hay conexiones porque, por ejemplo, Mélenchon nunca escondió su afinidad con la revolución ciudadana de Ecuador o con el proceso bolivariano. Pero circulan muchas visiones sesgadas, y de ambos lados. Hay una parte de la izquierda francesa que tiene una visión totalmente idílica y acrítica de los procesos progresistas en América Latina. Y por eso hablabas de Philippe Poutou, hay que aclarar que yo estoy con la candidatura de Poutou, así que mejor decirlo claramente. Nosotros presentamos una candidatura que es abiertamente anti-capitalista, reivindicando una forma más colectiva de hacer la política, contra la política profesional, y también en este sentido hay una reflexión sobre los limites de las experiencias pasadas y actuales en América Latina.

¿Cómo ves la aparición y crecimiento en Europa de esta llamada “izquierda populista”? ¿Hasta qué punto este giro en la campaña de Mélenchon, de dejar de usar términos como izquierda y demás, para empezar a hablar de pueblo o ciudadanía, se pueden poner en relación al fenómeno de Podemos en España o de Syriza en Grecia?
F.G.- Es algo totalmente conectado e incluso asumido. Resulta muy interesante ver las posturas de Podemos en la ultima semana. Ahí vemos también los desafíos estratégicos, porque la mayoría de Podemos, Iglesias y Errejón, apoya a Mélenchon, pero el sector de Anticapitalistas de Podemos apoya a Poutou. Entonces Podemos está cruzado por esas diferencias estratégicas. La estrategia reivindicada por Mélenchon ha sido en base a Laclau, pensando que hay que superar izquierda-derecha y reconstruir un pueblo frente a la oligarquía. Hay que reconocer que logró una campaña muy dinámica en torno a ese eje de oposición: pueblo-casta/oligarquía y nosotros, el ellos y nosotros fue el eje de su campaña. Pero todo organizado en torno a una figura carismática que en este caso sería Mélenchon. Ahí está la diferencia con Poutou, que dice lo contrario: que hay que reconstruir un colectivo clasista anticapitalista, feminista e internacionalista, y no queremos un presidente o un salvador supremo. Ahí hay un debate fuerte dentro de la izquierda sobre estos temas, que está cruzado por el debate de populismo y anti-capitalismo.

¿Cómo analizas el contexto de Nuestra América, donde se habla en algunos casos de fin de ciclo, de erosión de esta hegemonía post-neoliberal o de impugnación del neoliberalismo? ¿Qué lectura te parece relevante en términos de lo que está sucediendo, haciendo un balance auto-crítico desde una perspectiva marxista o anti-capitalista como la que mencionaste?
F.G.- Creo que estamos en una coyuntura muy compleja en la región, y en América del Sur en particular. Más allá del debate de fin de ciclo, agotamiento, que tal vez hay que superar, vemos que hay reflujos importantes de lo que fueron las experiencias post-neoliberales gubernamentales, Argentina y Brasil en particular, pero también vemos que hay una crisis y descomposición desde arriba en Venezuela. De nuevo tenemos que reflexionar sobre qué es tomar el poder, y qué les pasa a las fuerzas progresistas cuando ganan el gobierno, que no es el poder. Ahí hay una reflexión muy importante. Pero a la vez, con el retorno de derechas neoliberales, muy agresivas y con el apoyo de Estados Unidos, creo que tenemos que seguir mirando desde abajo, porque desde abajo se siguen tejiendo un montón de espacios comunitarios, de auto-organización, de auto-gestión, y para mí es el eje central para poder reconstruir y seguir avanzando, profundizando las conquistas, defendiéndolas, pero también llenando todos los límites de lo que fue la conquista de gobiernos, a veces desde una perspectiva de “revolución pasiva”, como dijera Massimo Modonesi, de integración de los movimientos y de cooptación, abandonando así la autonomía de lo popular. Hay que reconquistar esa autonomía de lo popular y esa independencia de clase.

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