viernes, 13 de diciembre de 2013

Argelia: ¿Un presidente y un sistema sin oposición?

¿Qué se puede decir de la situación argelina a pocos meses de las elecciones presidenciales, con un jefe de Estado enfermo, una clase política pendiente de los gestos del presidente y una población que encuentra su orgullo en la calificación de su equipo nacional de fútbol para el mundial de Brasil?


Nadir Djermoune, en  A'L'Encontre
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR


El campo económico

La economía capitalista argelina está esencialmente construida sobre la fiscalidad petrolera desde los años 1970, aunque según las cifras oficiales los ingresos del petróleo de 2012 fueran de 73,981 millardos de dólares sobre un PIB de 207,96 millardos. Las fluctuaciones de los precios de los hidrocarburos continúan debilitando las finanzas públicas. Es lo que ocurre en la coyuntura actual.

En efecto, estamos asistiendo a una depreciación del dinar, una depreciación que se presenta como una forma de devaluación y un acto voluntario e intencionado para limitar las importaciones de los productos fabricados en Argelia: ¡Una forma de proteger la economía nacional! Sin embargo, si fuera así habría que precisar que esta depreciación se traducirá, entre otras cosas, en un aumento del precio de las materias primas importadas. También hay que subrayar que, según las declaraciones del Primer Ministro Abdelmalek Sellal, esta producción nacional será tomada a su cargo por un sector privado que inscribe su acción en el marco del liberalismo ambiente.
Asistimos en realidad a un proceso de transferencia de dinero de la hacienda pública al sector privado, adornado con la consigna de “producción nacional”. Esto plantea inmediatamente la cuestión de la capacidad de la construcción de algún tipo de soberanía económica en el marco de una privatización global.

En cualquier caso el discurso oficial insiste en que la prudencia debe estar siempre presente. Algunos preconizan incluso la congelación de los salarios y dejar de contratar personal en la función pública. Pero los proyectos de grandes trabajos de infraestructuras, redes de autovías, infraestructuras hidráulicas o transportes urbanos (tranvía en las principales ciudades argelinas) continúan.

Si esta situación perdura, es más o menos seguro que estos proyectos van a ser revisados a la baja, lo que engendrará una fluctuación en el empleo. Pero por el momento, no estamos en esa situación. A corto plazo, el poder dispone de un cierto desahogo financiero que le permite yugular esta situación. Se sabe que Argelia no está endeudada.

Desde este punto de vista, el discurso sobre la austeridad está destinado a frenar el impulso reivindicativo de los trabajadores y de las capas populares. Por ejemplo, sigue en pie el proyecto de la gran mezquita proyectado para la gloria del presidente, con un coste de 1,5 millardos de dólares; algo así como el 2% de las rentas de las exportaciones de hidrocarburos. Lo que nos da una idea sobre el margen de maniobra del que aún dispone el régimen.

Las reacciones sociales

Desde 2011, bajo la onda de choque de las revueltas tunecinas y egipcias, hemos asistido a una explosión social provocada directamente por un aumento de los precios de los productos de primera necesidad y una pérdida de valor del dinar.

Esta explosión social es seguida por un movimiento de huelgas de los trabajadores de la función pública, del sector económico público y privado e incluso de los parados y trabajadores precarios. En paralelo, se ha asistido a un reguero de revueltas sociales locales sobre las condiciones de vida: vivienda, carreteras, salud...

El gobierno de aquellas fechas logró controlar la situación satisfaciendo un cierto número de reivindicaciones sociales (aumento de los salarios) y concediendo créditos y otro tipo de ventajas a los jóvenes sin empleo deseosos de crear una empresa. Mediante esas acciones logró contener la protesta en el ámbito social mediante una gestión pacífica de las concentraciones y evitar cualquier exceso que habría transformado esos conflictos sociales en revueltas políticas.

Es así como la protesta social fue disociada de la acción política. Pero la protesta social no se ha detenido. A pesar de esta “tendencia” del poder a ceder para evitar todo desborde hacia las cuestiones políticas, las huelgas y protestas (si bien es verdad que con sus altos y bajos) se han prolongado de forma real.

La respuesta del poder

La respuesta del gobierno sigue siendo la misma: ceder cuando se trata de cuestiones económicas e impedir todo desborde en el terreno político. Sin embargo, en este terreno, está relativamente tranquilo. La oposición sigue siendo incapaz de presentar una respuesta política consecuente y creíble. Lo que se dice es que ¡es el momento del consenso! Esto se explica por la integración de las élites políticas dirigentes y las componentes sociales que estructuran los principales partidos políticos de la oposición. El caso de los islamistas, del “Hamas argelino”, de obediencia “Hermanos Musulmanes”, es bastante revelador de esta integración sociológica aunque intenten reconstruir su virginidad tras años de colaboración con el gobierno.

El capitalismo versión Abdelaziz Bouteflika (en la presidencia desde 1999) ha logrado dar una base social y económica a una burguesía que tiene ya una cierta notoriedad pero que no tiene aún su “pensamiento político”. Ha reconstruido una capa media que ya no tiene necesidad del islamismo para captar sus desviaciones ideológicas. Ha logrado disgregar a las clases populares y absorber una buena parte de la protesta social en el túnel populista.

Uno de los comodines del presidente es el Artículo-87 bis del código del trabajo. El artículo en cuestión define el SNMG (salario nacional mínimo garantizado), no en base al salario base, ¡sino incluyendo las primas! Motivo de disensiones en las negociaciones tripartitas -estructura de negociación entre el gobierno, el sindicato UGTA y los representantes de la patronal- el artículo en cuestión habría sido derogado. Pero, según las últimas declaraciones del secretario general de la central sindical, todo el expediente está en manos de Bouteflika ¡que deberá anunciarlo en el momento oportuno! Mientras tanto, y como medidas de estímulo, el Ministro de Trabajo acaba de indicar que el nuevo código laboral va a favorecer el CDD (contrato de duración determinada -eventual) a fin de que la flexibilidad permita a los patronos “contratar más personal”.

Credibilidad de la alternancia

La tradición “bonapartista” del poder argelino, consolidada por las crisis sucesivas que han atravesado Argelia, ha benficiado a Bouteflika, que ha buscado a menudo el plebiscito popular para reinar como único señor, incontestado e incontestable. Sin embargo, su enfermedad ha debilitado su poder personal. No obstante, su voluntad de ir hasta el fin de su reinado encuentra un eco en las diferentes fracciones políticas y sociales que componen y estructuran el poder argelino.

Pero también encuentra la indiferencia en una parte de las capas populares. Si las primeras tienen todo interés en mantener el estatus quo político que beneficia amplia y realmente a sus intereses económicos en la distribución del maná financiero de que dispone, el desinterés de la segunda categoría se explica sobre todo por el enfado ante la ausencia de proyecto político alternativo, aunque solo fuera en términos de alternancia en el seno del mismo régimen. Sin embargo, es cierto que la búsqueda de estabilidad está alimentada por una relativa mejora de las condiciones sociales y económicas de los argelinos en comparación con la situación anterior y, sobre todo, por el miedo a una vuelta a la inseguridad en vista de lo que ocurre entre los vecinos libios, egipcios o sirios.

La opción de un cuarto mandato no es algo a excluir. La gran incógnita sigue siendo la actitud del electorado. Una abstención fuerte y una desautorización popular empañarían la imagen de un presidente a la búsqueda de un último plebiscito. Por otra parte, parece que está en marcha un escenario técnico para salvar la situación: se trataría de proceder a una prolongación del mandato presidencial mediante una revisión constitucional que se efectuaría antes del final del mandato actual introduciendo una enmienda que lo haría posible e instauraría igualmente el cargo de vicepresidente que le sucedería en caso de un fallecimiento prematuro. Lo que permitiría al mismo tiempo una “alternancia” dulce.

¿La izquierda revolucionaria?

La ausencia de una oposición consecuente y creíble también se da en la izquierda. En lo que se podría designar como la izquierda parlamentaria, representada por el PT (Partido de los Trabajadores, de Louisa Hanoune), el discurso se centra en la defensa de las fronteras contra los inminentes ataques imperialistas… ya que según ella, Argelia ¡está en el punto de mira de la OTAN igual que sus vecinos árabes!, lo que justifica su apoyo poco crítico al presidente, presentado como garante de esta estabilidad. De ahí que su discurso antiliberal toma un aire reformista y su antiimperialismo resulte inconsecuente.

Desgraciadamente el resto de la izquierda está debilitada y dispersa. Actualmente, las inercias ideológicas y las divergencias políticas planteadas ocultan mal la ausencia de un proyecto alternativo al alcance de las masas. La tarea del momento es el reagrupamiento de esta izquierda a pesar de las dificultades. Es por lo que trabaja el PST (Partido Socialista de los Trabajadores).


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