martes, 17 de diciembre de 2013

Alemania: La “Gran Coalición” CDU-SPD y las perspectivas de una política de izquierda

La CDU y la CSU (su partido hermano en Baviera) han concluido un acuerdo con el SPD (partido socialdemócrata) para formar una coalición gubernamental /1.


Manuel Kellner, en InprecorTraducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

En materia de ecología, el texto proyecta un freno del desarrollo de las energías alternativas. El salario mínimo sería un avance si no fuera tan escaso y lejano. Las concesiones en el tema de las jubilaciones son mínimas.

El acuerdo ha sido aprobado por el CDU en un “Kleiner Parteitag” (“pequeño congreso”, una especie de dirección ampliada). El SPD ha sometido la decisión a sus 475.000 miembros, lo que se presenta como un buen ejemplo de democracia.

El resultado de este plebiscito de partido va a ser conocido el 14 de diciembre de 2013 y está claro, los sondeos de opinión lo dicen, que habrá una amplia mayoría para aprobar los resultados. Al comienzo había muchas protestas de secciones locales, de las juventudes socialistas, incluso de secciones regionales. Numerosos miembros del SPD temían encontrarse una vez más como responsables de una política demasiado derechista, y quizá sobre todo que su partido se viera aún más debilitado electoralmente siendo una vez más el socio menor de los cristianos conservadores bajo el mando de la canciller Angela Merkel.

La ministra-presidenta socialdemócrata de Renania del Norte-Westfalia, Hannelore Kraft, considerada como personaje ascendente en la jerarquía federal, se había hecho incluso la portavoz de los descontentos en el partido. Pero terminó por cambiar de postura llamando a pronunciarse a favor de la gran coalición, aún cuando durante la campaña electoral su partido había subrayado siempre que no la quería. No es por casualidad si tanto ella como los demás dirigentes del partido, tuvieron dificultades para ser elegidos para la dirección del partido en el reciente congreso del SPD.

El carácter “democrático” del voto de la base del partido debe ser muy relativizado. ¿Cual era la opción a la que se veían confrontados los miembros del SPD? De hecho, no se trataba de optar entre el acuerdo o el desacuerdo recogido en las cerca de 180 páginas del acuerdo gubernamental. Los dirigentes del SPD, sin exclusión, ya lo habían firmado y habían expresado públicamente su acuerdo con él antes de consultar a la “base” del partido. En realidad, la verdadera pregunta a la que los miembros tenían que responder era la siguiente: “¿Quiere Vd. evitar una crisis agónica de su partido no desautorizando completamente a su dirección y casi a todos sus dirigentes conocidos a nivel federal e internacional?” Visto bajo este ángulo, el “si” de la gran mayoría de los miembros del SPD no es verdaderamente sorprendente...

Continuidad

En lo esencial, la política esbozada en este acuerdo es la continuidad de las grandes opciones que habían caracterizado la orientación del gobierno saliente de la canciller Angela Merkel. Porque no era solo un gobierno de la CDU/CSU con los liberales del FDP, sino también un gobierno de “gran coalición” informal con el SPD.

Efectivamente; la política de “freno al endeudamiento”, es decir regalos fiscales a las grandes empresas, y la defensa de los intereses de los bancos en detrimento de los presupuestos públicos, venía siendo ejecutada en consenso con la socialdemocracia, igual que la transformación de la Bundeswehr (el ejército alemán que, según la “Grundgesetz”, la Constitución alemana, está exclusivamente para defender el país contra agresiones), en un ejército de intervención que juega un papel de gendarme planetario en colaboración con los Estados Unidos, la OTAN y los demás aliados del Oeste.

En materia de ecología, el texto de coalición proyecta una política absolutamente retrógrada. Constituye un freno al desarrollo de las energías alternativas y la apertura de la caja de Pandora para la producción de energía basada en el carbón. Una política reaccionaria.

Caracterización que se confirma aún más en torno a la política europea. El SPD apoya la política de los memorandos, la de los crueles programas de austeridad, impuestos a Grecia y a los países económicamente más débiles de la Unión Europea, víctimas de los desequilibrios del mercado; la que manda a millones de personas a la miseria y la angustia. Además, las catástrofes de los inmigrantes en el Mediterráneo encuentran una respuesta unánime de los coaligados cristianos y socialdemócratas: reforzar Frontex, reforzar la fortaleza europea, enviar drones y reforzar la propaganda en los países de los que viene la gente que huye de la miseria, la opresión o la guerra, para decirle que no vale la pena venir en barco, porque se muere o porque no tienen porvenir ni sitio en el paraíso europeo.

Es cierto que en el texto del acuerdo hay declaraciones de intención que podrían generar progresos parciales en el terreno de lo social. Citemos por ejemplo laMütterrente, es decir la extensión de las ventajas existentes de la remuneración en materia de las jubilaciones para los padres que han consagrado una parte de su vida a la educación de sus hijos. Estas ventajas no existían hasta ahora más que para la educación de los hijos nacidos a partir de 1992. Ahora, deben también aplicarse a los padres de niños nacidos antes de 1992 (el autor del presente artículo podría beneficiarse de ello y se ha alegrado al enterarse...).

Pero hay otros detalles del acuerdo bastante menos reconfortantes. La CSU bávara, muy conservadora, había obtenido ya mediante una votación en el Bundestag una especie de “prima” para los padres que se abstienen de llevar a sus hijos a las guarderías públicas. Esta “prima” será financiada reduciendo los fondos públicos destinados a mejorar la oferta pública para llevar niños a las guarderías, que siguen siendo claramente de una calidad no muy buena en Alemania. La gran coalición no va a corregir esta situación.

Aunque el FDP liberal no haya obtenido el 5% de los votos necesarios para disponer de electos en el Bundestag, los privilegios fiscales para los hosteleros introducidos bajo su presión por el gobierno saliente de Angela Merkel, siguen en vigor. Y la CSU bávara ha podido imponer su símbolo electoral: la introducción del peaje de autopista solo para los automovilistas “extranjeros” (en contradicción con el derecho europeo).

Salario mínimo legal

El salario mínimo legal (es decir, fijado por una ley) de 8,5 euros/hora fue una de las reivindicaciones principales del SPD en la campaña electoral. Durante las negociaciones, los dirigentes del SPD no dejaban de repetir públicamente que no iban a ceder en este punto, que ni pensar en aceptar un salario mínimo por debajo de esa cantidad ni la fijación de un “salario mínimo” por acuerdos entre los “agentes sociales” (organizaciones patronales y sindicales). Como el SPD no ha obtenido literalmente nada en el terreno de su otra reivindicación principal (el reajuste de los impuestos sobre las grandes rentas y la reintroducción del impuesto sobre las fortunas) era preciso que el resultado de las negociaciones fuera presentado de forma vistosa mediante el “salario mínimo de 8,5 euros” /2.

Antes de pasar a las ovaciones, las formulaciones del acuerdo merecen un análisis preciso.
En primer lugar, en Alemania hay 6,9 millones de asalariados que ganan menos de 8,5 euros brutos a la hora; de ellos, 2,7 millones trabajan a tiempo completo. Un tercio de los cuales trabaja para empresas sometidas al régimen de tarifas horarias fijadas por convenios colectivos.

Hay que darse cuenta también de que, en una semana de trabajo de 40 horas, los 8,5 euros por hora dan como máximo 1.450 euros al mes. Es justo el límite legal para los impuestos. Siendo el tiempo de trabajo semanal considerado como normal de 38 horas, los afectados obtienen una remuneración al nivel del mínimo social. Su sus ingresos deben permitir vivir a una familia, tendrán que hacerlo completar con los órganos que distribuyen dinero como asignación al paro de segundo orden (Abeitslosengeld II). Un ingreso así, por supuesto, no genera remuneración de jubilación por encima del umbral de pobreza oficial.

Pero durante los próximos años, solo una parte de los asalariados afectados va a gozar del nuevo salario mínimo. Hasta finales de 2016 van a continuar en vigor los salarios fijados por los convenios colectivos con salarios mínimos por debajo de 8,5 euros (los hay en particular en los servicios de seguridad, las lavanderías y en el sector hinchado sistemáticamente del trabajo interino que explota a los esclavos modernos). El salario mínimo solo será generalizado a partir del 1 de enero de 2017. Entretanto, los sindicatos de los sectores afectados podrían eventualmente anular una parte de los convenios colectivos para obtener el salario mínimo antes de esa fecha, ya que entraría en vigor automáticamente, pero en ese caso, “sindicatos” amarillos, como los sindicatos cristianos del CGB, tendrían derecho a firmar tablas salariales por debajo de 8,5 euros la hora...).

Para los demás sectores, los 8,5 euros entrarán en vigor a partir del 1 de enero de 2015. Si se tiene en cuenta una tasa de inflación del 2% (según proyección el BCE), esos 8,5 euros no tendrán ya más que un valor de compra de 7,85 euros. Si a esto se le añade el crecimiento de la productividad, en 2017, según pronósticos optimistas, haría falta un salario mínimo de 9,7 euros para compensarla…

Pero eso no es todo. En junio de 2017, según el acuerdo, una comisión compuesta de representantes de las organizaciones patronales y de los sindicatos así como de “especialistas” en economía tendrá que juzgar el nivel de salario mínimo alcanzado para adaptarlo a las circunstancias generales. ¡Y el acuerdo no fija si esta adaptación va a hacerse hacia arriba o a la baja! La decisión de esta comisión sería aplicada a partir del 1 de enero de 2018.

Por tanto, no todo está tan claro en el terreno de la “gran victoria” del SPD en las negociaciones para el acuerdo de coalición. También es posible que dentro de cinco años ya nadie hable de los “matices” aquí explicados, pues la introducción de un salario mínimo en Alemania constituye toda una novedad. Las direcciones sindicales, por otra parte, habían llamado a sus miembros en el SPD a votar por el acuerdo de coalición, insistiendo particularmente en la ganancia obtenida en materia de salario mínimo.

Si se acepta que la introducción del salario mínimo de 8,5 euros no es parcialmente ficticia sino real, en el marco de los 22 países europeos que disponen de un salario mínimo legal, Alemania se encuentra en sexto lugar, después de Luxemburgo (11,10 euros), Francia (9,43 euros), Bélgica (9,10 euros), Países Bajos (9,07 euros), Irlanda (8,65 euros), y justo por delante de Gran Bretaña (7,78 euros). A partir de la octava plaza, es el valle de lágrimas que va desde Slovenia (4,53 euros) pasando por Polonia (2,92 euros) para llegar a Bulgaria (¡0,95 euros!).

En las estadísticas que toman en cuenta el poder de compra real, la imagen no cambia mucho. Alemania permanece en sexto lugar después de los mismos países, pero con solo 7,40 euros, Polonia está un poco mejor situada con 3,78 euros, Bulgaria sube a la anteúltima plaza con 1,9 euros y le corresponde a Rumanía ser la última con 1,85 euros /1.

Edad de jubilación

La segunda “gran victoria” del SPD, tal y como se presenta al gran público, sería el poder jubilarse sin deducciones a partir de los 63 años.

El SPD, que fue junto a Angela Merkel uno de los arquitectos de la introducción de la jubilación a partir de los 67 años, quería recuperar simpatías en materia de política social, diciendo que las y los asalariados que hubieran trabajado durante 45 años inscrito en la seguridad social, deberían tener el derecho a una jubilación plena... Los conservadores cristianos de la CDU y del CSU debían por tanto “ceder” algo en este terreno.

En primer lugar, quienes hayan podido trabajar de forma ininterrumpida durante 45 años inscrito en la seguridad social se hacen cada vez más raros. Se trata por tanto de una reforma de la que muy pocos gente asalariada podrá beneficiarse y su número va a ir decreciendo.

Pero el texto del acuerdo concluido emplea una fórmula aún más restrictiva: de lo que se trata no es de 45 años de seguridad social, sino de 45 años de pago de cotizaciones. No está claro si quienes han estado en el paro y han cobradoArbeitslosenhilfe (subsidio de desempleo) II (que no paga cotizaciones), verán sus años de paro contabilizados o no. Lo mismo ocurre para los años de educación, si hay más de tres, y para los años de formación profesional.

Hay que añadir que a partir de 2015, la gente jubilada a la que se aplique el nuevo reglamento, no tendrán verdaderamente su jubilación “a los 63 años” sin deducciones, ya que la edad mínimo del comienzo de la jubilación sube poco a poco también para quienes han cotizado durante 45 años: en enero de 2015, será ya de 63 años más un mes y en 2030 se llega a los 65 años.

Está también la Lebensleistungsrente, una especie de jubilación mínima. Se trataba de una cantidad de 850 euros, pero esta cifra no figura en el texto del acuerdo.

“En principio” el acuerdo estipula la introducción de esta nueva forma de pensión. Pero quizá sea introducida con una cantidad mínima inferior.

Hay también un problema sistémico, violentamente denunciado por Norbert Blüm /2, antiguo ministro de trabajo y de lo social, que formaba parte del ala laborista de la CDU: muy en armonía con la política neoliberal de desmontaje de todo lo que había en materia de solidaridad institucionalizada, esta reforma profundiza la mezcla de la seguridad social y de la asistencia social. Las jubilaciones están en principio financiadas por las cotizaciones de las y los asalariados. Ya antes de las reformas Hartz, la Arbeitslosenhilfe (subsidio de desempleo, ahora Arbeitslosengeld II”) estaba medio fuera de este sistema. Ahora, el seguro de desempleo para la gente parada de media y larga duración se ha convertido en un subsidio social, y somete a los afectados a un procedimiento de control muy represivo para ver si están o no “necesitados”.

La jubilación mínima significa que quienes tienen una jubilación más baja que la suma fijada -pongamos 850 euros- tendrán derecho a que se complete su pensión hasta ese montante. Pero ese complemento será financiado fuera del sistema de la seguridad social a través de medidas fiscales. Entre otras cosas, este sistema significa que una persona asalariada a tiempo completo con un salario bajo, que ha cotizado toda su vida activa para llegar a una jubilación de 850 euros, tendrá el mismo montante de jubilación que otra que haya trabajado el mismo número de años, quizá mejor pagado, pero a tiempo parcial. Se puede pensar que ese género de arreglos sirve sobre todo para el descrédito del sistema de seguro social con el fin de avanzar más rápidamente a la implantación del modelo liberal: de una parte una asistencia social a nivel miserable, y de otra parte la generalización de la responsabilidad privada de cada individuo de asegurarse contra los inconvenientes de la vejez, de la salud o del paro enriqueciendo empresas de seguros privados.

¿Qué perspectivas para la izquierda?

A la luz de la nueva situación, la democracia en el seno del parlamento federal de Alemania parece precaria. Los partidos que apoyan al gobierno de la gran coalición disponen de alrededor del 80% de los diputados en el Bundestag. Además, el acuerdo firmado tiene en cuenta la “disciplina” de los parlamentarios. Se puede leer en él que las fracciones de los partidos de la coalición gubernamental “votan siempre de forma unitaria” y que “quedan excluidas mayorías cambiantes”: un centralismo bastante autoritario.

¿Qué significa este gobierno de gran coalición para los sindicatos, para los movimientos sociales y para la izquierda política?

En principio, el partido Die Linke (La izquierda) está bien situado, puesto que dispone de la más fuerte fracción de oposición en el Bundestag. Esto le da la posibilidad de explotar a fondo las posibilidades de movilizar a la opinión pública, los descontentos, los movimientos sociales contra esta hermandad de la política dominante. Pues esta última, aún más que el gobierno saliente de Angela Merkel, se esforzará por integrar y pacificar a las direcciones sindicales.

Ahora bien, hay una pequeña complicación. En plena negociación con la CDU y el CSU, la dirección del SPD había anunciado un cambio de estrategia. Declaró públicamente que ya no excluía la posibilidad de una coalición con Die Linke en el futuro. Esperando las próximas elecciones federales, previstas para 2017, esta declaración intenta dar aliento en el seno de Die Linke a las fuerzas que no aspiran más que a formar parte de un gobierno, y exigir de ellas que impongan un curso de adaptación... de cara a hacer posible la participación en un gobierno dirigido por el SPD en 2017.

El precio sería muy elevado. En primer lugar en materia de política exterior, pues habría que consentir el apoyo a guerras de intervención. Luego, en materia de política económica y social, pues habría que apoyar una política de “disciplina presupuestaria” y por tanto de austeridad, primero en detrimento de los proletarios en los países más pobres, y luego en detrimento de los sectores más desfavorecidos en la propia Alemania.

El debate en la izquierda alemana debe por tanto ser orientado hacia soluciones y prácticas de solidaridad que combatan la lógica infernal de la competencia: mediante la acción por abajo, transcendiendo las fronteras de las localidades, de los sectores y de los estados, mediante la elaboración de reivindicaciones y planes de acción unitarios por los sindicatos y los movimientos sociales en Europa, por una renovación democrática, social y ecológica de la Europa política, que no puede nacer sino de un movimiento internacionalista de los explotados y de los oprimidos de todos los países.

Notas
1/ Este artículo está escrito antes de la proclamación del nuevo gobierno alemán del que se puede encontrar una descripción en http://www.publico.es/internacional...(ndt)
2/ Ver WSI, Hans Böckler Stiftung, Pressedienst, 6/11/ 2013.
3/ Cf. Süddeutsche Zeitung del 2/12/2013.

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