Marco Álvarez, de Libres del Sur. Tomado de El Ciudadano
La noticia con la que despertamos las y los chilenos el día de hoy, es el arrollador triunfo de Michelle Bachelet obteniendo 3.070.012 votos, lo que corresponde al 46,67% del universo que concurrió a las urnas. Por otro lado, la representante de la derecha, Evelyn Matthei, obtuvo 1.645.271 votos, equivalente al 25,1% de las preferencias, resultados que sitúan en segunda vuelta a ambas candidatas, la que se realizará el próximo 15 de diciembre. Nuevamente el duopolio político ha sido el gran triunfador de la “fiesta de la democracia”, como acostumbra la clase política tradicional a denominar al proceso eleccionario.
Los candidatos con perfume centroizquierdista Marco Enríquez Ominami, y el representante independiente de la centro derecha no tradicional Franco Parisi, disputaron voto a voto el tercer lugar, triunfando el primero con 722.270 votos, lo que equivale al 10,98 % de los votos, mientras que el segundo alcanzó 10,11% que corresponde a 665.414 votos válidamente emitidos.
Antes de continuar con el análisis de los resultados obtenidos por las tres candidaturas marcadamente antineoliberales, es bueno recordar la ruta del sufragio de la izquierda en los últimos 20 años.
El desempeño electorero de la izquierda tradicional chilena ha sido deplorable. Más de 20 son las elecciones que se han realizado desde que concluyó la dictadura cívico-militar y se reeditó el sistema de elecciones populares. En las cinco elecciones presidenciales (1) realizadas desde el año 1989, con un padrón electoral aproximado de 7.000.000 de votantes, la izquierda ha tenido sólo una participación testimonial. La primera elección presidencial en 1989 no llevó candidato alguno y vio como el ex golpista maquillado de centro (Patricio Aylwin) y la derecha (Francisco Javier Errázuriz y Hernán Buchi) competían por convertirse en el primer presidente de la transición. En la elección presidencial de 1993, la coalición Alternativa Democrática (PC, PC-AP, MAPU e IC) impulsaron la candidatura del cura Eugenio Pizarro Poblete, consiguiendo 327.402 votos, que llegaron al 4,70% de las preferencias. En el año 1999 se realizaba la tercera elección presidencial de vuelta a la “democracia” y el Partido Comunista llevó como candidata a Gladys Marín, quien obtuvo 225.224 votos, equivalente al 3,19% de los votos y el candidato del Partido Humanista, Tomas Hirsch, logró 36.235 votos, correspondiente al 0,51% de las preferencia, sumando entre las dos opciones de izquierda un porcentaje de 3,70% del electorado. En las elecciones de 2005, el candidato de la coalición Juntos Podemos, Tomas Hirsch, obtuvo 375.048 votos, marcando el 5,40% de las preferencias, mientras que la última elección presidencial del año 2009, la coalición Juntos Podemos Más llevó como candidato a un ex ministro de la Concertación, Jorge Arrate, quien obtuvo 433.195 votos, expresados en el 6,21% de los sufragios. Los datos expuestos evidencian la baja convocatoria electoral que han tenido las alternativas de izquierda no neoliberal (2).
El carácter testimonial del sufragio de izquierda en las elecciones de este 2013, mantuvo el mismo ritmo que las últimas dos décadas. Marcel Claude, candidato del Movimiento Todos a la Moneda, obtuvo 184.906 votos, correspondiente al 2,81% de las preferencias. La candidata del Partido Igualdad, Roxana Miranda, consiguió 83.687 votos, que equivale a un 1,27% y Alfredo Sfeir, candidato del Partido Ecologista Verde, logró 154.593 votos, correspondiente al 2,35% de las preferencias. Los tres obtuvieron en conjunto 423.186 votos, que se traduce en un 6,43% del escrutinio a nivel nacional. Un vez más, no logramos encantar a los electores, al igual que en las elecciones anteriores, pero lo más grave es el fraccionamiento de la izquierda, pues esta vez fuimos divididos en tres candidaturas presidenciales.
Por tanto, es necesario hacer una autocrítica radical de la actual contingencia electoral y comenzar un proceso de reflexión colectiva en el seno de las izquierdas antineoliberales chilenas, con el objeto de encontrar las salidas a la ya veinteañera crisis electoral testimonial de nuestro sector. A continuación enumeraré algunos alcances, comentarios y aprendizajes prematuros de las recientes elecciones chilenas 2013, con el fin de aportar a la reflexión y al debate, ambos necesarios para rectificar el camino.
1.- Lo político y lo social. Uno de los grandes desafíos incompletos en la presente elección del 17 de noviembre, fue no haber corregido la gran asimetría que existe entre el avance de los movimientos sociales y la mediocre votación de las candidaturas de las izquierdas.
Nuestra más cercana referencia electoral es la elección presidencial del año 2009, en la cual la opción Juntos Podemos Más obtuvo con Jorge Arrate 433.195 votos. La sumatoria de las tres candidaturas de Claude, Miranda y Sfeir estuvo diez mil votos por debajo de la elección del 2009. Por un lado, mantuvimos el electorado de la izquierda sin contar con la presencia del Partido Comunista, pero por otra parte no podemos dejar de recalcar que esto se logró dividido en tres.
El gran desafío de la izquierda y los movimientos sociales, es mantener de forma sostenida la movilización social durante los cuatro años del próximo gobierno de Michelle Bachelet y pensar de forma seria cómo salir del abismo testimonial en el cual nos encontramos como izquierda.
2.- La herramienta electoral. No es posible que las y los anticapitalistas no cuenten con una herramienta legal para enfrentarse en el campo de las elecciones. Como nos dejó claro el actual proceso eleccionario, estar sujeto a la dependencia legal de una tienda política –cualquiera que esta sea, pero sobre todo una que no proviene del mundo anticapitalista-, nos deja en una situación de desmedro en la incidencia de la trayectoria de la campaña. Las organizaciones que tienen legalidad, no van de la mano con una gran militancia a nivel nacional, sino que ello se debe más bien a un excelente manejo del mecanismo de legalización partidaria. Para las próximas elecciones, es fundamental contar con una plataforma legal para enfrentar las elecciones, que proteja sobre todo la autonomía, democracia interna y fomente la participación al interior de la candidatura.
3.- La esquiva unidad de la izquierda. Sobre la unidad hay mucho que decir, pero sólo me referiré al punto que me parece crucial en este asunto. La principal responsabilidad de NO haber logrado tener una candidatura única de la izquierda y los movimientos sociales, fue haber gestado la convergencia en la antesala de la elección de este 2013. A comienzos de año, recién se impulso un ciclo de reuniones entre diversas organizaciones de izquierda, las que estaban marcadas fuertemente por las elecciones que se aproximaban. También hay una gran responsabilidad de las orgánicas con legalidad electoral, las cuales se movieron en este contexto bajo la lógica del negocio electorero concerniente a sus partidos.
Para garantizar la unidad real en las próximas contiendas electorales, es necesario comenzar de inmediato un proceso de convergencia de lucha entre las distintas organizaciones anticapitalistas y antineoliberales. La unidad en la lucha, nos permitirá ir forjando confianzas y generando acuerdos futuros que impidan caminar nuevamente fragmentados.
4.- El candidato presidencial. La persona que defienda en las urnas los intereses de la izquierda y los movimientos sociales, tiene que tener la capacidad de representar las más diversas identidades de nuestro sector. No puede sólo llegar a un sector, como ocurrió en las actuales elecciones. Ninguna de las tres candidaturas antineoliberales pueden por el momento cumplir con lo expresado anteriormente, ya que cada uno está limitado por el sector al cual representa. Un nuevo liderazgo debe surgir desde las mismas luchas venideras y tendremos que ser capaces de escoger en función de la alternativa en conjunto, más allá de los protagonismos y los personalismos.
Debemos ser estrictos con los criterios políticos y morales que encarnen la figura de quien asuma la vocería de la izquierda anticapitalista chilena. Lo anterior es fundamental para cumplir con la vocación de mayorías que debemos comenzar a impulsar.
5.- La huelga electoral. El dogma antielectoral se ha ido diluyendo en los últimos años en el seno de la izquierda anticapitalista chilena. Aunque en las elecciones municipales del año 2012 tuvo incidencia sobre todo en los medios de comunicación la campaña “Yo no presto el voto”, en la actual pasada tuvo una nula repercusión.
La problemática que se genera al impulsar lo que se denomina la “huelga electoral”, es que si no se construye una alternativa seria y simpatía popular con ella, al final termina siendo funcional a la clase política tradicional. Eso le pasó a las y los que impulsaron este camino en el último tiempo.
Las elecciones mientras se entiendan desde “lo táctico” y jamás desde “lo estratégico”, y vayan en dirección al fortalecimiento de la construcción popular, seguirán asumiendo un espacio importante en las luchas chilenas.
6.- La cooptación de la dirigencia del movimiento social. Una de las características de estas elecciones fue la cooptación por la Concertación de los dirigentes sociales del último tiempo. Estos corrieron por la lista de la “Nueva Mayoría”, como es el caso de Camila Vallejo o Iván Fuentes, o blindados, como en el caso de Giorgo Jackson. Los tres salieron elegidos diputados y son parte de lo que se denomina “un parlamento para Bachelet”.
Estos dirigentes que provienen del mundo social, le han hecho un daño importante a las movilizaciones venideras. No es posible luchar contra un modelo, para luego ser parte de la misma clase política que lo sostiene. Esto debe servir como experiencia a la hora de elegir a los voceros de las distintas trincheras de lucha que hoy se gestan en diferentes rincones del país, para que se elijan representantes honestos e intransigentes con cualquiera de las dos caras del duopolio.
7.- La crisis de legitimidad del modelo. La actual crisis de legitimidad del modelo neoliberal chileno, expresada en una gran crítica a la clase política tradicional, bajo ninguna circunstancia se subsana con el estático comportamiento electoral que favorece nuevamente al duopolio. El escenario que le espera a las y los luchadores sociales en el nuevo período presidencial es sin duda favorable. Tenemos un modelo agotado y un avance sostenido de los movimientos sociales.
La actual edificación neoliberal está resquebrajada y ningún parche bacheletista lo podrá mantener en pié. La gran popularidad de Michelle Bachelet no son trasmisibles a las crisis de legitimidad de la democracia neoliberal y los partidos políticos que la sostienen.
8.- Bachelet. La candidata de la “Nueva Mayoría” es un accidente en la baja aprobación “ciudadana” de los partidos políticos y políticos que acoge esa coalición. El 46,67% de las preferencias y su inminente triunfo en segunda vuelta, responden a un fenómeno particular que se agota con sus cuatro años de mandato.
La actual edificación neoliberal está resquebrajada y ningún parche bacheletista lo podrá mantener en pié. La gran popularidad de Michelle Bachelet no son trasmisibles a las crisis de legitimidad de la democracia neoliberal y los partidos políticos que la sostienen.
Aunque venga con paquetes y medidas “progresistas”, que en nada cuestionan estructuralmente el actual modelo imperante, no habrá duda que su gestión estará enmarcada dentro de su política de cooptación de los movimientos sociales, la criminalización de la protesta popular y de continuidad en la profundización del modelo neoliberal.
La sociedad chilena debe entender que Michelle Bachelet es tan enemiga de los intereses populares como el mismo presidente Piñera. Develar eso, es una gran tarea que debemos emprender.
9.- Asamblea constituyente. Una importante campaña se gestó alrededor de estas elecciones. Marca AC (Asamblea Constituyente) en el voto, más allá de su alcance real, tuvo una importante incidencia, independiente de quien la convocara.
Las banderas de la Asamblea Constituyente deben ser la principal demanda de articulación de las izquierdas y los movimientos sociales en este nuevo periodo que se abre. Bajo esta lucha, debemos crear espacios de convergencia programáticos y reales.
Solo la participación activa de nuestro sector puede garantizar una asamblea constituyente originaria y con participación popular que refunde el Chile actual.
10.- Los desafíos de las izquierdas. Los desafíos son enormes y debemos asumirlos. No basta con hablar de vocación de poder, ya que ésta se debe construir. La vocación de mayoría no debe ser una mera consigna electoral que se utilice cada cuatro años, sino que debe ser una amplitud de alcance de nuestro operar político. La vocación de unidad es lo más importante. Desde la unidad de las izquierdas, la convergencia multisectorial y un nuevo trato con los movimientos sociales e individualidades críticas al sistema, iremos forjando la gran alternativa política y social que se requiere con urgencia.
Hay diferentes razones que motivan a una persona a escribir. En este caso particular, es rescatar una experiencia frente a nuestra “corta memoria”, para que en la próxima contienda electoral, no se cometan los mismos errores que nos llevan a perder en el campo que más nos cuesta una y otra vez.
Nos esperan años intensos de lucha. Años para enmendar el rumbo de la unidad de las izquierdas chilenas y construir la tercera alternativa política y social que derrote al duopolio, representante político de las injusticias.
18 de noviembre de 2013
NOTAS
1) Todos los porcentajes fueron obtenidos del Sitio Histórico Electoral http://www.elecciones.gov.cl/
2) Ver “Poder popular y la cuestión electoral”. http://libresdelsur.cl/poder-popula...
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