Año tras año la población campesina en el mundo ha ido disminuyendo. El éxodo rural se ha convertido en una realidad palpable en el transcurso del siglo XX. Lo que ha desembocado en un cambio radical del paisaje y de la agricultura campesina y tradicional.
Esther Vivas, en Público
En el año 2007, y por primera vez en la historia de la humanidad, la mayor parte de la población mundial vivía ya en ciudades.
El Estado español no ha sido una excepción. Y la agricultura ha pasado de ser una de las principales actividades económicas a una práctica casi residual. Si en los años 70 aún el 25% de la población activa trabajaba en el sector agrícola, hoy esta cifra se ha reducido hasta el 4%, y ha significado una pérdida de más de dos millones y medio de empleos. Las explotaciones agrarias siguen desapareciendo a gran velocidad. Entre los años 1999 y 2009, disminuyeron en un 23%, según el Censo Agrario del INE 2009 . Pronto tendremos que colgar en nuestros campos el cartel de “Cerrado por defunción”.
La renta agraria, también, continua en caída libre. Y en el 2012 retrocedió a niveles de veinte años atrás, según el sindicato agrario COAG, con el consiguiente empobrecimiento del campesinado. Pobreza y mundo rural van de la mano. En Europa, una tercera parte de los pobres se concentran en el ámbito rural. Y la pobreza afecta, en particular, a las mujeres. El envejecimiento de la población, la falta de oportunidades para los jóvenes, la emigración, los bajos ingresos en la agricultura, las malas infraestructuras son síntomas claros de la pobreza en el campo, como señala el informe Poverty and Social Exclusion in Rural Areas [Pobreza y Exclusión Social en las Áreas Rurales] de la Unión Europea en 2008.
Los campesinos desparecen pero nuestras necesidades alimentarias siguen allí. Entonces, ¿quiénes nos dan de comer? ¿quiénes producen y distribuyen la comida? Unas pocas empresas de la agroindustria y de la distribución son las que controlan actualmente toda la cadena alimentaria, de origen a fin. Multinacionales que buscan hacer dinero, y mucho, con los alimentos. Dupont, Syngenta, Monsanto, Kraft, Nestlé, Procter&Gamble, Carrefour, Alcampo, El Corte Inglés, Mercadona son sólo algunas. Y así nos va.
Estos días se celebra la Semana de Lucha Campesina para exigir otras políticas agrícolas y alimentarias. Un tema clave: la lucha contra los transgénicos. El Estado español es la puerta de entrada de los OGM (Organismos Genéticamente Modificados) en Europa, su paraíso. Variedades prohibidas en otros países, como Francia, Grecia, Austria, Alemania…, aquí se conrean. Y otro frente de batalla: la soberanía alimentaria, que consiste en devolver la capacidad de decidir sobre aquello que se produce y se come a campesinos y consumidores. Ser soberanos, poder decidir. Palabras proscritas en los tiempos que corren.
La Vía Campesina, el movimiento internacional más importante de agricultores del Norte y del Sur, los más golpeados por el avance de la globalización neoliberal, sin tierra, pequeños productores, mujeres campesinas…, lo llevan reivindicando desde mediados de los años 90. Su leitmotiv: Campesinos del mundo, uníos. Necesitamos de ellos.
Esther Vivas, en Público
En el año 2007, y por primera vez en la historia de la humanidad, la mayor parte de la población mundial vivía ya en ciudades.
El Estado español no ha sido una excepción. Y la agricultura ha pasado de ser una de las principales actividades económicas a una práctica casi residual. Si en los años 70 aún el 25% de la población activa trabajaba en el sector agrícola, hoy esta cifra se ha reducido hasta el 4%, y ha significado una pérdida de más de dos millones y medio de empleos. Las explotaciones agrarias siguen desapareciendo a gran velocidad. Entre los años 1999 y 2009, disminuyeron en un 23%, según el Censo Agrario del INE 2009 . Pronto tendremos que colgar en nuestros campos el cartel de “Cerrado por defunción”.
La renta agraria, también, continua en caída libre. Y en el 2012 retrocedió a niveles de veinte años atrás, según el sindicato agrario COAG, con el consiguiente empobrecimiento del campesinado. Pobreza y mundo rural van de la mano. En Europa, una tercera parte de los pobres se concentran en el ámbito rural. Y la pobreza afecta, en particular, a las mujeres. El envejecimiento de la población, la falta de oportunidades para los jóvenes, la emigración, los bajos ingresos en la agricultura, las malas infraestructuras son síntomas claros de la pobreza en el campo, como señala el informe Poverty and Social Exclusion in Rural Areas [Pobreza y Exclusión Social en las Áreas Rurales] de la Unión Europea en 2008.
Los campesinos desparecen pero nuestras necesidades alimentarias siguen allí. Entonces, ¿quiénes nos dan de comer? ¿quiénes producen y distribuyen la comida? Unas pocas empresas de la agroindustria y de la distribución son las que controlan actualmente toda la cadena alimentaria, de origen a fin. Multinacionales que buscan hacer dinero, y mucho, con los alimentos. Dupont, Syngenta, Monsanto, Kraft, Nestlé, Procter&Gamble, Carrefour, Alcampo, El Corte Inglés, Mercadona son sólo algunas. Y así nos va.
Estos días se celebra la Semana de Lucha Campesina para exigir otras políticas agrícolas y alimentarias. Un tema clave: la lucha contra los transgénicos. El Estado español es la puerta de entrada de los OGM (Organismos Genéticamente Modificados) en Europa, su paraíso. Variedades prohibidas en otros países, como Francia, Grecia, Austria, Alemania…, aquí se conrean. Y otro frente de batalla: la soberanía alimentaria, que consiste en devolver la capacidad de decidir sobre aquello que se produce y se come a campesinos y consumidores. Ser soberanos, poder decidir. Palabras proscritas en los tiempos que corren.
La Vía Campesina, el movimiento internacional más importante de agricultores del Norte y del Sur, los más golpeados por el avance de la globalización neoliberal, sin tierra, pequeños productores, mujeres campesinas…, lo llevan reivindicando desde mediados de los años 90. Su leitmotiv: Campesinos del mundo, uníos. Necesitamos de ellos.
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