domingo, 26 de mayo de 2013

Fin de ciclo en la Argelia de Bouteflika: el ejército sigue en los puestos de mando

Enfermo de un cáncer, el presidente argelino está hospitalizado desde hace un mes en París. En Argelia, el relevo político no está preparado y el país se interroga sobre las consecuencias de un posible fallecimiento del presidente, a un año de una elección presidencial ante la cual Bouteflika era el favorito. 

Pierre Pouchot, en MediapartTraducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

Es la forma habitual de entrar en materia de los opositores argelinos exiliados en París, los que abandonaron el país tras haberse relacionado con los altos niveles como hombres de negocios, miembros del ejército o de los servicios de información. Para comprender la Argelia actual, dicen, hay que considerar el país más como una república soviética que como un estado-nación clásico, dotado de un sistema político pluralista del que respondería una batería de contrapoderes virtuales o efectivos.

En sesenta años de existencia, la República Popular de Argelia ha tenido tiempo suficiente para rodar su sistema: un partido único, una asamblea nacional popular en la que no se decide nada, luego una apertura al multipartidismo controlado, una prensa a veces impertinente pero siempre la impertinencia contenida o reducida a un pequeño medio intelectual francófono.

Tras este escaparate, un régimen piramidal complejo, primero organizado alrededor del Ejército de Liberación Nacional, luego de un puñado de generales y de miembros de los servicios de información, el famoso DRS (Departamento de Información y Seguridad). Son ellos quienes construyen, al margen de cualquier marco legislativo, sus discotecas gigantescas a lo largo de la costa, en los alrededores de Argel o de Orán; ellos quienes captan lo esencial de las prebendas y del maná petrolero. Argelia dispone hoy de 200.000 millones de dólares de reservas en divisas gracias a las rentas del petróleo.
Bouteflika había llegado prometiendo reducir la influencia de los militares y de los servicios de información en la política, explica el politólogo Mohamed Chafik Mesbah, él mismo antiguo oficial del ejército antes de dedicarse a las ciencias políticas. Ha fracasado totalmente en este terreno, hasta el punto de que hoy los partidos no tienen ninguna consistencia, el FLN está en crisis, y los militares están más presentes que nunca ”.

En esta perspectiva es en la que hay que contemplar la potencial vacante en la presidencia del estado argelino, cuando Abdelaziz Bouteflika, ingresado el pasado 27 de abril en el hospital militar de Val-de-Grâce en París, sigue siendo atendido en Francia, al abrigo de las miradas pero no de las especulaciones. Hospitalizado desde el 27 de abril, fue trasladado el martes a otro establecimiento militar de la capital, “a fin de proseguir en él su convalecencia”, según el servicio de salud del ejército en un comunicado. El nombre del hospital no ha sido precisado.

Abdelaziz Bouteflika no ha estado jamás tanto tiempo ausente de sus asuntos, y por más que el primer ministro clame que su enfermedad no será pronto más que un “mal recuerdo”, nadie se engaña. Dos diarios han sido requisados por haber contemplado abiertamente, en sus ediciones del 19 de mayo, la partida de un presidente hundido según ellos en un “estado comatoso”.

Más allá de los rumores, varias personalidades políticas han demandado ya que sea aplicado el artículo 88 de la constitución, que prevé el régimen de transición en caso de incapacidad del presidente. El texto exacto del artículo es éste: “ Cuando el Presidente de la República, por causa de enfermedad grave y duradera, se encuentra en la imposibilidad total de ejercer sus funciones, el Consejo Constitucional se reúne de pleno derecho, y tras haber verificado la realidad de este impedimento por todos los medios apropiados, propone, por unanimidad, al Parlamento, declarar el estado de incapacidad. El Parlamento, en reunión celebrada en cámaras reunidas, declara el estado de incapacidad del Presidente de la República, por mayoría de dos tercios de sus miembros y encarga provisionalmente la jefatura del estado, por un período máximo de cuarenta y cinco días, al Presidente del Consejo de la Nación. En caso de continuación de la incapacidad a la expiración del plazo de 45 días, se procede a una declaración de vacante por dimisión de pleno derecho, según el procedimiento señalado en los párrafos siguientes y según las disposiciones de los párrafos que siguen al presente artículo”.

¿Y luego? ¿Cómo imaginar la Argelia post-Bouteflika? ¿Es posible una apertura política cuando el país sigue sacudido por una ola de movimientos sociales que, desde el otoño de 2010, se han producido en todas y cada una de las 48 wilayas (provincias) del país, a pesar de los 30 .000 millones de dólares prometidos y/o distribuidos por el gobierno argelino desde la primavera de 2011?

Hoy, para los editorialistas y el puñado de politólogos argelinos que hablan, y que la prensa francófona -incluyendo Mediapart- se disputa, la cuestión no es ya saber si Bouteflika podrá volver, sino anticipar el guión de su sucesión, en un contexto interno particularmente complicado.

El relevo no está preparado. El propio FLN está sumergido en una crisis de sucesión (el secretario general actual se llama… Abdelaziz Bouteflika). A fuerza de infiltrar los partidos, de ofrecer ministerios a los partidos islamistas para mejor desacreditarlos ante la población, el FLN no ha logrado hacer emerger ninguna figura carismática que arrastre la adhesión popular. En tiempos de Bouteflika, ese era sin duda el objetivo. Pero esta estrategia se vuelve hoy contra el partido cuando, para el régimen argelino, el actual presidente representaba el único candidato posible a su propia sucesión. “Habíamos incluso entrado ya en campaña, lo que equivale a decir que el poder apostaba por él, explica el politólogo Rachid Tlemcani. Para este profesor de la universidad de Argel, la sucesión de Bouteflika se anuncia muy complicada , porque la Argelia actual es mucho más compleja que la de los años 1970, porque las luchas de influencia entre los clanes, militares, lobbystas, son mucho más duras que hace diez años ”.

Si la mayor parte de los analistas continúan sin poder ver las tempestades políticas que estallan en la cumbre del estado argelino, y los arbitrajes de los generales que monopolizan la renta petrolera -una opacidad semejante a la que rodeaba los asuntos internos del Partido Comunista de la Unión Soviética y del actual Partido Comunista chino- algunos, como Rachid Tlemcani, juzgan que la partida de Bouteflika no se hará dulcemente, sin una “irrupción” que podría dar un empujón definitivo al régimen teniendo a su favor una protesta social creciente. Tras los médicos generalistas, los enseñantes interinos y tantas otras profesiones de los sectores público y privado, cinco sindicatos de hospitales se han manifestado de nuevo esta semana. Y las huelgas se multiplican en el sur del país.

Mohamed Chafik Mesbah, por su parte, no excluye totalmente la posibilidad de un cambio de régimen, resultado de las decisiones contradictorias tomadas por una junta que envejece, y gestiona el país como oficiales formados en la URSS en los años 1970. El propio general Toufik, al que se describe como el verdadero primer dirigente de Argelia, está a la cabeza de los servicios de información desde hace más de veinte años.

Si el statu quo parece la hipótesis más probable, con una gobernanza acondicionada -”colegial” como plantea Rachid Tlemcani- durante el tiempo necesario para ponerse de acuerdo sobre el nombre de un nuevo presidente, Mohamed Chafik Mesbah plantea una hipótesis que piensa hoy que es la más realista: una “transición gradual”, con el antiguo primer ministro Mouloud Hamrouche, cuyo nombre circula mucho esta semana en la prensa argelina, o la vuelta a la presidencia de Argelia de Lamine Zeroual, presidente de 1994 a 1999, al que conoce personalmente por haber sido su consejero de presidencia, en pleno decenio del terrorismo. Hacer algo nuevo con lo viejo para evitar cambiar todo, en un país en el que el 50% de la población tiene hoy menos de treinta años, es quizá hoy aún la solución privilegiada en Argel para acabar el ciclo Bouteflika, diputado en 1962, luego ministro, y que habrá representado a Argelia durante catorce años.

Nota

Los dos politólogos argelinos han sido entrevistados el martes 21 de mayo por teléfono. Cualquiera que sea el interés de sus análisis, la ausencia de fuentes creíbles cercanas al poder argelino constituye sin embargo el límite de los artículos que pretenden anticipar las metamorfosis del régimen argelino. El objetivo de este artículo es por tanto menos presentar lo que podría ocurrir si el presidente Bouteflika debiera abandonar su puesto que mostrar los límites actuales de un régimen al que le falta imaginación.

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