Ayer 30 de junio, en casi todas las
ciudades de Egipto, grandes o pequeñas, pudo haber entre 14 millones
de manifestantes anti Mursi, según la agencia Reuters, que cita
fuentes militares, y 33 millones según CNN o la BBC. En ambos casos,
había más que en los 18 días sumados de la revolución de enero de
2011, que hizo caer a Mubarak. Es la manifestación más grande de la
historia de Egipto y probablemente incluso de la historia de la
humanidad.
Jacques Chastaing (fuente: NPA). Trad. del francés: D.Gil
Manifestaciones festivas
Las manifestaciones,
verdaderos ríos humanos, no han conocido casi violencias. Según el
Ministerio de Salud ha habido cinco muertos y 613 heridos (a menudo
tras una provocación de los Hermanos Musulmanes), lo que es
lamentable, pero escaso en relación con la considerable cantidad de
personas que ha salido a la calle. Las manifestaciones han estado
marcadas sobre todo por un inmenso ambiente festivo. La gente,
sintiéndose simplemente feliz de verse tan numerosa, cantaba, reía,
lanzaba fuegos artificiales. Para muchos, a pesar de los dos años y
medio de luchas y protestas, era su primera manifestación. Llegaron
familias enteras, niños y padres, incluso se han podido ver pueblos
vaciarse casi por completo para ir a unirse, a pie, a las
manifestaciones de las ciudades más cercanas.
También había cientos
de miles de personas en las ventanas aplaudiendo los manifestantes,
gritando y cantando con ellos o agitando banderas. Muchas personas
mayores que no podían caminar decidieron manifestarse en la puerta
de sus edificios, solos o en grupo, siempre con banderas o pancartas.
Cientos de barcos de pesca se “manifestaron” sobre el agua en
Damieta, igual que hicieron barcos de turistas en Lúxor. Agentes de
la policía, incluso de las Fuerzas Especiales (antidisturbios), se
han manifestado en gran número contra la dictadura.
El lema principal que todos esos
millones de manifestantes dirigieron como un rugido a la atención de
Mursi fue, de un extremo a otro de Egipto, unánime: “¡Lárgate!”
[irhal]. Como lo fue la tarjeta roja que llevaban millones de
esos manifestantes y en la que estaba escrita la misma palabra:
“¡Lárgate!”.
Pero también podían oírse muchas
otras cosas: "Queremos mujeres en todos los puestos de
gobierno”, "musulmanes y cristianos unidos son la revolución",
"las mujeres son el orgullo de Egipto"...
Expresiones de ira
Mezclada con el ambiente festivo,
también estuvo presente en todas partes la ira.
Social, en primer lugar: el domingo,
día laborable en Egipto (el festivo es el viernes), la mayoría
de las fábricas, oficinas y tiendas cerraron, lo que añade
profundidad a la magnitud de la movilización. Un sindicalista señaló
que había una presencia de sólo un 10% en la fábrica más grande
de Egipto, la textil Misr en Mahalla al-Kubra. La inmensa mayoría de
los manifestantes afirmaba estar allí porque ya no aguantaban no
tener trabajo, ni dinero, los cortes de agua y electricidad
constantes, la escasez de gasolina... La manifestación unió y
cristalizó las miles de protestas de carácter económico y social
que han atravesado el país desde principios de año y que, ellas
también, han alcanzado cifras récord en la historia mundial.
Después, política: muchas pancartas y banderas denunciaban el apoyo de Obama a los
Hermanos Musulmanes, a los terroristas islamistas que, sin embargo,
dice combatir. “Despierta, América, Obama sostiene un régimen
fascista en Egipto”, se oía decir, lo que era válido para todos
los regímenes occidentales o los medios de comunicación que han
reconocido al régimen de los Hermanos Musulmanes y lo ayudan o son
complacientes con él.
Era una clara advertencia también a
todas las dictaduras islamistas del mundo árabe, y a todas las
dictaduras, sin más. Muchas personas decían: “¡Que miren y que
tiemblen!”.
Manifestaciones de desafío
A la fiesta y a la ira hay que sumarle
una atmósfera de desafío a todos los partidos e instituciones.
Los manifestantes egipcios quieren
imponer una especie de democracia directa en la que, cuando los
dirigentes no cumplen su promesa, sean quienes sean y aunque hayan
sido elegidos, deben ser relevados de sus funciones sin esperar al
final de sus mandatos.
Muchos han señalado que bastantes
manifestantes aplaudían a los militares en las calles o los
helicópteros militares que sobrevolaban las manifestaciones. De
hecho, muchos eran manifestantes primerizos que aún no habían
despertado a la política cuando el Consejo Supremo de las Fuerzas
Armadas detentaba el poder. Sin embargo, otros muchos, más
experimentados, gritaban “ni Hermanos ni ejército” y portaban
enormes banderas con imágenes de las víctimas asesinadas en
manifestaciones o en prisión cuando el ejército estaba en el poder
después de la caída de Mubarak. La revolución, buscando su camino,
ha juzgado inteligentemente que el 30 de junio no podía enfrentarse
de manera directa a sus dos oponentes, los Hermanos Musulmanes y el
ejército, y ha decidido aprovechar sus divisiones. Por lo tanto, si
en los próximos días se ve a las fuerzas armadas desempeñar otra vez un
papel político, habrá que comprender que su margen de maniobra será
aún mucho más débil que antes, pues multitud de egipcios se hacen
infinitamente menos ilusiones sobre el ejército que hace dos años.
¿Y ahora qué?
Todos los
partidos, desde los Hermanos Musulmanes al opositor Frente de
Salvación Nacional (FSN), pasando por el ejército, han quedado
totalmente perplejos por esta salida masiva de los egipcios a la
calle, que sobrepasa todas sus previsiones. Todos parecen estar
desconcertados, mudos, casi incapacitados. Los únicos que se han
atrevido a hablar han quedado en ridículo. Mursi dijo que estaba
abierto al diálogo, a lo que la calle respondió que no quería
ningún diálogo sino que se largara. Hamdin Sabbahi, dirigente de
los socialistas naseristas, que quizás se vea a sí mismo como
futuro ganador de unas eventuales elecciones presidenciales, ha
pedido al ejército que tome el poder de manera provisional antes de
la celebración de presidenciales anticipadas, en el caso de que
Mursi no renuncie voluntariamente.
El movimiento
Tamarrud ('rebelión'), que inició esta gigantesca manifestación
después de prepararla con una petición de 22 millones de firmas
exigiendo la dimisión de Mursi, respondió lanzando un ultimátum al
poder: o Mursi se va antes del martes 2 de julio a las 17.00 o
convocamos una huelga general indefinida y un movimiento de
desobediencia civil hasta que caiga. Mientras, el Frente 30 de Junio,
organizador de la manifestación y que bien podría sustituir en
notoriedad y autoridad a la oposición institucional del FSN, ha
insistido en que rechaza el poder del Ejército igual que el de los
Hermanos Musulmanes y ha llamado a continuar ocupando calles y plazas
hasta que Mursi se vaya. Y, de hecho, la noche de manifestaciones y
sentadas ha proseguido por todas partes mientras que se levantaban
acampadas en muchos lugares.
Es imposible
predecir qué va a pasar. Pero ya se puede decir que el mensaje del
pueblo egipcio contra todos los poderes opresivos del planeta se
escuchará hoy mucho mejor que hace dos años, porque desde entonces,
de Brasil a Turquía, de Grecia a Bangladesh, de Chile a Bulgaria o
Bosnia, los pueblos han empezado a sacudirse el yugo que los oprime.
La revolución no
ha hecho más que empezar.
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