Ni Morsi ni el ejército representan las aspiraciones a la libertad y la justicia social
Comunicado de Izquierda Anticapitalista
Las enormes movilizaciones en Egipto que precedieron la caída de Morsi han mostrado el creciente rechazo social a su proyecto neoliberal reaccionario y cada vez más autoritario. Los Hermanos Musulmanes no estuvieron en el origen de la revolución egipcia, pero tras la caída de Mubarak se convirtieron en la principal fuerza política del país al ser la única organización opositora a Mubarak con una fuerte implantación y arraigo social. Su labor de gobierno ha dejado claro que su proyecto político está lejos de las aspiraciones populares que derribaron al dictador en 2011.
Desde las protestas contra Mubarak en enero de 2011, el Ejército -la institución económica y política más importante del país- ha tenido como única intención asegurar una “transición ordenada”, así como encauzar las aspiraciones populares hacia sendas inofensivas para las estructuras de poder. Por ello, estableció una entente inicial con los Hermanos Musulmanes con el fin de hacer transitar el proceso revolucionario por el camino de la moderación sin cambios económicos estructurales. Es ahora, en medio de la constatación de la incapacidad de los Hermanos Musulmanes de garantizar la estabilidad del país, cuando el Ejército ha roto su alianza con Morsi.
La movilización popular desencadenada contra él muestra, por tanto, la firme determinación del pueblo egipcio de profundizar las aspiraciones de libertad y de justicia social que llevaron a la caída de Mubarak en febrero de 2011. Pero el desenlace de esta intensa movilización, con la toma del control por parte del Ejército mediante un golpe de Estado, pone de manifiesto también las enormes debilidades del proceso revolucionario. En particular, subraya la ausencia de un polo político favorable a la justicia social y a la profundización de la revolución. Es la ausencia de una alternativa política ligada a la movilización popular lo que ha permitido que el Ejército y sus aliados hayan podido tomar la iniciativa para intentar encauzar el escenario post-Morsi hacia sus intereses.
Se abre en este momento, por tanto, un periodo de gran incertidumbre para el proceso revolucionario. La determinación y capacidad de lucha del pueblo egipcio han quedado de sobra demostradas, pero también la fortaleza de las fuerzas de orden y del Ejército, que cabalgan hoy sobre las aspiraciones populares. El pueblo egipcio deberá seguir luchando para evitar que desde arriba se frenen sus deseos de cambio y para impedir cualquier involución autoritaria a manos del ejército y sus aliados, así como para evitar que el país se deslice en una caza de brujas,contra los Hermanos Musulmanes o contra cualquier organización que se oponga al Gobierno, y en una confrontación civil que lo suma en el caos y que pueda, además, ser rentabilizada por el ejército y la reacción para imponer una involución autoritaria.
Desde Izquierda Anticapitalista consideramos, por todo ello, que es necesario que la movilización social, la autoorganización popular del pueblo egipcio y la construcción de un polo democrático, de izquierdas y favorable a la justicia social avancen para que su revolución no le sea arrebatada por quienes quieren que todo cambie para que no cambie nada.
Comunicado de Izquierda Anticapitalista
Las enormes movilizaciones en Egipto que precedieron la caída de Morsi han mostrado el creciente rechazo social a su proyecto neoliberal reaccionario y cada vez más autoritario. Los Hermanos Musulmanes no estuvieron en el origen de la revolución egipcia, pero tras la caída de Mubarak se convirtieron en la principal fuerza política del país al ser la única organización opositora a Mubarak con una fuerte implantación y arraigo social. Su labor de gobierno ha dejado claro que su proyecto político está lejos de las aspiraciones populares que derribaron al dictador en 2011.
Desde las protestas contra Mubarak en enero de 2011, el Ejército -la institución económica y política más importante del país- ha tenido como única intención asegurar una “transición ordenada”, así como encauzar las aspiraciones populares hacia sendas inofensivas para las estructuras de poder. Por ello, estableció una entente inicial con los Hermanos Musulmanes con el fin de hacer transitar el proceso revolucionario por el camino de la moderación sin cambios económicos estructurales. Es ahora, en medio de la constatación de la incapacidad de los Hermanos Musulmanes de garantizar la estabilidad del país, cuando el Ejército ha roto su alianza con Morsi.
La movilización popular desencadenada contra él muestra, por tanto, la firme determinación del pueblo egipcio de profundizar las aspiraciones de libertad y de justicia social que llevaron a la caída de Mubarak en febrero de 2011. Pero el desenlace de esta intensa movilización, con la toma del control por parte del Ejército mediante un golpe de Estado, pone de manifiesto también las enormes debilidades del proceso revolucionario. En particular, subraya la ausencia de un polo político favorable a la justicia social y a la profundización de la revolución. Es la ausencia de una alternativa política ligada a la movilización popular lo que ha permitido que el Ejército y sus aliados hayan podido tomar la iniciativa para intentar encauzar el escenario post-Morsi hacia sus intereses.
Se abre en este momento, por tanto, un periodo de gran incertidumbre para el proceso revolucionario. La determinación y capacidad de lucha del pueblo egipcio han quedado de sobra demostradas, pero también la fortaleza de las fuerzas de orden y del Ejército, que cabalgan hoy sobre las aspiraciones populares. El pueblo egipcio deberá seguir luchando para evitar que desde arriba se frenen sus deseos de cambio y para impedir cualquier involución autoritaria a manos del ejército y sus aliados, así como para evitar que el país se deslice en una caza de brujas,contra los Hermanos Musulmanes o contra cualquier organización que se oponga al Gobierno, y en una confrontación civil que lo suma en el caos y que pueda, además, ser rentabilizada por el ejército y la reacción para imponer una involución autoritaria.
Desde Izquierda Anticapitalista consideramos, por todo ello, que es necesario que la movilización social, la autoorganización popular del pueblo egipcio y la construcción de un polo democrático, de izquierdas y favorable a la justicia social avancen para que su revolución no le sea arrebatada por quienes quieren que todo cambie para que no cambie nada.
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