martes, 23 de julio de 2013

Similitudes entre el apartheid en Israel y Sudáfrica

Ilustración de Pep Montserrat para The National.
Ben White

A medida que el mundo reflexiona sobre el legado de Nelson Mandela y su lucha contra el apartheid en Sudáfrica, algunos han recordado su famosa observación: “Sabemos muy bien que nuestra libertad está incompleta sin la libertad de los palestinos.”

Ese vínculo especial entre dos pueblos y sus luchas nacionales ha contribuido a aumentar los esfuerzos sudafricanos para cuestionar los continuos abusos de derechos humanos y la sistemática discriminación a la que son sometidos los palestinos.

Hace unas semanas, el embajador de Sudáfrica en Israel aprovechó la oportunidad de su partida para criticar las políticas israelíes como una “réplica del apartheid”. Ismail Coovadia también rechazó un regalo de 18 árboles plantados en su nombre por el Fondo Nacional Judío, una organización que ha desempeñado un papel importante en el desplazamiento de los palestinos.

No muchos países tienen embajadores que hablen de sus políticas en términos de apartheid. Viniendo de un diplomático sudafricano respetado, la afirmación es aún más dolorosa. Es un reflejo de cómo los políticos de Sudáfrica y de la sociedad civil han adoptado cada vez más la solidaridad con los palestinos y tomado la delantera en cuanto al BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) e iniciativas relacionadas.

Pretoria ha exigido el etiquetado de los productos de los asentamientos, a pesar de una importante presión para no hacerlo. También ha habido notables expresiones de apoyo al boicot palestino en las universidades y los sindicatos.

Esto sucede mientras las políticas de Israel hacia los palestinos son calificadas, cada vez con mayor frecuencia, en términos de apartheid por los observadores en Palestina e Israel y a nivel internacional.

En Sudáfrica existe el recuerdo de la histórica relación de Israel con el régimen del apartheid. (Un punto de referencia excelente sobre el tema es el libro The Unspoken Alliance: Israel’s Secret Relationship with Apartheid South Africa de Sasha Polakow-Suransky).

La relación de Israel con el régimen del apartheid comenzó a mediados de los años 1970, con el intercambio de tecnología militar e inteligencia. Para algunos funcionarios de ambos lados, había también un componente ideológico. El primer ministro sudafricano Hendrik Verwoerd, por ejemplo, afirmó que “los judíos tomaron Israel a los árabes después que los árabes habían vivido allí durante 1.000 años. Israel, como África del Sur, es un Estado de apartheid”.

Durante un período de unos 15 años, los ejemplos de la estrecha relación incluyeron un pacto en 1975 firmado por Shimon Peres y el entonces ministro de Defensa sudafricano PW Botha, y la colaboración de la industria de defensa israelí con el régimen de apartheid para eludir las sanciones internacionales. “La colaboración con el régimen racista de Sudáfrica” ​​por parte de Israel fue condenada en la Asamblea General de la ONU.

Sin embargo, lo que realmente ha golpeado a muchos en Sudáfrica y en otros lugares, son las similitudes entre el sistema de apartheid allí instaurado y las actuales políticas de Israel hacia los palestinos.

En 2002, el arzobispo Desmond Tutu escribió un artículo llamado Apartheid en Tierra Santa, y dijo que en su reciente viaje a Palestina / Israel había recordado “mucho a lo que nos pasó a los negros en Sudáfrica”. En 2007, el Relator de Derechos Humanos de la ONU, John Dugard, profesor jurídico de Sudáfrica y experto apartheid, dijo que “las leyes y prácticas de Israel” en los territorios ocupados “sin duda se asemejan en muchos aspectos al apartheid”.

El elemento común de ambos sistemas es la consolidación y la aplicación de la desposesión, asegurar el control, acceso a la tierra y a los recursos naturales para un grupo a expensas de otro. Sin embargo, también hay diferencias importantes.

Mientras que el sistema de apartheid requería el trabajo de los sudafricanos de color, en las colonias sionistas en Palestina se considera a la población local no judía de manera muy diferente: como un grupo que debe ser expulsado en lugar de explotado. La razón por la que hoy en día, dentro de las fronteras anteriores a 1967 de Israel, hay una mayoría judía es porque la mayoría de los palestinos que hubieran sido ciudadanos del nuevo estado fueron objeto de una limpieza étnica, sus aldeas destruidas y sus tierras expropiadas.

Aunque hay muchos ejemplos de segregación y discriminación institucionalizada de facto dentro de las fronteras anteriores a 1967 de Israel, la comparación del apartheid realmente comenzó a tomar fuerza cuando Israel amplió su colonización y control de la Cisjordania ocupada y la Franja de Gaza.

El apartheid era, en cierto modo, un “Plan B”: una forma de mantener la hegemonía y el control judío –la protección de la etnocracia– cuando directamente, las expulsiones en masa no era una opción factible.

Un académico israelí, Oren Yiftachel, ha descrito la situación en Israel y los Territorios Ocupados –hablando de ellos como una sola unidad– como un “apartheid progresivo”, en el sentido que con el tiempo ha surgido un estado de facto desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo, en el que se les niega o se les concede diferentes derechos a los árabes y palestinos, por medio de ​​en tarjetas de identificación, localización, etc.

La ocupación israelí de Cisjordania, que en 2017 cumplirá medio siglo, se ha convertido en un complejo sistema de control y exclusión, con colonos judíos que viven entre los palestinos ‘no ciudadanos’ cuya libertad de vivir en su propia tierra es gestionada por un burocrático sistema de apartheid de “permisos” y obstáculos físicos.

Irónicamente, fue durante el llamado proceso de paz de Oslo que los elementos de la comparación con el apartheid sudafricano empezaron a ser aún más claros.

En 1984, Desmond Tutu escribió que los llamados territorios autónomos –bantustanes– promovidos por el régimen del apartheid fueron privados de “integridad territorial o esperanza de viabilidad económica”. Eran, escribió, simplemente “territorios fragmentados y discontinuos, que se encuentra en áreas improductivas y marginales del país” con “ningún control” sobre los recursos naturales o el acceso a las “aguas territoriales”. Esto podría haber sido escrito hoy sobre los Territorios Ocupados en Palestina.

No solamente los métodos de represión israelíes tienen paralelismos con el régimen histórico en Sudáfrica, políticas condenadas el año pasado por el Comité de Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Discriminación Racial en términos de “segregación” y como un incumplimiento de la prohibición de “apartheid” [PDF]. Israel en el año 2013 se hace eco de los diplomáticos de Pretoria en los días pasados ​​cuando se trata de propaganda.

Así, por ejemplo, al igual que en los años 1970 y 1980, hoy el ministerio israelí de Asuntos Exteriores afirma que un boicot a los productos producidos en los asentamientos perjudica en primer lugar y ante todo a los trabajadores palestinos. Aún más revelador es que algunos políticos y figuras públicas israelíes, den hoy la voz de alarma acerca de las tasas de natalidad palestina, la igualdad y la perspectiva de una solución de un solo estado democrático en términos de “suicidio nacional”, el mismo discurso utilizado por los apologistas del apartheid en Sudáfrica.

Para los sudafricanos, cuyo recuerdo del apartheid sigue intacto, Israel es un objetivo no sólo porque es un ejemplo que de un sistema repudiado, sino porque para la población indígena colonizada, el apartheid de hoy es peor. El editor de un periódico sudafricano, Mondli Makhanya, lo recalcó en 2008 después de un viaje a Oriente Próximo: “Me parece que a los israelíes les gustaría que los palestinos desaparecieran. Nunca hubo nada de eso en nuestro caso. Los blancos no esperaban hacer desaparecer a los negros”.

De los combatientes veteranos y líderes como Nelson Mandela, Desmond Tutu y Ronnie Kasrils, a los activistas de derechos humanos que trabajan en iniciativas como BDS Sudáfrica y Open Shuhada Street, campañas en favor de los derechos palestinos, hay un reconocimiento que los palestinos se enfrentan a una lucha por la dignidad, por la igualdad –y por la propia vida– similar a la que una vez se llevó a cabo, y se ganó, en Sudáfrica.



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