martes, 16 de julio de 2013

El último refugio del patriota israelí: el boicot

Haaretz
Trad. al castellano de Germán Leyens para Rebelión


Cualquiera que tema realmente por el futuro del país tiene que estar a favor de boicotearlo económicamente.


¿Una contradictio in terminis? Hemos considerado las alternativas. Un boicot es el menor de todos los males y podría producir beneficios históricos. Es la opción menos violenta y la que tiene menos probabilidades de acabar en un derramamiento de sangre. Sería dolorosa como las otras, pero las otras serían peores.

Sobre la base de la suposición de que el actual statu quo no puede continuar eternamente, es la opción más razonable para convencer a Israel de que cambie. Su efectividad ya se ha probado. Más y más israelíes se han preocupado recientemente por la amenaza del boicot. Cuando la ministra de justicia Tzipi Livni señala su expansión y en consecuencia llama a romper el impasse diplomático, suministra una prueba de la necesidad de un boicot. Por eso ella, y otros, se suman al movimiento por el boicot, la desinversión y las sanciones. Bienvenidos al club.

El cambio no vendrá del interior. Eso está claro desde hace mucho tiempo. Mientras los israelíes no paguen un precio por la ocupación, o por lo menos no hagan la conexión entre causa y efecto, no tendrán ningún incentivo para acabar con ella. ¿Y por qué debería preocuparse el residente medio de Tel Aviv de lo que sucede en la ciudad cisjordana de Yenín o en Rafa, en la Franja de Gaza? Esos sitios están muy lejos y no son particularmente interesantes. Mientras la arrogancia y el victimismo continúen en el Pueblo Elegido, el más elegido del mundo, siempre la única víctima, la posición explícita del mundo no cambiará en absoluto.

Es antisemitismo, decimos. Todo el mundo contra nosotros y nosotros no somos responsables de su actitud hacia nosotros. Y aparte de eso, a pesar de todo, el cantante inglés Cliff Richard vino a actuar aquí. La mayor parte de la opinión pública israelí está divorciada de la realidad, la realidad en los territorios y en el extranjero. Y hay quienes se ocupan de que se mantenga esa peligrosa desconexión. Junto con la deshumanización y la satanización de los palestinos y los árabes, la gente de este país tiene el cerebro demasiado lavado por el nacionalismo para entrar en razón.

El cambio solo vendrá de fuera. Nadie –incluyendo al autor, por supuesto– quiere otro ciclo de derramamiento de sangre. Un levantamiento popular palestino no violento es una opción, pero es poco probable que ocurra en un futuro cercano. Y luego, existen la presión diplomática estadounidense y el boicot económico europeo. Pero EE.UU. no aplicará presión. Si el gobierno de Obama no lo ha hecho, ningún gobierno estadounidense lo hará. Y luego está Europa. La ministra de justicia Livni dijo que en Europa el discurso se ha vuelto ideológico. Sabe de qué habla. También dijo que un boicot europeo no se limitará a los productos hechos en las colonias en Cisjordania.

No hay motivos para que se limite. La distinción entre productos de la ocupación y productos israelíes es una creación artificial. Los principales culpables no son los colonos, sino los que fomentan su existencia. Todo Israel está inmerso en la empresa de las colonias, por lo tanto todo Israel debe ser responsable de ello y pagar el precio correspondiente. No hay nadie a quien no afecte la ocupación, incluidos los que intentan mirar hacia otro lado y tomar distancia de ella. Todos somos colonos.

El boicot económico demostró su efectividad en Sudáfrica. Cuando la comunidad empresarial del régimen del apartheid abordó a los dirigentes del país y les dijo que las circunstancias existentntes no podían continuar, se decidió el tema. El levantamiento, la estatura de líderes como Nelson Mandela y Frederik de Klerk, el boicot de los deportes sudafricanos y el aislamiento diplomático del país por supuesto también contribuyeron a la caída del odioso régimen. Pero el tono fue impuesto por la comunidad empresarial.

Y lo mismo puede suceder aquí. La economía de Israel no resistirá un boicot. Es verdad que al principio reforzará el victimismo, el aislamiento y el nacionalismo, pero no a largo plazo. Podría dar lugar a importante cambio de actitud. Cuando la comunidad empresarial aborde al gobierno, el gobierno escuchará y tal vez actúe. Cuando el daño afecte al monedero de cada ciudadano, más israelíes se preguntarán, tal vez por primera vez, cuál es el problema y por qué está ocurriendo.

Es difícil y doloroso, casi más allá de lo soportable, para un israelí que ha vivido toda su vida en este país, que nunca lo ha boicoteado, que nunca se ha planteado emigrar y que se siente conectado con esta tierra con todo su ser, llamar a un boicot semejante. Nunca lo he hecho. He comprendido lo que motivó el boicot y he podido suministrar la justificación de motivos semejantes. Pero nunca he predicado que otros den ese paso paso. Sin embargo, cuando Israel se lanza a otra vuelta de profunda estancación, tanto diplomática como ideológica, el llamado a un boicot es necesario como el último refugio de un patriota.

Fuente original: Haaretz 

Fuente original en castellano: Rebelión

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