lunes, 1 de julio de 2013

Clamor en Egipto contra Mursi: el ejército al acecho


Pan, libertad y justicia social fueron los grandes emblemas de las reivindicaciones populares de la Revolución egipcia que a principios del 2011 tumbaron, después de tres semanas de lucha en las calles al hasta entonces intocable Mubarak. Los Hermanos Musulmanes, grandes beneficiados de unas precipitadas elecciones, accedieron al poder con Mursi a la cabeza del Partido Igualdad y Justicia. En sólo dos años Mursi apartó al mariscal Tantaui de la jefatura del ejército y aplicó una política neoliberal sin dar salida a las reivindicaciones que sacudieron la plaza Tahrir por semanas; la reacción popular no se ha hecho esperar. Se preveían grandes concentraciones y manifestaciones en contra de los islamistas y sobre todo encaminadas a pedir la renuncia de Mursi. 

Hoy, el escenario es incierto. Millones de egipcios se encuentran en las calles reclamando la caída del gobierno, en unas expresiones de rechazo que aúnan a opositores, miembros del antiguo régimen, los revolucionarios de Tahrir y miembros de la antigua casta del ejercito. No debemos olvidar, y es lo que señala Alain Gresh, especialista sobre mundo árabe y colaborador habitual en Le Monde Diplomatique, que la casta militar de Egipto, con sus enormes intereses económicos, más otras camarillas ligadas al poder ilimitado de la familia Mubarak, están al acecho esperando el  momento de una indeseable involución en lo que significaría una toma del poder por parte del ejército, dependiente de los capitales imperialistas y del Golfo. Todo ello acompañado de la normalización lisa y llana de relaciones con el régimen sionista para regocijo de los EE. UU. y de Europa. [N. de Izquierda Anticapitalista.]

¿Hacia una intervención armada en Egipto?

Alain Gresh, en Le Monde Diplomatique
(trad. del francés por Susana Merino)

Mientras se aproxima el 30 de junio, aniversario de la asunción presidencial de Mohammed Mursi, el primer civil democráticamente elegido como Jefe de Estado egipcio, recrudecen los presagios de enfrentamientos. Algunos anuncian desenlaces sangrientos en las manifestaciones previstas por la oposición con el objeto de pedir la renuncia de Mursi en el día del aniversario. Circulan los más locos rumores, las armas también. 

En este turbado contexto también se invoca de nuevo la intervención armada. El ministro de Defensa general Abdel Fattah al-Sissi declaró en un discurso que “las fuerzas armadas no permanecerán silenciosas frente a la espiral que está llevando al país a un conflicto incontrolable”. Luego de haber pedido el fin las divisiones, propuso un acuerdo entre todas las fuerzas políticas antes del 30 de junio. Poniendo énfasis en las “eternas” relaciones entre las fuerzas armadas y el pueblo, el ministro prosiguió diciendo que “quienes se creen capaces de desconocer o de alterar esa relación se están equivocando”. La misión de las fuerzas armadas es la de “proteger la voluntad popular […] Nosotros no podemos guardar silencio frente a la intimidación de los egipcios” (véase Al-Masri Al-Youm y “Egyptian General Warns Against Violence as Anniversary Approaches”, New York Times, 23 de junio).

Recordemos que fue en agosto de 2012 cuando el presidente Mursi nombró a Sissi ministro de Defensa, decapitando así al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA).
Al día siguiente de las declaraciones del general Sissi, el portavoz de la presidencia Ihab Fahmy señaló que el papel del ejército es proteger las fronteras y las instituciones vitales del Estado y que no tiene vocación política. “Tenemos un presidente que dirige al país en forma democrática y no podemos imaginar la vuelta del ejército” (“Egypt’s presidency : Military won’t step in”, Ahram online, 24 de junio).

Los partidarios del antiguo régimen nunca han ocultado su deseo de ver intervenir al ejército, más teniendo en cuenta que no ha sufrido muchas conmociones después de la revolución. Más extrañas son las palabras de Hamdin Sabbahi, que logró la tercera posición en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de mayo de 2012 y que declara que “quienes gritaron abajo el poder militar dañaron a la revolución” (““Down with military rule” chant harmed revolution : Egypt’s Hamdeen Sabbahi”, Ahram online, 24 de junio).

Es olvidar demasiado rápidamente el desastroso balance del CSFA, que manejó el país durante cerca de dieciocho meses luego de la caída del presidente Hosni Mubarak en febrero de 2011. No solo carga con una gran responsabilidad en esta transición sin fin (con la ayuda de los Hermanos Musulmanes obligó a aceptar una hoja de ruta para la transición que ha llevado al actual callejón sin salida) pero, contrariamente a los que muchos quieren hacer creer, jugó un papel muy activo en la violenta represión de las manifestaciones anteriores y posteriores a la caída de Mubarak.

El diario británico The Guardian público el 10 de abril de 2013 un informe aplastante de una comisión independiente que le fue remitido al presidente Mursi en enero de 2013 y que éste ignoró (“Egypt’s army took part in torture and killings during revolution, report shows”, 10 de abril de 2013). Detalla cómo actuó el ejército durante las semanas revolucionarias, participando directamente en la represión, torturando, haciendo desaparecer jóvenes de los que no se ha vuelto a tener noticias. El ejército que volviera al poder mañana ni es diferente ni actuaría de otra manera.

Egipto está en crisis. Los Hermanos Musulmanes y Mursi han sido incapaces de abordar las reformas necesarias y de establecer un diálogo nacional: la oposición se ha aliado a los restos del antiguo régimen y también ha rechazado cualquier diálogo significativo con el poder. Por último, los jóvenes de la revolución, que constituyen una fuerza no despreciable (más importante que el Frente de Salvación Nacional que reagrupa a la oposición tradicional) de creer en las encuestas. (“After Tahrir: New Poll Findings from Egypt”, Zobby Research Services, junio de 2013) no han sido capaces de implementar políticamente su influencia. Los próximos días pueden ser decisivos para el porvenir del país.

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