Pan, libertad y justicia social fueron los grandes emblemas de las reivindicaciones populares de la Revolución egipcia que a principios del 2011 tumbaron, después de tres semanas de lucha en las calles al hasta entonces intocable Mubarak. Los Hermanos Musulmanes, grandes beneficiados de unas precipitadas elecciones, accedieron al poder con Mursi a la cabeza del Partido Igualdad y Justicia. En sólo dos años Mursi apartó al mariscal Tantaui de la jefatura del ejército y aplicó una política neoliberal sin dar salida a las reivindicaciones que sacudieron la plaza Tahrir por semanas; la reacción popular no se ha hecho esperar. Se preveían grandes concentraciones y manifestaciones en contra de los islamistas y sobre todo encaminadas a pedir la renuncia de Mursi.
Hoy, el escenario es incierto. Millones de egipcios se encuentran en las calles reclamando la caída del gobierno, en unas expresiones de rechazo que aúnan a opositores, miembros del antiguo régimen, los revolucionarios de Tahrir y miembros de la antigua casta del ejercito. No debemos olvidar, y es lo que señala Alain Gresh, especialista sobre mundo árabe y colaborador habitual en Le Monde Diplomatique, que la casta militar de Egipto, con sus enormes intereses económicos, más otras camarillas ligadas al poder ilimitado de la familia Mubarak, están al acecho esperando el momento de una indeseable involución en lo que significaría una toma del poder por parte del ejército, dependiente de los capitales imperialistas y del Golfo. Todo ello acompañado de la normalización lisa y llana de relaciones con el régimen sionista para regocijo de los EE. UU. y de Europa. [N. de Izquierda Anticapitalista.]
¿Hacia una intervención armada en Egipto?
Alain Gresh, en Le Monde Diplomatique
(trad. del francés por Susana Merino)
Mientras se aproxima el
30 de junio, aniversario de la asunción presidencial de Mohammed Mursi,
el primer civil democráticamente elegido como Jefe de Estado egipcio,
recrudecen los presagios de enfrentamientos. Algunos anuncian desenlaces
sangrientos en las manifestaciones previstas por la oposición con el
objeto de pedir la renuncia de Mursi en el día del aniversario. Circulan
los más locos rumores, las armas también.
En este turbado
contexto también se invoca de nuevo la intervención armada. El ministro
de Defensa general Abdel Fattah al-Sissi declaró en un discurso que “las
fuerzas armadas no permanecerán silenciosas frente a la espiral que
está llevando al país a un conflicto incontrolable”. Luego de haber
pedido el fin las divisiones, propuso un acuerdo entre todas las fuerzas
políticas antes del 30 de junio. Poniendo énfasis en las “eternas”
relaciones entre las fuerzas armadas y el pueblo, el ministro prosiguió
diciendo que “quienes se creen capaces de desconocer o de alterar esa
relación se están equivocando”. La misión de las fuerzas armadas es la
de “proteger la voluntad popular […] Nosotros no podemos guardar
silencio frente a la intimidación de los egipcios” (véase Al-Masri Al-Youm y “Egyptian General Warns Against Violence as Anniversary Approaches”, New York Times, 23 de junio).
Recordemos
que fue en agosto de 2012 cuando el presidente Mursi nombró a Sissi
ministro de Defensa, decapitando así al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA).
Al día siguiente de las declaraciones del general
Sissi, el portavoz de la presidencia Ihab Fahmy señaló que el papel del
ejército es proteger las fronteras y las instituciones vitales del
Estado y que no tiene vocación política. “Tenemos un presidente que
dirige al país en forma democrática y no podemos imaginar la vuelta del
ejército” (“Egypt’s presidency : Military won’t step in”, Ahram online, 24 de junio).
Los
partidarios del antiguo régimen nunca han ocultado su deseo de ver
intervenir al ejército, más teniendo en cuenta que no ha sufrido muchas
conmociones después de la revolución. Más extrañas son las palabras de
Hamdin Sabbahi, que logró la tercera posición en la primera vuelta de
las elecciones presidenciales de mayo de 2012 y que declara que “quienes
gritaron abajo el poder militar dañaron a la revolución” (““Down with military rule” chant harmed revolution : Egypt’s Hamdeen Sabbahi”, Ahram online, 24 de junio).
Es
olvidar demasiado rápidamente el desastroso balance del CSFA, que
manejó el país durante cerca de dieciocho meses luego de la caída del
presidente Hosni Mubarak en febrero de 2011. No solo carga con una gran
responsabilidad en esta transición sin fin (con la ayuda de los Hermanos
Musulmanes obligó a aceptar una hoja de ruta para la transición que ha
llevado al actual callejón sin salida) pero, contrariamente a los que
muchos quieren hacer creer, jugó un papel muy activo en la violenta
represión de las manifestaciones anteriores y posteriores a la caída de
Mubarak.
El diario británico The Guardian público el 10 de
abril de 2013 un informe aplastante de una comisión independiente que
le fue remitido al presidente Mursi en enero de 2013 y que éste ignoró
(“Egypt’s army took part in torture and killings during revolution, report shows”,
10 de abril de 2013). Detalla cómo actuó el ejército durante las
semanas revolucionarias, participando directamente en la represión,
torturando, haciendo desaparecer jóvenes de los que no se ha vuelto a
tener noticias. El ejército que volviera al poder mañana ni es diferente
ni actuaría de otra manera.
Egipto está en crisis. Los Hermanos
Musulmanes y Mursi han sido incapaces de abordar las reformas necesarias
y de establecer un diálogo nacional: la oposición se ha aliado a los
restos del antiguo régimen y también ha rechazado cualquier diálogo
significativo con el poder. Por último, los jóvenes de la revolución,
que constituyen una fuerza no despreciable (más importante que el Frente
de Salvación Nacional que reagrupa a la oposición tradicional) de creer
en las encuestas. (“After Tahrir: New Poll Findings from Egypt”,
Zobby Research Services, junio de 2013) no han sido capaces de
implementar políticamente su influencia. Los próximos días pueden ser
decisivos para el porvenir del país.
Fuente en castellano: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=170279
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