jueves, 11 de julio de 2013

Los dátiles del apartheid: boicot a los dátiles israelíes


Daniel Gil


Empieza el Ramadán y con él se intensifica una de las campañas más persistentes de boicot  a productos israelíes: la que se dirige contra los dátiles, que desde hace unos años pueden verse cada vez más en los mercados europeos, especialmente asociados a la presencia de consumidores musulmanes. Los dátiles son un producto de gran consumo durante el Ramadán por tradición y por el alto valor energético de este fruto, e Israel intenta (y lo va consiguiendo) que la ruptura del ayuno se haga con sus lujosos y caros dátiles medjoul, que ya suponen el 15% de las exportaciones israelíes a la UE. «Los dátiles israelíes llegan a tiempo para el Ramadán», dice ufano Mehadrin, el gigante agroalimentario israelí. 

«Este dátil sostiene la ocupación y el apartheid», afirma en cambio el Grupo BDS Madrid, que toma el testigo de una campaña que se ha desarrollado también en países como Francia (donde es veterana), el  Reino Unido, Bélgica, o Italia, así como en Estados Unidos, Sudáfrica o Marruecos, uno de los países árabes que más ha normalizado sus relaciones con Israel.

Estas acciones de boicot se inscriben o se sitúan en la estela de la campaña internacional Boicot, Desinversiones y Sanciones contra Israel (BDS), una iniciativa de la sociedad civil palestina lanzada en 2005 cuyos objetivos son «que Israel se retire de todos los territorios ocupados en 1967, incluido Jerusalén Este, que desmantele todos sus asentamientos establecidos en esos territorios, que obedezca las resoluciones de Naciones Unidas relativas a la restitución de derechos de los refugiados palestinos y que acabe con su sistema de apartheid». El BDS se inspira en el exitoso boicot que en otro tiempo se lanzó contra el régimen de apartheid en Sudáfrica y que contribuyó decisivamente a su desaparición.

Precisamente en Sudáfrica, el BDS obtuvo hace unos meses una importante victoria, al conseguir que Karsten Farms, una de las empresas agrícolas más poderosas del país, rompa relaciones con el exportador israelí Hadiklaim y se comprometa a no tener relaciones en el futuro con ninguna empresa israelí que opere en los territorios palestinos ocupados. Una de las líneas de negocio de ambas empresas era la comercialización de dátiles medjoul cultivados (real o aparentemente) en Sudáfrica bajo la marca Kalahari, propiedad de Hadiklaim. 

El sustancioso negocio de los dátiles

Israel cultiva y exporta hasta nueve variedades de dátiles, pero su producto estrella es sin duda el citado medjoul o medjool. Fácilmente reconocibles por su gran tamaño, su color oscuro y su elevado precio, los dátiles medjoul (deformación del árabe maŷhul, que significa 'desconocido') son una variedad de origen marroquí que a mediados del siglo pasado se exportó a California y de ahí pasó a otros países como Sudáfrica o Israel, que es hoy uno de los mayores productores y el mayor exportador. Estos dátiles a veces se encuentran en el mercado con la denominación de dátiles jumbo. 

Otras variedades que pueden encontrarse en el mercado español, aunque en mucha menor medida, son el dátil fresco (refrigerado) barhi y el dátil deglet nour. Aunque los dátiles de esta última variedad son los más comunes y conocidos en el mercado español, se importan generalmente de Túnez o Argelia y no de Israel. Sin embargo, hace unos años se denunció la presencia de dátiles israelíes deglet nour en el Mercadona.

Algunos datos: Israel ocupa el puesto 14 (2011) entre los países cultivadores de dátiles pero controla el 35% del mercado mundial de dátiles en general y el 50% de la variedad medjoul, que representa un 60% de su producción datilera (30.000 toneladas en 2012). Israel  exporta alrededor de un 50% de sus dátiles medjoul, pero debido a su alto precio, estos dátiles exportados suponen un 75% de los ingresos de los cultivadores. En 2011, la exportación de dátiles reportó a las compañías israelíes 265 millones de dólares de beneficios. Israel exporta a la UE el 66% de su producción agrícola (2010), dentro de la cual los dátiles ocupan uno de los primeros lugares.

Las comunidades musulmanas de Europa y Estados Unidos son uno de los principales targets de los exportadores de dátiles israelíes, algo que puede ponerse en relación con el hecho de que el consumo medio de dátiles dentro de Israel es 1 kg por persona y año, mientras que en los países árabes (y mayoritariamente musulmanes) vecinos es 10 veces superior. El consumo de dátiles se dispara durante el Ramadán y entre muchos musulmanes parece estar extendiéndose la moda de romper el ayuno con los lustrosos y caros medjoul.  



Los dátiles del apartheid

Buena parte de los productos agrícolas exportados por Israel  se cultiva en los asentamientos ilegales de Cisjordania o en los Altos del Golán ocupados a Siria. En el caso de los dátiles, además de dos asentamientos en el Golán (Maale Gamla y Ramot), la producción se concentra en el valle del Jordán y el área del Mar Muerto, en una veintena de colonias sionistas, responsables de un 60% de la producción datilera de Israel (y un 51% de la producción de dátiles medjoul). Estas colonias habitualmente extienden sus cultivos por tierras que legalmente (si es que la legalidad tiene algún sentido en Cisjordania) no pertenecen al asentamiento, y que quedan inmediatamente vetadas a la población palestina. El asentamiento de Mitzpe Shalem, antiguo kibbutz «privatizado» a orillas del Mar Muerto, es hoy propietario, a través de varias empresas, de buena parte de la agricultura de la zona. A él se añaden Shadmot Mehola (un asentamiento religioso especializado en la exportación de dátiles), AlmogMevo'ot Yeriho, Vered Yeriho, Beit Haarava, Yitav, Naomi, Niran (todos ellos destinados a la «judaización» del área de Jericó)  ArgamanBekaot, Gitit, Hamra, Hemdat, Kalya, Maskiot, Petzael (cuyo jefe de seguridad fue sentenciado en 2003 por matar a sangre fría a un joven palestino a ¡200 horas de trabajo comunitario!) Roi, Rotem y Tomer. La mayor parte de estos asentamientos son colonias Nahal, es decir, establecidas inicialmente por el ejército israelí para atraer a población civil judía dentro del plan de colonización y limpieza étnica de Palestina que se desarrolla ininterrumpidamente desde 1948.


Los dátiles son una de las principales fuentes de ingresos de estas colonias (la principal en algunos casos) y contribuyen decisivamente a su viabilidad. Sin duda tiene que ver el crecimiento exponencial que ha experimentado la presencia de dátiles israelíes en el mercado mundial en la última década con el crecimiento igualmente espectacular de las colonias. Desde 2011 el Ministerio de Agricultura de Israel destina nuevas subvenciones a la palmera datilera para compensar el cese de importaciones de hojas de palma desde Egipto, principal proveedor de este producto que Israel utiliza para confeccionar cada año 700.000 lulav o ramos rituales utilizados durante la festividad judía de los Tabernáculos (Sukkot). Ese mismo año, las exportaciones de dátiles israelíes crecieron un 16%.

Las colonias se han ido extendiendo como un cáncer por la Cisjordania ocupada desde principios de los años setenta. Son la respuesta al dilema de la integración en Israel de una tierra que el sionismo considera suya, tanto por razones simbólicas como por su valor económico y estratégico, pero que está densamente habitada por una población, palestina, a la que no era aconsejable expulsar en masa (como se hizo en 1948 con los palestinos del interior del recién creado Israel) y a la que de ningún modo podía darse derechos de ciudadanía, aunque fuera de segunda, como se había tenido que hacer con la minoría palestina que quedó dentro de Israel después de 1948. La colonización, o la anexión demorada, fue la alternativa a la imposibilidad de anexionar formalmente Cisjordania tras su ocupación en 1967. 

Desde entonces, la intrincada red de colonias, con sus infraestructuras asociadas (carreteras privativas, áreas militares, zonas «verdes»), se ha ido comiendo la tierra palestina, hasta el punto de a pesar de que los colonos constituyen hoy apenas un 20% de la población de Cisjordania, Israel posee un 60% del territorio (y por supuesto controla el resto), que es en la práctica una parte más del Estado judío a todos los efectos (de hecho, un 10% ya ha sido anexionado físicamente por el famoso muro). En contrapartida, los palestinos viven literalmente enjaulados en enclaves sin continuidad territorial, con un grado creciente de hacinamiento y de pobreza, asistiendo impotentes a la confiscación de sus tierras, a la demolición de sus casas, a la destrucción de sus cultivos, al estrangulamiento de su economía, condenados a la inmovilidad, sometidos a la violencia de los colonos, del ejército y de un sistema legal diseñado específicamente para hacer su vida imposible y lograr que acaben abandonando su país. 

El uso del agua es uno de los aspectos más sangrantes de este sistema de apartheid. Si por término medio un israelí consume cuatro veces más agua que un palestino, en Cisjordania la proporción puede llegar a ser de 8 a 1. El 83% del agua disponible se destina a las colonias (que a menudo están construidas precisamente sobre los acuíferos) o se canaliza al interior de Israel, todo ello a través de la compañía estatal Mekorot, que sólo abastece a judíos. Existen multitud de restricciones sobre el agua que se aplican únicamente a los palestinos, como la prohibición de construir o incluso reparar infraestructuras de abastecimiento, incluido cavar pozos o profundizar los existentes una vez que se secan, lo que ocurre constantemente debido a la sobreexplotación de los acuíferos por parte de los colonos, con sus hábitos de consumo «a la europea» y sus regadíos intensivos. Las colonias, además, contaminan los acuíferos con sus residuos. Sin embargo, también son sólo para judíos las plantas de tratamiento de aguas residuales, un recurso que puede determinar el futuro de la agricultura en la zona. Precisamente los dátiles del apartheid se riegan con este tipo de aguas, procedentes del embalse de Og, que es propiedad de las colonias de Mitzpe Shalem, Kalya, Beit Haarava y Almog, y que por supuesto no abastece a los cultivadores palestinos.


La agricultura de los colonos emplea frecuentemente la mano de obra de los propios palestinos desposeídos por la colonización, obligados a aceptar salarios miserables y condiciones de trabajo durísimas, pues no están protegidos por ninguna ley. Buena parte de esos trabajadores palestinos son niños, especialmente en las plantaciones datileras. En 2008, la Oficina Central de Estadísticas palestina denunció que más de 7000 niños no acompañados de entre 5 y 17 años trabajaban en las plantaciones israelíes del valle del Jordán, sin contar los no documentados.

Por supuesto todo lo que venimos mencionando es ilegal de acuerdo con el «derecho internacional»: además de la propia ocupación militar, la construcción de asentamientos y del muro y el sistema de colonización y apartheid asociado a todo ello violan la Cuarta Convención de Ginebra, ilegalidad que ha sido confirmada por las Naciones Unidas (Asamblea General y Consejo de Seguridad) y por la Corte Internacional de Justicia. Muchas más voces han hablado en este sentido, entre ellas las del Comité para la Eliminación de la Discriminación RacialComité contra la Tortura, Comité de Derechos Humanos del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y los informes de varios relatores de las Naciones Unidas. En la práctica poco importa, ya que, por otro lado, la «comunidad internacional» asume en la práctica que Israel es, como Guantánamo, un limbo jurídico, una excepción.

Así pues no es de extrañar que la Unión Europea, uno de los puntales de ese limbo jurídico y socio preferente de Israel, no sólo no ponga trabas a la importación de productos procedentes de un territorio bajo ocupación militar sino que ni siquiera exija, o lo haga muy tibiamente, que el etiquetado refleje dicha procedencia (como hizo, por ejemplo, Sudáfrica). A pesar de que, en rigor, es ilegal que los productos de los territorios ocupados se beneficien del Acuerdo de Asociación entre Israel y la UE.

Una exigencia que podría sonar extravagante en Israel. Si trata de hecho a Cisjordania como una parte más de su territorio (excepto en lo que concierne a los derechos de los palestinos) y las mismas compañías agrícolas operan a uno y otro lado de la borrosa Línea Verde, no cabe esperar no ya un etiquetado distinto sino ni siquiera que los dátiles coloniales del valle del Jordán estén separados de los que se producen en las otras dos zonas datileras: los valles de Baysán y de Araba, dentro de las fronteras «legales» de Israel. De hecho, el mayor exportador de dátiles, Hadiklaim, afirma en su web: «Las plantaciones datileras de Hadiklaim se extienden por toda la longitud de Israel: desde el Mar de Galilea hasta la región del Mar Muerto, del desierto de Arava [Araba] hasta el valle de Beit Shean [Baysán]». Un recorrido que abarca, sin nombrarlo, el valle del Jordán ocupado.

Y es que, en realidad, ¿qué diferencia a los kibbutz datileros de Samar (en el valle de Araba), Sde Eliyahu o Mesilot (en el valle de Baysán) de las colonias sionistas en Cisjordania? Quizás sólo los tiempos. Todos son un instrumento de colonización y se asientan sobre tierra expropiada a los palestinos. El kibbutz religioso Sde Eliyahu, uno de los mayores productores de dátiles de Israel, explota tierras que fueron de la aldea palestina de Arab al-Arida, arrasada tras la expulsión de sus habitantes en mayo de 1948. El vecino kibbutz Maoz Hayyim cultiva sus dátiles sobre los restos de la aldea étnicamente limpiada de al-Gaznawiyya,   Ein Hanatziv sobre la aldea de Farwana, Shluhot sobre al-Ashrafiyya, y así sucesivamente siguiendo un patrón que se repite en todo Israel. En total, una treintena de poblaciones de la región datilera de Baysán fueron arrasadas por tropas sionistas en 1948 y sus habitantes forzados al exilio. La propia Baysán, hoy llamada Beit Shean, fue limpiada de palestinos dos días antes de la proclamación del Estado de Israel. 


¿Quién vende los dátiles de Israel?



La cooperativa Hadiklaim es el brazo de gran parte de los cultivadores de dátiles israelíes, incluidos naturalmente los asentamientos del valle del Jordán y el Mar Muerto (etiquetados también como «Israel»). El Estado español, Reino Unido, Francia, Suiza, Alemania, Austria y Escandinavia son sus principales destinos. King Solomon y Jordan River son sus marcas más habituales, y también es el principal proveedor de las grandes superficies, que los venden a granel. Es posible que sea Hadiklaim quien proporciona los dátiles vendidos en El Corte Inglés o AhorraMasHadiklaim también comercializa los dátiles Kalahari, aparentemente cultivados en Sudáfrica, aunque se ha señalado que ese origen podría ser un subterfugio para eludir el boicot. Sobre la compañía Mehadrin pesan acusaciones similares



Mehadrin es la mayor empresa de producción y exportación agroalimentaria de Israel, propietaria de la famosa marca Jaffa de cítricos, y compite (quizás la haya superado ya) con Hadiklaim por el mercado mundial de los dátiles medjoul, que comercializa con el sello MehadrinHa heredado gran parte del mercado que antaño controlaba Agrexco, la gran compañía estatal israelí privatizada en 2008 y liquidada formalmente en 2011 (aunque sobrevive la marca).  Opera con productos tanto de Israel como de los territorios ocupados, incluido el Golán, y los etiqueta como procedentes de Israel. Es proveedor de la compañía de aguas Mekorot y del Ministerio de Defensa. Exporta dátiles al Estado español, a Francia (donde es objeto de una intensa campaña de boicot), Reino Unido, Alemania, Holanda, Suecia, Italia,  Australia, China, EE.UU., Brasil y Canadá. 



Carmel-Agrexco fue durante más de medio siglo el principal exportador agroalimentario de Israel y responsable de la exportación de entre el 60 y el 70% de los productos agrícolas de los territorios ocupados. La solidaridad con Palestina saludó la liquidación de Agrexco en septiembre de 2011 afirmando que era «el fin de un monstruo del colonialismo agrícola». Su mercado lo heredaron Mehadrin y multitud de pequeños exportadores, a los que recurrieron en primera instancia los cultivadores que operaban con Agrexco. Sin embargo, poco después la actividad de la vieja compañía estatal fue adquirida por el empresario florero (cultivador de flores) Gideon Bickel, que trata de recuperar el terreno perdido. Aunque integrada dentro del Grupo Bickel, se mantiene la famosa marca Carmel-Agrexco, que, entre otros productos agrícolas de Israel y los territorios ocupados, exporta dátiles ecológicos del área del Mar Muerto (Carmel Bio Top) así como dátiles medjoul de la companía Jordan Plains (con este mismo sello). Está presente en el Estado español.



A estos gigantes se añaden muchos pequeños exportadores y el hecho de que Mehadrin, en concreto (y quizás las otras compañías), en ocasiones recurre a importadores locales, por lo que no merece la pena una mayor exhaustividad. 


Una búsqueda en Google de «dátiles medjoul» o «dátiles jumbo» permite comprobar que son varios los mayoristas españoles que sirven este producto. Entre ellos, la conocida empresa alicantina El Monaguillo,  o la canaria Eurobanan, que los comercializa con sus marcas Agroorigen Bio o Isla BonitaLos supermercados de El Corte Inglés venden dátiles israelíes, con lo que es posible que antes o después aparezcan en sus empresas Hipercor, Supercor y Opencor. También lo hace AhorraMas y lo hizo en el pasado Mercadona (que hoy vende otros productos israelíes).




Además de las grandes superficies, es cada vez más frecuente encontrarlos en fruterías, en particular aquellas que se sitúan en zonas con una apreciable presencia musulmana. No es casual que, en Madrid, la campaña se haya iniciado en el barrio de Lavapiés y siga por las zonas aledañas a las dos grandes mezquitas de la ciudad. En una primera toma de contacto con la cuestión, el grupo BDS Madrid recorrió una veintena de fruterías. La mayoría exhibía en sus escaparates la característica caja de los dátiles medjoul con su aspa interna que divide el contenido en cuatro. Las razones: «la gente los pide», y más en Ramadán, época en la que los fruteros agotan y deben reponer varias veces su stock de dátiles.



Si «la gente los pide», no estaría de más recordar que entre la nube de asentamientos del valle del Jordán sigue estando la ciudad palestina de Jericó. Existen dátiles medjoul palestinos cuyo cultivo es una auténtica proeza dada la escasez de agua, la amenaza permanente de los colonos y el ejército sobre la tierra y el estrangulamiento de la economía palestina. A pesar de ello, pueden llegar a las mesas europeas si se piden. Y no tienen sabor a apartheid. 


10.7.2013

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