martes, 9 de julio de 2013

Rusia: La represión se abate sobre el movimiento de oposición

Hace un año comenzó la cuenta atrás del tercer mandato de Vladímir Putin. El 7 de mayo de 2012, el cortejo presidencial se trasladó al Kremlin atravesando las calles inusualmente vacías del centro de Moscú, tomado por la policía. Aquella extraña ceremonia vino precedida de varios meses de protestas masivas que pusieron fin a la “estabilidad” política que el régimen solía presentar como uno de sus mayores logros.


Ilyá Budraitskis, miembro del Movimiento Socialista de Rusia y de IVª Internacional. Publicado en NPATraducción: VIENTO SUR


La manifestación del 6 de mayo de 2012, en la víspera del comienzo del nuevo mandato de Putin, fue con sus miles de asistentes una de las acciones más importantes. Terminó con un enfrentamiento con la policía cuya amplitud y duración no tenían parangón en los años precedentes. Una evidente provocación de la policía puso en entredicho el carácter no violento del movimiento, en el que había insistido a machamartillo el sector liberal de sus líderes. De este modo, los miles de manifestantes pasaron a ser todos potenciales acusados en el juicio penal por “atentado masivo contra el orden público” que se inició poco después.

Este proceso, que un año después puede suponer la aplicación de largas penas de cárcel a decenas de acusados, mientras otros tantos siguen soportando registros domiciliarios y detenciones, constituirá (y ya constituye) el mayor proceso político de la historia del régimen actual. No se trata de un nuevo caso de violación de los derechos humanos ni de un intento por parte de los cuerpos represivos de neutralizar y someter a ciertos individuos próximos a la flor y nata de la élite rusa. El “proceso del 6 de mayo” es de naturaleza muy distinta de la de procesos políticos sintomáticos de la “estabilidad” putiniana, como el juicio de Mijaíl Jodorkovski o el proceso de Pussy Riot. A lo que asistimos ahora es a una respuesta firme de las autoridades a la cuestión del poder planteada por las masas en las plazas moscovitas en 2011 y 2012. Prácticamente todos y cada uno de los participantes en las manifestaciones del año pasado pueden acabar en el banquillo de los acusados. Y el proceso en ciernes será la ocasión para avisar a todos y todas que se plantean comprometerse en la participación política activa que cualquier resistencia es inútil y que el poder es omnipotente.

En estos momentos, numerosos editorialistas liberales tratan de establecer un paralelismo con el terror estalinista. Aunque por su amplitud y su significado histórico no se puede comprar un caso con otro, los mecanismos por los que el poder escenifica este proceso político tienen, en efecto, algunos puntos en común con aquel periodo tenebroso de nuestra historia. El caso “del 6 de mayo” se articula en torno a una historia de descubrimiento de un complot contra el Estado, de vicios de procedimiento, de prácticas de tortura y de una importante propaganda mediática. Hoy es muy importante para la izquierda rusa llamar la atención a escala internacional sobre los nuevos “procesos de Moscú”, pero también de ayudar a los compañeros del mundo entero a comprender, a través de este ejemplo trágico, la evolución represiva irresistible del régimen político imperante en Rusia.

¿Qué sucedió el 6 de mayo?

Una vez Putin se hubo asegurado un nuevo mandato presidencial en las elecciones del 4 de marzo de 2012 recurriendo simultáneamente a una inmensa presión administrativa ejercida sobre los electores, al fraude masivo y a una retórica populista mentirosa, muchos pensaban que las movilizaciones habían perdido su razón de ser. Las ingenuas esperanzas de miles de opositores, que habían actuado de observadores en las elecciones y que pensaban que iban a poner fin a las trampas, cayeron en saco roto. Las dos acciones que tuvieron lugar en torno a las elecciones, el 5 y el 10 marzo, vieron cómo menguaba la capacidad de movilización del movimiento en comparación con los meses anteriores. Las intervenciones de los líderes de la oposición liberal reflejaban muy bien la desorientación y la ausencia de un plan de acción. Cuando hacia mediados de mayo el dirigente del Frente de Izquierda, Serguéi Udaltsov, llamó a salir a la calle en vísperas de la toma de posesión de Putin, la mayoría de observadores no ocultaron su escepticismo.

El Frente de Izquierda es una pequeña formación aparecida hacia mediados de la década de 2000. Agrupa tanto a antiguos miembros de grupos estalinistas y posestalinistas como a socialistas antiautoritarios. Empezó a ser conocido por el público al comienzo de la contestación, en diciembre de 2011. Su éxito se debió sobre todo a la figura de su líder, Udaltsov, un brillante orador que participó en diversas acciones tras las cuales fue detenido una y otra vez. A semejanza del populista de derecha Alexéi Navalny, se ha convertido en una de las figuras más populares del movimiento. Sin embargo, Udaltsov siempre ha sido criticado en las filas de la izquierda rusa: se le ha acusado de querer minimizar la cuestión del socialismo en sus intervenciones, de tender a cerrar compromisos inútiles con la oposición liberal y de recurrir a prácticas antidemocráticas y autoritarias en su organización. Casi todas estas acusaciones están justificadas, pero en la conciencia de las masas, Udaltsov no solo es uno de los líderes del movimiento de oposición, sino también el único representante conocido de su ala izquierda. Así, su llamamiento a una nueva manifestación bajo el lema de “Marcha de los millones” tuvo cierto eco en el seno de la izquierda, mientras los liberales se hundían en el pesimismo.

Sin embargo, ese día, contrariamente a todas las previsiones, la manifestación reunió a más de 60.000 personas. Cuando el cortejo se acercó al lugar de concentración, la policía provocó a los manifestantes cerrándoles el paso a la plaza. El principal argumento era que el número real de participantes superaba de lejos la cantidad prevista y que la plaza Bolotnaya, donde iba a celebrarse el mitin, no podía acoger a todos. Claro que era absurdo, pues el 10 de diciembre de 2011, esta inmensa plaza vacía en pleno centro de Moscú había acogido el primer mitin “por unas elecciones justas”, en el que participaron hasta 80.000 personas según diferentes estimaciones. Saltaba a la vista que la policía buscaba un pretexto para dar una severa lección al movimiento. Todos aquellos que intentaron cruzar el cordón policial fueron reprimidos violentamente y quedaron detenidos. Esta violencia sin precedentes suscitó la resistencia de una parte de los manifestantes, que trataron de obstaculizar las detenciones y decidieron ocupar la plaza hasta que los detenidos fueran puestos en libertad. Según cifras oficiales, cerca de 30 policías resultaron heridos durante la dispersión de la manifestación. Los enfrentamientos del 6 de mayo duraron varias horas. Finalmente hubo unos 650 detenidos, de los que una parte pasaron la noche en el calabozo.

Un mes de mayo de 2012 bastante caliente

El día siguiente, miles de disidentes salieron de nuevo a la calle para ir al encuentro del cortejo presidencial. Desde primera hora, el centro de la ciudad se había convertido en el teatro de una operación policial de gran envergadura, cuyo propósito era limpiar la avenida por la que iba a circular el presidente, no solo de activistas, sino también de transeúntes en general. La jornada acabó de nuevo con las comisarías llenas de detenidos. A pesar de todo, en los días siguientes continuaron manifestándose centenares de personas, pensando que al final lograrían imponerse a las fuerzas policiales y establecer un espacio de contestación permanente en una de las plazas del centro de la ciudad. Sus esperanzas se hicieron realidad en la noche del día 9 de mayo, cuando la policía suspendió las detenciones masivas y algunos agentes se negaron a cumplir las órdenes por considerarlas fuera de lugar.

A partir de ese momento y durante cerca de dos semanas se organizó una acampada de protesta en una de las avenidas del centro de la ciudad. El número de participantes oscilaba entre varios centenares y varios millares. Pocos días después del comienzo de la ocupación ya era perceptible el importante papel desempeñado por la izquierda radical en esta iniciativa. Fueron los militantes del Movimiento Socialista de Rusia (RSD) y los anarquistas quienes lanzaron la idea de celebrar asambleas con todos los participantes para decidir estrategias y organizar la vida cotidiana de la acampada. El lugar recibió el nombre de “Occupy Abai”, por la estatua del poeta kazajo Abai que se encuentra allí. Aunque el campamento fue desmontado finalmente por la policía, en sus dos semanas de existencia se escribió una de las páginas más importantes de la historia de las protestas moscovitas. El acontecimiento puso de manifiesto tanto la posibilidad de recurrir a nuevas formas de acción política, basadas en la democracia directa, como la creciente popularidad de la izquierda radical.

Paralelamente, las autoridades anunciaron la apertura de un proceso penal al amparo del artículo relativo a la “organización y participación en desórdenes públicos masivos”. El portavoz de Putin, Dmitri Peskov, hizo esta declaración agresiva: “Desde mi punto de vista, la policía ha actuado con bastante delicadeza. Me habría gustado que se hubiera mostrado más contundente. No se trataba de los provocadores que esperaban las autoridades de Moscú.

Un gran proceso político

El 27 de mayo fue detenida la primera acusada de “uso de la violencia contra la policía”, la anarquista de 19 años Alexandra Dujánina. Durante el verano se practicaron nuevas detenciones. Casi todas las personas detenidas –que reflejaban toda la heterogeneidad del movimiento– permanecieron en prisión preventiva hasta el final de la instrucción, a pesar de que sus abogados hubieran asegurado que sus clientes no abandonarían la ciudad y no suponían ningún peligro para sociedad. Entre ellas figuran activistas de izquierda como Dujánina, el también anarquista Stepán Zimin, el militante del Frente de Izquierda Vladímir Akimenkov y el militante LGBT antifascista Nikolai Kavakskiy. También había representantes de grupos de extrema derecha que habían participado activamente en las manifestaciones desde el comienzo, como Rijard Sobólev y Yároslav Belúsov. Pero entre los acusados había sobre todo los llamados “activistas civiles”, personas que no tenían una militancia política clara y cuya experiencia política se limita a algunas manifestaciones masivas. Parecía por momentos que la instrucción seleccionaba al azar, atrapando a participantes de una u otra de las manifestaciones con el fin de crear una atmósfera de miedo generalizada.

Sin embargo, todas esas detenciones respondían a una lógica: desde el comienzo se destinaron cerca de 200 jueces de instrucción de diferentes regiones del país al “caso del 6 de mayo”. Se encargaron en particular de llevar a cabo un análisis minucioso de las informaciones aportadas por las grabaciones de videovigilancia en los lugares de enfrentamiento, a fin de identificar a los participantes “que recurrieron a la violencia”. Paralelamente, la instrucción tenía también una misión bastante más ambiciosa: reunir todos esos episodios en un relato conspirativo lógico, en el que los manifestantes serían en realidad marionetas en manos de los supuestos organizadores.

Insólito por su amplitud y la movilización de recursos en que se basa, el “caso del 6 de mayo” reúne en perfecta sinfonía todas las estructuras represivas de la Rusia de Putin. La policía practicó detenciones inesperadas de sospechosos, el FSB (Servicio Federal de Seguridad) y el Centro de Lucha contra el Extremismo aportaron sus bases de datos sobre activistas políticos, mientras que la instrucción y la elaboración del guion del proceso correspondieron el Comité de Investigación (SK) de la Federación de Rusia. Este organismo, creado recientemente, desempeña un papel cada vez más importante en la vida política del país. Desde el comienzo del año 2011, el SK es completamente independiente del fiscal general y se encarga de instruir los casos más sonados e importantes. Lo dirige Alexandr Bastrykin, originario de San Petersburgo y amigo personal de Putin, que actualmente es una de las personas más influyentes en el aparato de Estado. El “caso del 6 de mayo” reviste la máxima importancia para Bastrykin y su gente, pues el porvenir del SK y el incremento de su presupuesto dependen del resultado.

Anatomiya Protesta – la anatomía de la protesta

Para que el guión del proceso estuviera completo solo faltaban, por tanto, los organizadores clandestinos. Así, el 5 de octubre de 2012, una de las principales cadenas de televisión rusas, NTV, difundió una película de tipo “documental” que contenía acusaciones fantasmagóricas contra la oposición, en particular contra Udaltsov. Este producto de propaganda de calidad mediocre constataba las relaciones que supuestamente mantenía Udaltsov con servicios secretos extranjeros. Además, las actividades del Frente de Izquierda que dirige se presentaban como manejos de enemigos interiores del país. Como prueba principal, la película contenía el registro de una conversación en la que participaban Udaltsov, el militante del Frente de Izquierda Leonid Rasvoyáyev, el miembro del Movimiento Socialista de Rusia (RSD) Konstantin Lebédev y uno de los consejeros del presidente georgiano, Guivi Targamadsé. Entre otras cosas, en la reunión se habló de la transferencia de una importante suma de dinero de los georgianos “para la desestabilización de Rusia”.

A pesar de que las caras no eran visibles y que era evidente que el sonido había sido montado y acoplado al vídeo a posteriori, dos días después el Comité de Investigación lo utilizó para incoar un proceso judicial. Lebédev fue detenido el 17 de octubre, mientras que Udaltsov fue puesto en libertad después de su interrogatorio y de comprometerse a no salir del territorio de la ciudad. El 19 de octubre, el tercer implicado en este nuevo “caso”, Rasvoyáyev, trató de presentar una petición de asilo en la representación de la ONU en Ucrania. Apenas abandonó el inmueble de la representación, unos desconocidos lo introdujeron por la fuerza en un automóvil y cruzaron con él la frontera ilegalmente. Una vez en Rusia, en un lugar desconocido, le sometieron a tortura y blandieron amenazas, sobre todo contra su familia. Le hicieron firmar una “autodenuncia voluntaria” y una declaración. En esta, Rasvoyáyev “reconoce” mantener lazos con servicios secretos extranjeros y preparar un levantamiento armado con el concurso de Lebédev y Udaltsov.

Nuevo ataque en 2013

A finales del año pasado, la instrucción disponía por tanto de todos los elementos necesarios para armar un proceso político lógico y de gran alcance: los participantes de base y los dirigentes que transmitían las instrucciones procedentes de servicios secretos extranjeros. Una vez dibujados los trazos del “caso del 6 de mayo”, las autoridades procedieron a una nueva serie de detenciones. En estos momentos son 27 las personas que habrán de sentarse en el banquillo, aunque la lista sigue abierta. La última detención, la del militante del Frente de Izquierda Dmitri Rukavíchnikov, tuvo lugar el 2 de abril de este año. La fiscalía promete cerrar la instrucción y poner el expediente en manos de los jueces durante el verano, con lo que cabe temer nuevas detenciones.

El “caso del 6 de mayo” ya ha acarreado un montón de dramas humanos. Así, el 17 de enero de 2013, una vez rechazada su petición de asilo, uno de los sospechosos, Alexandr Dolmátov, se suicidó en un centro de deportación de Rotterdam. El militante Vladímir Akiménkov tiene la vista mal desde que nació y este problema no ha dejado de agravarse desde que está detenido: su visión se ha reducido un 10% en un ojo y un 20% en el otro. Sin embargo, esto no constituye, para la justicia, una base suficiente para sustituir su detención preventiva por la prohibición de abandonar el territorio. En el curso de una audiencia, los jueces declararon cínicamente que eso solo se le podía conceder en caso de que se quedara totalmente ciego. Mijaíl Kosenko, quien sufre trastornos psíquicos, ha solicitado pasar de la detención preventiva al arresto domiciliario, pero la instrucción ha considerado que es “peligroso para la sociedad” y se dispone a someterlo a un tratamiento forzoso.

De momento, 16 de los 27 acusados se hallan detenidos. Esta práctica brutal ha llevado ya a varios militantes que no quieren esperar a que los sienten en el banquillo a salir de Rusia y solicitar asilo político en otros países. Entre ellos, el militante del Movimiento Socialista de Rusia Filip Dolbúnov. Los presuntos “organizadores" también se encuentran en una difícil situación. Udaltsov está bajo arresto domiciliario desde marzo, lo que le excluye prácticamente de la vida política. Nuestro excamarada Lebédev ha llegado a un acuerdo con la instrucción y se halla igualmente bajo arresto domiciliario. La acusación se basará en las declaraciones de Rasvoyáyev, pese a que fueron arrancadas bajo tortura y desmentidas después por él mismo.

Una sombra amenazadora

El “caso del 6 de mayo” proyecta una sombra amenazadora sobre el conjunto del movimiento de protesta que desde el otoño del año pasado se ha debilitado manifiestamente. La represión lo empuja a reconocer su propia impotencia frente al Estado. Por desgracia, la propaganda de los medios progubernamentales y las declaraciones de determinados acusados han permitido desacreditar al movimiento a los ojos de una parte importante de la población. Hoy, el porvenir político del movimiento está estrechamente vinculado al resultado de este tenebroso proceso político.

Por otro lado, conviene destacar el papel activo desempeñado por el “Comité del 6 de mayo”, una organización que reúne a defensores de los derechos humanos, de la izquierda y del campo liberal, que trata de ayudar a los detenidos, les presta apoyo jurídico y organiza regularmente acciones encaminadas a llamar la atención de la opinión pública sobre el escándalo. Sin embargo, esta labor es insuficiente. La falta de repercusión internacional es un grave problema. En este contexto, las acciones de solidaridad emprendidas por las distintas secciones de la Cuarta Internacional y otros grupos de la izquierda radical, en diciembre de 2012, constituyen un punto de partida importante al que hay que dar continuidad a toda costa.

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