lunes, 15 de septiembre de 2014

Escocia y el referéndum por la independencia

Su realización era el objetivo histórico y el compromiso explícito del gubernamental Partido Nacional Escocés (SNP) y del primer ministro Alex Salmond, después del triunfo electoral de 2011. A pesar de ser una demanda minoritaria la principio, en las últimas encuestas se ha producido un vuelco: el “sí” llega hasta el 40%, el “no” cae al 42% y aparece un importante porcentaje de indecisos.


Alexis Liosatos, militante de Kokkino (Grecia). Publicado en DEATraducción de Tomás Martínez para Izquierda Anticapitalista.


La prensa local lo reflejó como un auténtico “thriller”. Si finalmente es mayoritario el “sí”, Escocia se declarará un estado independiente el 24 de Marzo de 2016 y la “unión” puesta en vigor desde el lejano 1707 llegará a su fin. Confirmando el temido vuelco y el clima entusiasta tras las encuestas, en los últimos meses se viene organizando una campaña de intimidación en la que participan el presidente de la Comisión Europea Barroso, los altos mandos ejecutivos de compañías petrolíferas (BP, Shell), funcionarios del estado y las tres grandes formaciones neoliberales.

El Partido Laborista, (que a pesar de su mutación neoliberal, mantiene una dinámica base social de izquierda), diferentes personalidades e intelectuales del ámbito de la izquierda se decantan con la campaña “mejor juntos” y por el “no” en el referéndum, sosteniendo la opinión de que el “sí” significará una catástrofe para todos los ingleses, pero también para todos los escoceses. Uno de los argumentos del “no” es que el deseo de independencia escocesa constituye la expresión de un repliegue retrógrado y nacionalista. Sin embargo esta valoración subestima que el nacionalismo dominante en la isla es el británico y señala el diferente baremo: El que alguien apoye una Escocia independiente lo designa automáticamente “nacionalista”, pero el que alguien apoye el mantenimiento de la integridad del Reino Unido, ¿no lo hace “nacionalista”?.
Más serio es el argumento de que existe el peligro de que se debilite el movimiento sindical británico, impidiendo la unidad de los trabajadores. Pero ésta no es una consecuencia inevitable de la separación. Los trabajadores en Irlanda pueden pertenecer a los mismos sindicatos que los trabajadores en Gran Bretaña, que los trabajadores en Canadá y que los de EEUU. No hay ninguna razón de que los escoceses no pertenezcan a los mismos sindicatos que en Inglaterra o Gales. Por otra parte, la unidad de los trabajadores no se dicta por la forma constitucional de un estado, sino por el deseo de mostrar solidaridad y una acción colectiva más allá de las fronteras.

Muchos militantes prefieren eludir un tema “que nos distrae de los problemas reales”, la lucha contra la austeridad, etc. Pero normalmente la izquierda no tiene el lujo de elegir el campo. Y es importante subrayar que el pueblo escocés tiene que ocuparse específicamente de la cuestión social. Estos puntos muestran que la izquierda entra en ellos con sus propios límites en el debate (qué significa la independencia, con qué contenido, lo que refuerza a la clase obrera y lo que no, etc), el cual, sea el que sea el resultado del referéndum, acaba de empezar y continuará.

En última instancia, si la independencia escocesa en absoluto amenaza al capital y divide a la clase obrera, ¿por qué la mayoría de la clase dominante británica (y de las clases dominantes de la UE y EEUU) se oponen a ella? El cambio en las posiciones de “The Economist” es característico: hasta hace poco apoyaba la independencia para que Escocia se obligara a ser más competitiva golpeando a los salarios y el estado social. ¡Ahora saca un titular lamentando la elección de sus habitantes! Este cambio expresa el miedo del estado británico y el capital que invierte.

Quiénes componen el bloque del “sí” a la independencia

En la campaña del “sí” (“Sí a Escocia”) lleva el papel protagonista el SNP, con el apoyo de los Verdes. Mucho más a la izquierda está la Campaña por la Independencia radical (RIC), en la que participan sectores del SNP y fuerzas de la izquierda anticapitalista y revolucionaria (el Partido Socialista Escocés -SSP-, Solidarity, el SWP, etc).

Y del lado del “sí” hay una serie de argumentos problemáticos. Algunos avanzan hacia un nacionalismo “de izquierdas” (por ejemplo, del tipo “Los escoceses son un pueblo más democrático, sin los ingleses nos irá indudablemente mejor”. Este intento de minimizar la complicidad escocesa con el Imperio británico pero que a la vez sea bautizada cada lucha política “nacional” (políticas impositivas, resistencias a Thatcher) no ayudan en la caracterización de una política de clase.

La mayoría del bloque del “sí” formula una agenda de cambios radicales por medio de la independencia desde arriba para que Escocia pueda regresar a los “buenos tiempos” sin austeridad, privatizaciones, guerra, destrucción medioambiental. Parece que la independencia conducirá automáticamente a una Escocia socialdemócrata o socialista. Estos planteamientos no son posibles en el marco de una Escocia capitalista.

A medida que se acerca el referéndum y la posibilidad de una victoria del “sí”, la misma dirección del SNP se desplaza a la derecha (naturalmente sin dejar de ofrecer promesas populistas). Por una parte, argumentando a favor de un sistema impositivo “competitivo” al modo irlandés para los negocios, por otra, a favor de un estado social al modo escandivo. Se pronuncia a favor de la UE (a diferencia de antes). Pocos años antes apoyaba también la adhesión al euro, ahora debido a la crisis de la moneda opta por la libra británica. Se decanta a favor de la eliminación de las centrales nucleares y de la permanencia en la OTAN con condiciones (hasta que llegó al gobierno se manifestaba en contra). Es casi seguro que estas metas en algún momento entrarán en conflicto. Por supuesto, la interpretación del programa por la gente y las “esperanzas populares” por los cambios sociales en la nueva Escocia puede ser un factor clave en la evolución posterior al referéndum si gana el “sí”.

Pero la principal razón que lleva a la izquierda británica a apoyar la independencia hoy es la perspectiva de que se convierta en un duro golpe al imperialismo británico, que se encuentra en guerras ininterrumpidamente desde 1914 hasta hoy. El ministerio de Exteriores dejó que se filtrara recientemente en “The Telegraph” sus preocupaciones: teme que en el caso de independencia de Escocia pierda su derecho de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

También la posibilidad de destrucción de las armas nucleares (que se encuentran en Escocia) hace temblar al ministerio de Defensa de Gran Bretaña. Por último, una posible consecuencia de la independencia de Escocia sería que el Sinn Féin iniciara una campaña por el referéndum en toda Irlanda para la reunificación con la parte norte en poder de Inglaterra.

Muchos militantes de la izquierda británica explican que apoyan la independencia como movimiento táctico, y no como principio, debido a la “opresión nacional”. Pero como señala Neil Davidson, que ha argumentado ampliamente a favor de esta línea, si el “sí” prevalece pero no es respetado, entonces hablaremos de una “opresión” y la defensa de la independencia será una cuestión de principios.

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