martes, 9 de septiembre de 2014

El 'Estado Islámico', una fuerza reaccionaria, un enemigo mortal

El Estado Islámico (EI) ha sido promovido durante el verano al rango de enemigo número uno de los Estados Unidos y de sus aliados. Su expansión hacia Bagdad al sur y hacia el estado autónomo kurdo en el norte ha conllevado su intervención. Al mismo tiempo, la organización yihadista multiplicaba sus crímenes.

Henri Wilnol’Hebdo L’Anticapitaliste, nº 254Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

El EI no es un estado sino una organización yihadista armada que pretende construir un estado. Antes de este verano dominaba ya porciones de territorio en Siria y en Irak. El pasado 10 de junio tomó el control de Mosul, segunda ciudad de Irak. El 29 de junio, la organización, que primero se llamó Estado Islámico de Irak, y luego Estado islámico de Irak y Levante, cambió de nombre y fue proclamado un “califato” en Mosul. El “califa”, Abu Bakr al-Baghdadi, controla ya una región a caballo entre Irak y Siria.

Diversos padrinos

La organización salió de Al Qaeda, pero se ha alejado de ella progresivamente. En efecto, Al Qaeda pone el acento en la lucha contra los Estados Unidos y Occidente, mientras que las sucesivas organizaciones que han dado nacimiento a EI se concentran en “el enemigo cercano”: régimen sirio, opositores no islamistas a este último y chiitas en el poder en Bagdad desde la caída de Saddam Hussein. El objetivo es el control efectivo de territorios en los que los yihadistas puedan imponer su orden. A esta diferencia de orientación se añaden conflictos a nivel local (en Siria, la organización que tiene la “franquicia” Al Qaeda es el Frente Al Nusra) o para captar recursos financieros.

Al comienzo de su aventura, la organización recibió fondos provenientes de Arabia Saudita y de Qatar: luego, las donaciones oficiales se han agotado, pero continúan llegando donaciones privadas. En Siria, Assad ha hecho todo lo posible para reforzar a los islamistas en detrimento de los grupos laicos o religiosos moderados. En Irak, los yihadistas se han beneficiado de la crisis del régimen puesto en pie por los americanos. El primer ministro chiita Nuri Al-Maliki (que perdió el poder a finales de agosto) ha llevado a cabo una política que privilegiaba a los chiitas. La marginación de los sunitas se ha acentuado tras la salida de las tropas americanas. Se han reprimido manifestaciones no violentas, lo que ha favorecido la insurrección de ciertos grupos sunitas.

El EIIL había cometido ya atentados antichiitas. En el nuevo período, reforzado por sus éxitos sirios, ha tomado de forma progresiva la cabeza de un movimiento sunita heterogéneo, que incluye oficiales salidos del ejército de Saddam Hussein. Ha gozado, en particular en Siria, de la presencia de combatientes extranjeros. La política americana en Irak ha favorecido la fragmentación del país entre chiitas, sunitas y kurdos, fragmentación que se acentúa actualmente hasta el punto de poner en cuestión la continuidad del estado iraquí.

Un enemigo mortal

El EI no es una reencarnación de los guerreros de los primeros tiempos del Islam. Los estados puestos en pie tras la expansión árabe eran más tolerantes hacia las minorías religiosas que el EI de hoy. Esta organización surfea sobre las contradicciones de los regímenes árabes reaccionarios, las maniobras de Assad y el fracaso de las estrategias imperialistas. Es también el producto de la eliminación de las fuerzas progresistas de la región y su aura entre jóvenes de Occidente; aunque globalmente es una minoría, constituye un callejón sin salida y un peligro.

El EI es enemigo mortal de las mujeres, del movimiento obrero y de todas las fuerzas progresistas de la región. La estabilización de su control territorial significaría la servidumbre para las poblaciones afectadas. Los sirios en lucha contra Assad ya han hecho la experiencia.

No hay ciertamente que ver la situación iraquí solo a través del prisma confesional: los obreros del petróleo del sur de Irak son a menudo chiitas pero también se han enfrentado a Maliki. En abril de 2013 tuvieron lugar huelgas y el pasado diciembre, los trabajadores del petróleo se manifestaron en Basora a favor de aumentos salariales y mejores condiciones de trabajo. En enero, los sindicatos iraquís se dirigían de nuevo al Parlamento para que derogara la restrictiva legislación laboral heredada de Saddam Hussein. Pero en medio de las milicias armadas de todo tipo, la reconstrucción de una alternativa progresista en Irak (donde existió un importante partido comunista) tomará tiempo.

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